Ya en 2015, el primer ministro israelí Benyamin Netanyahu logró imponer su presencia en el Capitolio de Washington en contra del entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama. Durante aquella visita, la embajada de Israel en Washington había emplazado en el hemiciclo miembros de su personal encargados de anotar qué congresistas no aplaudían a Netanyahu para negarles el financiamiento cuando trataran de obtener fondos para sus campañas electorales.

Después de la debacle de Joe Biden en su desastroso debate frente a Donald Trump, y en espera de la segunda vuelta de la elección presidencial en Irán, la controvertida presencia del primer ministro de Israel, Benyamin Netanyahu, el próximo 24 de julio en la sede del Congreso de Estados Unidos ha desatado una ola de intensos comentarios, los cuales –sobre todo de los grupos de sus connacionales dentro y fuera de Israel– señalan la proclividad del primer ministro israelí en favor de Trump, mientras que los grupos que apoyan al presidente Biden y al Partido Demócrata critican su indeseable presencia en el Capitolio.

¿Está la elección presidencial estadounidense en manos de Netanyahu y del poderoso grupo cabildero israelo-estadounidense denominado Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos-Israel (American Israel Public Affairs Committee, AIPAC)?

Creado en 1951, el Comité Sionista Estadounidense para Asuntos Públicos (American Zionist Committee for Public Affaires) se convirtió en 1963 en el AIPAC que hoy conocemos y que influye notablemente en los poderes ejecutivo y legislativo estadounidenses. El AIPAC está considerado como el más poderoso grupo cabildero de la plétora de organizaciones proisraelíes que pululan en Estados Unidos. La publicidad del AIPAC alardea de que este representa a «más de 3 millones de estadounidenses proisraelíes en cada distrito del Congreso para fortalecer el apoyo bipartidista en la relación de Estados Unidos con Israel». El AIPAC se autocalifica como el «más numeroso lobby proisraelí» que «contribuye con más recursos directamente a los candidatos» y sostiene que «98% de los candidatos que apoya ganaron las elecciones generales en 2022».

Sus descomunales ingresos –sin contar los pantagruélicos “donativos” deducibles de impuestos de los financieros jázaros de Wall Street– ascendieron a 473 500 millones de dólares en 2022. El portal israelí Forward afirma que «a partir del 7 de octubre» –fecha del ataque de Hamas a Israel– «el AIPAC recaudó 90 millones de dólares» cuya «gran parte ha sido destinada desde ahora a las elecciones del 2024» [1].

El rotativo anti-Netanyahu Haaretz explica el poder del AIPAC en Estados Unidos, cuyo «grupo recaudador tendrá un rol decisivo en las elecciones de 2024» [2]. No hay que subestimar la omnipotencia decisiva del AIPAC que, amén de lubricar a una pléyade de legisladores estadounidenses, acaba de propinarle una dolorosa derrota en el feudo neoyorquino al representante Jamaal Bowman –miembro del grupo progresista y propalestino Squad, que encabeza la milenial Alexandria Ocasio-Cortez [3]–, gracias a los masivos donativos sionistas, que ahora buscan otras cabezas electorales a decapitar [4].

El portal Jacobin asevera que la derrota que el AIPAC propinó a Bowman “encubre” paradójicamente «su debilidad» [5]. Hasta el Financial Times comenta el despliegue de planes bélicos del premier Netanyahu –en su entrevista autista al canal 14, cercano a los zelotes [6] del gabinete: Ben-Gvir y Smotrich– para un “verano de conflictos”. El portal galo Red Voltaire (29/6/24) reporta que los «estadounidenses con doble nacionalidad israelí condenan la próxima visita de Netanyahu a Washington». El grupo UnXeptable de California inició una campaña contra la presencia de Netanyahu en el Congreso el próximo 24 de julio –que, a mi juicio, será determinante para su planeada invasión al Líbano.

Según Red Voltaire, una pléyade de «personalidades israelíes condenan en el New York Times» la visita: David Harel, presidente de la Academia de Ciencias de Israel; Tamir Pardo, ex jefe del Mosad israelí; Ehud Barak, ex primer ministro de Israel; Aaron Ciechanoveret, premio Nobel de Química; y el novelista y ensayista David Grossman, etc.

Antes de la debacle de Biden, la Casa Blanca no ocultaba su «temor» sobre la presencia de Netanyahu en el Congreso: «nadie sabe lo que va a decir» [7]”. El profesor de la Universidad de Chicago John Mearsheimer ha abundado sobre el inconcebible poder del lobby israelí en Estados Unidos [8] que se ha convertido, a mi juicio, en un “Estado dentro del Estado”.

[1AIPAC’s Defeat of Jamaal Bowman Disguises Its Weakness”, Branko Marcetic, Jacobin, 26 de junio de 2024.

[2Benjamin Netanyahu lays out plans for a summer of conflict”, Neri Zilber, Financial Times, 24 de junio de 2024.

[3«Bajo la lupa. Bernie Sanders con sus millennials humillan a Hillary en Nueva York», Alfredo Jalife-Rahme, La Jornada, 1º de julio de 2018.

[4Pro-Israel Groups Get Big 2024 Win—and They Aren’t Done Yet”, Nataly Andrews, The Wall Street Journal, 24 de junio de 2024.

[5AIPAC’s Defeat of Jamaal Bowman Disguises Its Weakness”, Branko Marcetic, Jacobin, 26 de junio de 2024.

[6Benjamin Netanyahu lays out plans for a summer of conflict”, Neri Zilber, Financial Times, 24 de junio de 2024.

[7‘No one knows what he’s going to say’: White House fears mount about Bibi’s DC visit”, Jonathan Lemire y Alexander Ward, Politico, 24 de junio de 2024.

[8El lobby israelí, John Mearsheimer, Taurus, 2007.