Hace ya seis años y meses que cinco cubanos fueron apresados y posteriormente confinados a purgar las más prolongadas condenas. Sus delitos: haber penetrado los grupos terroristas del sur de la Florida, para trasmitir al gobierno cubano la información necesaria que permitió detener los planes criminales contra la Isla.
La misión fue cumplida honrosamente. Cuba pudo mostrar a las autoridades estadounidenses y al mundo las pruebas de sus denuncias, pero Estados Unidos prefirió encarcelar a estos luchadores y dar luz verde a los viejos terroristas que su propia CIA entrenó como emisarios de la muerte.
Durante los largos meses que duró el injusto y amañado proceso que se les siguió en una Corte de Miami, los Cinco, distantes y prácticamente incomunicados con su país, se acompañaron de ciertos amuletos intangibles que más tarde, al hacerse públicas las razones de sus estancias en territorio norteamericano y declarárseles Héroes, pasaron a ser elementos clave para comprender las enormes fuerzas morales que sostienen a estos.
Entre esos talismanes de la resistencia -incluyen leyendas conmovedoras de la historia cubana, cartas a sus madres, esposas o hijos...- están dos canciones de Silvio Rodríguez, el más emblemático de los cantautores contemporáneos cubanos. El Necio y El dulce abismo, temas de innegables connotaciones políticas e indiscutible ternura poética, fueron y son himnos de horas cruciales para los Cinco y sus seres queridos, y para una lista cada vez más enorme de seres humanos del mundo, decididos a honrarnos defendiendo su causa.
Con “Amada”, como también se conoce popularmente El dulce abismo, Silvio iluminó el primer acto público realizado en Cuba en demanda de justicia y libertad. Y cada vez que está delante de un auditorio que le respeta y le quiere, dedica el concierto a sus compatriotas presos en Estados Unidos.
Para contarse mutuamente la historia de ese lazo armado de canciones, un día de agosto de 2004, el trovador se dejó entrevistar por los Cinco desde la distancia. En un programa de la radio cubana que, en días de suerte llega con su señal a tres de las cárceles donde ellos cumplen sus condenas, la madre de Antonio Guerrero y las esposas de René González y de Ramón Labañino, llevaron al reconocido músico las preguntas -o los comentarios- enviados por los Héroes. Todo lo que se conversó aquel día debe publicarse muy pronto por la revista Tricontinental como parte de la campaña por la liberación de los Cinco. Juventud Rebelde adelanta, en exclusiva, un extracto de ese valioso documento en preparación.
La sorpresa
Mirtha Rodríguez (madre de Antonio Guerrero): Tony me dijo: “Te voy a dar dos preguntas para Silvio, y esta es la primera: ¿Qué experimentó al conocer que sus canciones también eran armas de lucha y resistencia en cárceles del imperio?”.
Silvio: Sorpresa. Imagínate, las motivaciones de las canciones suelen estar lejos de escenarios tan trascendentes, tan importantes para todos y tan estremecedores, como puede ser esta realidad que viven estos cinco compañeros, hermanos nuestros.
Realmente, uno las hace pensando muchas veces en las musarañas; y de pronto, las ves como si fueran hijos. Aquello que nació con el “fondillito” al aire, de repente se visten con culeros, pantalones, cinturones... En ocasiones hasta se ponen mochilas, agarran fusiles y se lanzan quién sabe adónde, a combatir extraordinariamente. Y uno las ve y casi ni las reconoce, pero, indudablemente, en medio de esa realidad maravillosa que pueden descubrirnos nuestros hijos, identificamos algo de lo que salió de uno primigeniamente y se dice: sí, son mis canciones, qué cosa más increíble...
La relación con las canciones es ambivalente. Por momentos, uno piensa que no sirven para nada. Son los peores momentos, de desánimo, cuando se cree que lo hecho no sirve para nada, porque no cambia al mundo. Quizás uno empezó escribiendo canciones, soñando que podía cambiar al mundo y luego la vida te enseña que no es así.
Estas cosas que les suceden a otros, que después te las trasmiten, te enseñan, te reenseñan, te reeducan y te muestran que, efectivamente, las canciones no pueden cambiar al mundo, pero contribuyen a hacerlo mejor. A través de ellas, se encuentra sentido a lo que se hace y, en cierta medida, vuelves a ser lo que fuiste, gracias a estas experiencias que te muestran las propias canciones y a las realidades que viven estos cinco hermanos.
Mirtha: Para ellos son de gran aliento. En estos seis años han estado presente tú y tus canciones. Nos sentimos muy satisfechos, muy honrados de saber que apoyas nuestra causa con tus canciones, con tu persona...
Silvio: Un día yo llegaba... No recuerdo de dónde, y recibí una llamada de Maruchi (hermana de Tony), quien me dice: “¿Qué pasa que no están respondiendo el teléfono? Tony estuvo llamando a tu casa”. ¿Cómo que estuvo llamando?, le pregunté, a lo cual me explicó que lo intentó sin éxito. Bueno, le dije, pues ya estamos aquí. Como a la media hora me entró otra llamada, y fue realmente muy impactante.
Por encima de esa distancia y tratando uno de imaginarse las circunstancias del lugar donde están, lo que significa esa especie de burbuja que se forma en la cabeza del que tiene un teléfono en la mano y se está comunicando con otra persona, me preguntaba: cuando esa burbuja se apague, ¿cómo se queda?
Quizás en esos días yo estaba un poco alicaído, por eso encontrar a una persona, cuya vida es un verdadero problema, fue muy impactante para mí. Me ayudó mucho. Y me maravilló la serenidad de su voz, la firmeza que se nota en su manera de enfocar las cosas, la naturalidad.
Elizabeth (esposa de Ramón Labañino): Eso es algo que los caracteriza. Muchas personas que hablan con ellos fortuitamente, cuando terminan de hacerlo dicen: pero no parece que están presos. Tienen una entereza que trasmiten en la manera de hablar, y parece que están quizá cumpliendo una misión de un médico, como hay en tantos países de Latinoamérica y África. No parece que están precisamente en una cárcel, que es el peor lugar de donde pueden salir el optimismo y la fuerza de ánimo...
Tú nos cuentas ahora que estabas en un momento difícil y que esa llamada te dio ánimo. Así nos pasa a nosotras también. Cuando pasamos tres o cuatro días sin poder hablar con ellos por algún motivo, nos apagamos, porque ellos son la fuente de inspiración, los que nos dan ánimo, nos dan vida. No hablar con ellos para nosotros es una desesperación. Se podrá imaginar lo que significa no poderlos ver en tanto tiempo por la demora en las visas, o por la negativa en las visas como pasa con Adriana y Olguita, que no han podido visitar a Gerardo y a René [1].
Mirtha: Ahora tengo una segunda pregunta de Tony. “¿Qué sugiere Silvio Rodríguez para evitarles más dolores a los ángeles guardianes; es decir, para que seamos un tilín mejores y mucho menos egoístas?” [2]
Silvio: Bueno, estoy hablando más desde la acción individual que desde la acción colectiva.
Colectivamente se pueden hacer muchas cosas, se puede hacer incluso la revolución para aliviar males mayores comunes a mucha gente; pero hablo ahí desde una posición más introspectiva, de cuando estamos solos con nosotros mismos y a veces optamos, en cualquier situación, por lo más fácil, por lo que más fácilmente nos remunera o nos restituye lo que podamos perder en cualquier acción.
Hablo de encontrar motivaciones que no sean solamente a partir de lo que uno puede ganar o de lo que puede escalar, o donde puede sentirse mejor, sino tratar de encontrar otro ángulo de visión a diferentes situaciones que se nos presentan en la vida y beneficiar a lo que te rodea sin pensar tanto en uno mismo.
Con todos esos pequeños actos egoístas que comete cualquier persona, se conforma luego un carácter furibundamente egoísta. No se trata de enfrentar el problema del egoísmo como un fenómeno global, sino como hacen los samuráis en las películas japonesas. Ellos se enfrentan a muchos enemigos a la vez. En cierta ocasión, hablando con un maestro japonés de artes marciales, le pregunté cómo era posible que ellos se enfrentaran con tantas personas a la vez, y este señor me dijo: “Yo nunca me he enfrentado con muchas personas a la vez, sino con uno cada vez: con el que tengo más cerca”.
Esa es una filosofía extraordinaria. Ese problemita que tienes más cerca y que sumado a muchos otros se convierte en una característica, si uno lo combate así solito, es más fácil desprenderse primero de ese, al día siguiente de otro y de otro... y crear una especie de costumbre de tratar de ser mejor, no para sí mismo, sino para todos, porque de ese modo uno acaba siendo mejor para uno mismo. Ese es el tipo de egoísmo al que yo me refiero. Claro, hubiera tenido que hacer otra canción para explicarlo, prácticamente escribir un editorial de Granma.
El necio
Olga (esposa de René González): René, el mayor de los Cinco, no le pregunta nada a Silvio. Él creció, se hizo adolescente, estuvo en los “Camilitos”, en el Pedagógico, en el Ejército, en Angola, siempre llevando dentro de sí las canciones de Silvio, y de los trovadores de aquel momento.
Desde el año 1990, nunca más ha regresado a Cuba, y por lo tanto se ha perdido las últimas canciones. Vivía en Miami, donde era casi imposible estar actualizado, pero se alegró mucho con la noticia de que en el año 1993 Silvio fuera elegido diputado. Él me envió una carta con un documento que para mí es histórico. Lo guardo con mucho cariño por lo que representa, porque explica por qué ellos dicen que El necio es su himno. Es del 29 de julio de 2004:
Mi amor:
El papel amarillo y descolorido adherido a esta nota lo encontré sorpresivamente en una de esas búsquedas en la que al final encuentras de todo menos aquello que habías estado buscando. Desde la distancia de los años que han transcurrido tras haber sido escrito, ha terminado por convertirse en un símbolo de esta experiencia que amerita el que te cuente las condiciones en que se escribió.
Eran los primeros días del “hueco” y estábamos en la tarea de reforzar la bolsa de la resistencia con cuanta vivencia cubana pudiéramos echar en ella. Todavía nuestras comunicaciones eran muy rudimentarias y solo cuando bajábamos a la Corte podíamos conversar con cierta soltura. Fue en una de esas bajadas a Corte, cuando Gerardo se refirió a la canción de Silvio El necio, aplicándola a la situación y comentando sobre la carga de moral que inspiraba su letra.
Yo, que hacía ocho años no veía a Cuba, no tenía la menor idea de que la canción existía, de manera que le pedí a Gerardo que me regalara unos fragmentos. Me gustó tanto que acordamos me escribiera la letra para aprendérmela. Un par de días más tarde me hizo llegar el pedazo de papel que ahora te envío, calificando en una de sus ocurrencias a El necio como el himno de “anti-rat”, tal y como puedes ver junto al título. El calificativo se refiere al término de “ratas”, tal y como en el argot jurídico popular de aquí se denomina a quienes se quiebran. Nadie negará que la definición himno “anti-rat” le viene a El necio como anillo al dedo.
En la partitura se vuelca todo el conocimiento musical de Gerardo que, para que pueda aprenderme la canción en la soledad de mi celda, me marca en cada verso la parte en que la música sube. Luego encontraríamos un método más práctico, Gerardo me comenzó a silbar la música desde su celda una y otra vez, de esa manera pude aprenderme la canción y cuando meses más tarde tuve ocasión de escucharla por Radio Rebelde, comprobé que solo se nos había ido una nota.
De esas sesiones de silbadera y solfeo repetidas una y otra vez, resultó quedar El necio como nuestro himno de resistencia o “anti-rat”, como prefieras llamarle. Tal vez a Silvio le alegraría leer este pequeño episodio. Apuesto a que esta sería una de las partituras más originales de su música. Yo me muero como viví y que sea junto a ti.
El necio de tu maridito Rene.
En estos momentos esto serviría también para homenajear a Gerardo, porque es de ellos Cinco, quien ahora está de traslado. Y cuando algo así ocurre, no van directamente a la cárcel definitiva, sino que a veces pasan a otra y siempre van a un “hueco”. Por eso quisiera dedicarle El necio a Gerardo. Y escuchar tus comentarios, Silvio.
Silvio: Cuando él se refiere a los tiempos del “hueco”, recordé que en mi vida hubo otro hueco: una historieta que yo escribía cuando tenía 15 años. ¡Qué hueco más diferente! Aunque tenía una línea debajo que decía: “una historieta muy profunda”, nunca es un hueco tan profundo como al que se ven condenados estos hermanos nuestros. Cuando escribí El necio, estaba pensando en Fidel y, hasta cierto punto, en mí. Todas mis canciones tienen inevitablemente una dosis fuerte de mis experiencias personales.
Pero en este caso, lo que me llevó a escribirla fue el ambiente ideológico de finales de los 80, principios de los 90, el derrumbe del campo socialista. Ya estaba la glasnost en la Unión Soviética y se veía que aquello apuntaba hacia algo catastrófico.
Hubo varios periodistas en La Habana que me preguntaban por qué no me pronunciaba al respecto. Y yo pensaba -sigo pensando, y siempre pensé igual-, que no tengo tampoco por qué pronunciarme acerca de cada cosa que sucede. Ese no es mi oficio, no es mi trabajo. A veces no tengo nada que decir, o se está produciendo todavía un proceso de acumulación necesario para que en algún momento se convierta en expresión y brote. Mientras tanto, no puedo hacer nada, ni forzar las cosas, porque no me sale una buena canción.
Es mejor quedarse con la boca cerrada a hablar boberías. Y en el caso de la canción, es más imperdonable todavía, porque, ¿cómo tú vas a hacer trascender algo que no vale la pena?
Así fui acumulando y se me unió esta historia con una experiencia que había tenido, con un tránsito una vez por Miami yendo hacia Puerto Rico... Me rompieron una guitarra. Fueron cubanos que trabajaban en el aeropuerto quienes le saltaron encima. Culpa mía creo yo, porque tenía una pegatina de Fidel y una bandera cubana, y no me dio la gana de quitarlas. Digamos que me lo busqué.
Cuando llegué a Puerto Rico, escuché en la radio un programa desde Miami donde decían que la contrarrevolución estaba muy decaída porque habían pasado los revolucionarios “fulano” y “mengano”, entre ellos yo, por Miami y en otra época nos hubieran arrastrado, hubieran limpiado las calles con nosotros.
Yo tenía noticias de que a veces había manifestaciones de agresividad, lo había leído, me lo habían contado; pero en mis huesos, en mi carne, nunca había sufrido una amenaza pública de esa envergadura. ¿Cómo puede uno provocar tanto odio en canciones que ni una sola habla del odio?
Eso me marcó. No logró cuajar en aquel momento y fue como una asignatura pendiente. Y parece que por esos artilugios de la mente humana, el derrumbe de la Unión Soviética y lo que se avecinaba, más lo de Miami, se unió y creó la química necesaria para hacer El necio.
Por eso es que “dicen que me arrastrarán por sobre rocas, cuando la revolución se venga abajo...,” De alguna forma, yo conté esa revolución que se estaba yendo abajo en la Unión Soviética y los augurios de la nuestra.
El dulce abismo
Elizabeth: Muchos cómplices tiene Silvio en los que oímos sus canciones. Hay otro himno de los Cinco que es El dulce abismo o “Amada”. La identificación de esta canción con la familia, parte de la entrevista que me hicieron a principios de conocerse esto, donde cuento que Ramón, en una carta, me pide que escuche El necio, y también El dulce abismo o “Amada”, que me iba a gustar.
Yo no tenía ningún disco ni casete de Silvio, conocía las canciones por cancioneros y porque las copiaba. Pero en la Marina Hemingway, donde trabajaba, hay una tienda de ARTEX que vende discos. Hablé con la muchacha y le pedí que me dejara ver los de Silvio para buscar la canción.
Cuando me la puso empecé a llorar porque era demasiada similitud entre la experiencia personal y lo que decía la canción.
Eso ocurrió en enero o febrero de 2001 y desde entonces la escucho a menudo... Ramón quiere saber cómo surge esta canción y qué sintió Silvio al enterarse de que había cuatro amadas que caminaban anónimamente por las calles durante una época.
Silvio: Esta canción me la pidió un amigo del MININT hace años para celebrar un aniversario de la Contrainteligencia.
Lo que yo usé para motivarme fue una carta que le escribió el Capitán San Luis [3] a su esposa antes de partir con el Che a Bolivia. Pero es curioso porque leí la carta después de hacer la canción. En lo que buscaba la carta de San Luis escribí la canción. Escribí yo mi propia carta, diciéndome: seguramente la carta de San Luis es más o menos así. Y efectivamente, cuando la encontré resultó que era muy parecida. Eso pasa cuando uno lleva años trabajando en un oficio, porque se adquiere oficio también.
Quien escribe canciones, también es un escritor de ficción, como puede serlo un novelista o un cuentista. Uno escribe ficción, porque en realidad las cosas que cuenta la canción siempre están pasadas por la imaginación del que las escribe, o de los que la cuentan. Nunca es la realidad, la realidad es irrepetible. Son imitaciones de la realidad, ficciones en definitiva. Entonces, así uno a veces se anticipa. Me hablan de una cosa, me la imagino y la escribo, y generalmente, como en este caso, le “pica”, cerca a la realidad.
Elizabeth: Muy cerca. Ya le digo, es el himno de nosotras. El día del concierto en la Plaza [4], Olguita y yo llorábamos con la canción La prisión. Por un momento, llegué a pensar que le habías dedicado ese concierto a los Cinco, porque eran canciones que nos obligaban a caer en el tema de nuestras familias.
También a nosotros nos pasa, que en la vida diaria los tenemos a ellos en la mente, todas las canciones que oímos, todas las expresiones, aunque no tengan que ver, las ajustamos a la situación personal. Yo, incluso, no pude ni aplaudir, no pude levantarme en ese momento porque estaba... derrumbada cuando oí esa canción que no conocía.
Silvio: Lo entiendo, sí, porque ustedes viven en una situación de amor perenne, como en estado de gracia. Es como el que está enamorado, que todo lo que oye, ve, huele, lo vincula a su amor, lo pasa por ahí. Viven como en una realidad especial.
Olga: Había frases determinadas que se podían sacar de contexto, dije: esto tiene que ver conmigo. Yo recuerdo una: “...tengo los labios demasiado recios, pero los sueños muy dulces...”, algo así.
Silvio: “Qué duro es todo lo que yo digo, que suave todo lo que sueño”.
Olga: Exactamente. Eso nos toca, porque a veces la gente nos dice: “¿Cómo pueden ser tan fuertes? Yo veo a las mamás tan fuertes, a las esposas, yo me estuviera muriendo”. Y es que una se va adecuando a cada una de las situaciones, pero no dejan de ser los sueños realmente lo más dulce, y me digo: eso está hablando de nosotros y nos vincula.
Tú hablabas de la burbuja y realmente ellos viven así. Por ejemplo, en el caso de René; él lo escribió hace poco en una carta que les hizo a unos niños donde les dice qué es lo que él tiene de Ivette ( [5]).
La conversación. Cuando Ivette quiere hablar, él oye su voz y eso lo llena de alegría. Pero cuando se acaba esa conversación o cuando él empieza a preguntar sobre ciertas cosas que yo le comento: “Ivette está majadera, fuimos a tal actividad y empezó a gritar”, y él le comenta: “Un pajarito me dijo que te portaste mal”. Entonces ella dice: “Bueno papi, te quiero, te paso a mami”, y ahí se rompió la burbuja.
“Sin darse cuenta, Silvio está hablando exactamente de lo que les sucede a ellos”.
La conductora del programa: ¿Y qué piensa Silvio Rodríguez de esos Cinco hombres?
Silvio: Ellos han asumido las consecuencias de sus actos, eso es lo más claro que tengo. Todas las cosas que más o menos tienen un significado perdurable en la naturaleza, podría decirse que se producen gracias a la coherencia. Así está la coherencia que tiene la física, por ejemplo, que tienen los planetas, que tiene el universo, y cuando esa coherencia universal está encarnada en la actitud de los seres humanos y de hombres como estos Cinco, realmente es como si ese magnetismo que nos mantiene unidos y que nos hace ser lo que somos, se pudiera sintetizar y se pudiera tomar de ejemplo gracias a esa forma ideal de mostrarse que tiene aquello que nos une y que nos hace coherentes.
Los antiguos le llamaban a eso la “música de las esferas”, y que era ni más ni menos esa fuerza universal que mantiene el movimiento de los astros. En este caso son fuerzas -no sé si llamarles universales- que mantienen unidos a estos hombres entre ellos, unidos a nosotros y a cada uno en sí mismo, porque esa coherencia es la que los hace mirarse al espejo todos los días y sentir respeto por lo que ven.
[1] A Adriana Pérez, esposa de Gerardo Hernández -condenado a dos cadenas perpetuas más 15 años- y a Olga Salanueva, esposa de René González, condenado a 15 años, se les ha negado reiteradamente las visas para visitar a sus esposos en prisión, bajo la misma cláusula que aplican a personas que representan un peligro para la seguridad nacional de Estados Unidos
[2] La frase es tomada de la más reciente canción de Silvio Rodríguez, Cita con ángeles
[3] Miembro de la guerrilla del Che en Bolivia
[4] Concierto de Silvio con la Orquesta Sinfónica dirigida por el maestro Leo Brouwer, en julio de 2004
[5] Ivette, la hija más pequeña de René González. Su padre no ha podido volver a verla desde que las autoridades norteamericanas le impiden a su madre las visitas a la cárcel
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