Evidenciando su incapacidad para responder a las fuertes acusaciones públicas contra él, que han incluido señalamientos de abusos sexuales contra adolescentes, Marcial Maciel fundador de los Legionarios de Cristo, ha renunciado a su cargo como director general de esa congregación fundada en México en 1941 y a la que se suele compararse con el Sodalicio de Vida Cristiana peruano, por su actividad entre los sectores pudientes de la sociedad, su voracidad económica y política, y por las fuertes denuncias contra sus prácticas, provenientes incluso de algunos de sus fundadores, al igual que por su rápida expansión internacional y por su filiación ideológica de extrema derecha.
El hecho tiene lugar tan solo dos semanas después de que el National Catholic Reporter haya expresado serios cuestionamientos contra Maciel con motivo de un reportaje del investigador Jason Berry, publicado en ese medio el 7 de enero, donde se señalaba que el Vaticano había reabierto la investigación en contra de Maciel por presunto abuso sexual de menores.
Ya en los años 50 el Vaticano había tomado nota de esas denuncias e incluso había limitado las funciones de Maciel al frente de su grupo, prueba de la que salió airoso; posteriormente, en el pontificado de Juan Pablo II vio fortalecida la posición de su grupo dadas las simpatías que el pontífice profesa a las corrientes más reaccionarias dentro de la iglesia.
Desde su juventud, Maciel evidenció grandes capacidades comerciales y políticas igual que un acendrado pragmatismo, junto con una nula vocación intelectual y un comportamiento personal que ha motivado acusaciones de que hace años abusaba sexualmente de sus seminaristas, era toxicómano, ha tenido amantes tanto en las altas esferas del Vaticano como entre mujeres millonarias, que lo ayudaban en su obra clerical y se ha comportado destructivamente con quienes no se someten a su autoritarismo.
Las denuncias provienen de personajes que fueron discípulos de Maciel en sus primeros años, y que en algunos casos llegaron a cargos de primer nivel dentro de ese poderoso grupo internacional, o desarrollaron una sólida trayectoria académica o profesional. Uno de ellos, Alejandro Espinosa, quien fue seminarista de Maciel en su adolescencia, publicó el libro El Legionario (Grijalbo, México, 2003) donde ofrece pormenores, incluso nombres y fechas, de todas esas situaciones.
Ni Maciel ni sus apologistas dentro del grupo, que controla universidades como la Anáhuac, dedicada a la formación de las élites mexicanas, así como numerosos centros de formación, y grupos dedicados a la filantropía o al activismo conservador, han podido responder a esos testimonios. Más aún, es seguro que la coyuntura que están viviendo los Legionarios traerá consigo más denuncias donde se verán involucrados, sea como víctimas o como abusadores o cómplices de atropellos sexuales o personales otros personajes prominentes de esa congregación.
Al igual que otros grupos conservadores, el de Maciel se ha beneficiado con recursos económicos a ellos canalizados mediante proyectos como los que con corte supuestamente filantrópico maneja Martha Sahagún, esposa del presidente Vicente Fox. Es significativo que Sahagún haya sido tesorera de los Legionarios de Cristo en la ciudad de Celaya, antes de que llegara a formar pareja con Fox. Ambos son divorciados y casados en segundas nupcias, situación que reprueba doblemente la rígida moral sexual del Vaticano, pese a lo cual, lo mismo que a sus inconsistencias ideológicas y a sus frivolidades, Sahagún ha encontrado apoyo en Maciel y en su grupo.
A la fecha hay varias hipótesis sobre las causas y significado de la renuncia de Maciel, desde la versión oficial referente a su avanzada edad hasta la idea de que fue consecuencia directa de la insostenible situación de Maciel ante la opinión pública, si bien su sucesor en el cargo, es un discípulo fiel de Maciel, el también mexicano Alvaro Corcuera Martínez del Río, de 47 años, ex alumno de la Universidad Anáhuac, y quien era rector del Centro de Estudios Superiores de los Legionarios en Roma, desde 1987. Sea como sea, la decisión de Maciel viene a confirmar su imposibilidad de refutar las “calumnias” contra él, como les ha llamado a las mencionadas denuncias públicas, así como la falta de escrúpulos del Vaticano al apoyarlo dado su activismo conservador pese a sus abusos, de tal suerte que desde la óptica de Juan Pablo II es válido que un religioso abuse sexualmente de un menor, pero no que se pronuncie públicamente a favor del uso del condón, como hizo hace algunos días un jerarca español que fue desmentido inmediatamente por Roma.
El Vaticano ha sabido de los ilícitos cometidos por Maciel, pero significativamente es hasta que la opinión pública se entera de ellos y el escándalo se generaliza cuando quizás se decida a tomar cartas en el asunto, de manera muy mesurada y sin cuestionar la obra misma de Maciel, pues ideológicamente los Legionarios se identifican plenamente con el pontificado de Juan Pablo II, y con la remoción de Maciel como su líder formal, la imagen del grupo podrá separarse de los errores de su fundador.
Quizás el Sodalicio de Vida Cristiana peruano se esté encaminando a una situación similar a la de los Legionarios, en la medida en que ambos son grupos muy vulnerables a las críticas por su radicalismo ideológico y por los abusos que dentro de ellos de cometen.
Si bien el tema de los abusos sexuales también se ha mencionado en relación con los sodálites, las denuncias de exmiembros del grupo abundan más bien en sus prácticas destructivas y sectarias con sus adeptos, que llegan a extremos increíbles de humillación y de violencia física y mental, y se ha denunciado también la agresividad del grupo hacia sus críticos o hacia particulares con quienes entran en conflictos de intereses.
En 2003 circulaba como novedad editorial en las librerías de Lima el libro Mateo Diez (Ramón Campodónico editor, Lima, 2003), donde Pedro Salinas denunciaba las prácticas sodálites. El hecho de que el testimonio se presentara en forma novelada y modificando algunos de los nombres y circunstancias reales, que sin embargo eran perfectamente identificables, en principio restaba fuerza a la denuncia a diferencia de lo que ocurrió con El Legionario, de Espinosa, pese a que los hechos narrados por Salinas no eran menos estremecedores. Sin embargo, a semejanza de lo ocurrido en el caso de los Legionarios, ha habido también varias denuncias públicas y pormenorizadas contra el grupo, en especial de padres de familia que han visto cómo los sodálites son capaces de anular la capacidad de decisión y la conciencia crítica de sus vástagos y separarlos de sus familias.
Por otro lado, algunas diferencias importantes entre el desarrollo de los sodálites y de los legionarios ilustran el grado de injerencia del clero en los asuntos políticos en distintos países. En el México de 1941, cuando Maciel fundó su grupo, la intelectualidad progresista era marcadamente anticlerical, especialmente luego de las llamadas guerras cristeras que a lo largo de los años 20 y 30, habían ensangrentado regiones del país por la defensa de los intereses terrenales del clero contra la política liberal de los gobiernos mexicanos. Maciel proviene de una familia y de una región, el estado de Michoacán, vinculada a esas luchas, de donde proviene la mística de los Legionarios. En aquel tiempo, en que México se alineaba decididamente contra las potencias del Eje y su ideología, la ley desconocía cualquier personalidad jurídica a las asociaciones religiosas, México no mantenía relaciones con el Vaticano, no se permitía formalmente la educación religiosa ni siquiera en las escuelas privadas, aunque se toleraba, y ni siquiera estaba permitido a los sacerdotes vestir sus hábitos en público, de tal suerte que si bien Maciel llegó a adquirir una gran influencia en círculos políticos y financieros fue a pesar de una marco jurídico y una tradición política que se oponían a las pretensiones temporales del clero, quizás por eso, a la vez que por los propios resortes de su espíritu, sus abusos se detuvieron en el nivel de los abusos más íntimos y secretos.
Por el contrario, el Sodalicio, fundado en 1971 en plena guerra fría, cosechó los frutos del desmesurado poder del clero en Perú, lo mismo que en otros países de América Latina, avalado por las leyes y prácticas de esas naciones, al grado de que hay una larga serie de prebendas económicas y de otro tipo para el clero, que promueve sus intereses políticos abiertamente incluso en el Ejército, además de que las relaciones con el Vaticano están regidas por un concordato, y ha habido en los primeros niveles del gobierno personajes como Fernando Carbone y Luis Solari de la Fuente que abiertamente proclaman un conservadurismo extremo, de cuyo debilitamiento es señal la renuncia, forzada o no, del cuestionado fundador de los Legionarios.
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