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Iglesias y sociedades secretas
Las Iglesias son actores de primer plano en las relaciones internacionales, al igual que los Estados y las transnacionales. El reconocimiento de una autoridad religiosa común constituye a menudo un vínculo mucho más fuerte que la nacionalidad y proporciona espontáneamente acceso a alianzas políticas y militares. La fe religiosa, como todas las demás convicciones personales, determina también el sentido del sacrificio y, por lo tanto, el valor de los combatientes. En el plano interno, las Iglesias minoritarias y cofradías o hermandades secretas pueden mostrarse especialmente ambiciosas en la conquista del poder. Y lo ejercen de manera muy equilibrada cuando están bien integradas a su entorno, pero también pueden proporcionar colaboradores muy útiles a un ocupante cuando se ven rechazadas.
En efecto, como cualquier otra asociación, las Iglesias pueden reclamar posiciones políticas y aconsejar a sus miembros. Pero son especialmente propensas a salirse de ese marco legítimo y a tratar de imponer su propio orden al resto de la sociedad, suscitando así los peores enfrentamientos. Para garantizar la paz civil, la tolerancia religiosa no debe limitarse al derecho de cada cual a practicar su religión, a condición de que ello no afecte el orden público, sino que debe incluir también el derecho del prójimo a no profesar ninguna religión y a criticar las creencias de los demás.