Unir la insurrección espontánea y la multiplicidad de organizaciones, creando un proyecto unificado de nación: ese es el principal desafío de la sociedad haitiana, con el que concuerdan integrantes de los más diversos grupos políticos: las entidades Papda y el Instituto Cultural Karl Lévêque (ICKL), las organizaciones campesinas Movimiento Campesino de Papaye (MPP) y Tet Kole Ti Peyizan Ayisyen (en criollo, Cabezas Coladas de Pequeños Campesinos Haitianos), además de sindicatos, asociaciones de barrio y movimientos feministas.

Ellos están evaluando que el proyecto unificado es fundamental para impedir que las movilizaciones populares del país sean manipuladas por grupos políticos tradicionales o personas que quieran proyectarse en el escenario político nacional. Temen que las asociaciones locales y regionales se conviertan sólo en masa de electores para el pleito presidencial de noviembre.

Para la unificación, sin embargo, necesitan vencer una serie de enemigos de gran porte. En primer lugar, la fragmentación de las luchas. En segundo, la captación de líderes sociales por el gobierno e instituciones internacionales. En Haití, faltan cuadros políticos, o sea, personas que puedan ayudar a las organizaciones a desarrollar estrategias y acciones de reivindicación y lucha. En tercer lugar, está la miseria de la población, que impide que la mayoría de las personas, aunque tengan interés, puedan participar de reuniones, pues están ocupadas en buscar alimentos. Por último, la confusión política que se abate sobre Haití.

A partir del alejamiento de Aristide de la presidencia del país, en 2003, después de la movilización de cientos de miles de haitianos, que repudiaban su política económica, los referentes políticos tradicionales desaparecieron. El partido Lavalas, de Aristide, fundado como una agremiación de defensa de los intereses populares, desapareció del escenario político - y es considerado un traidor de la lucha social. Los partidos de derecha, actualmente en el gobierno, mantienen una estrategia de poco contacto con la población. Otras agremiaciones surgen, varias de izquierda, una de éstas financiada por el Partido de los Trabajadores (PT) de Brasil, pero que no tiene apoyo social.

Ante esto, la población se ve a merced de las cada vez más presentes organizaciones delictivas, armadas por Lavalas para desestabilizar al gobierno actual, y que generan olas de terror. Las fuerzas de la ONU no intervienen y el gobierno, débil y sin legitimidad, no sabe qué hacer.

El desafío, lanzado por los integrantes de los movimientos del país, recae sobre ellos mismos. De esto depende el surgimiento del Ayiti.

Adital