Dicen que no hay nada más sin apuro que un pueblo haciendo su historia. A Washington se le cayó otro peón: desde el primer día de este mes 170 años de gobiernos elitescos cayeron en el pequeño Uruguay -"el paisito"-para dar pie a la esperanza de un pueblo que por la vía democrática se decidió a romper con las viejas estructuras y recobrar su esperanza, su alegría.
Desde el Maracanazo de 1950, el pueblo oriental no vivía una jornada de tanto fervor y esperanza, acompañado por los gobernantes de otros países hermanos -Lula, Chávez, Kirchner- que también han optado por pagar la deuda social antes que la externa, de privilegiar a sus pueblos antes que los dictados del hegemonismo neoliberal.
Montevideo fue una fiesta y Hugo Chávez fue parte de ella, sobre todo en su continuado llamado -Gigantinho en Porto Alegre, Teatro Ateneo de Buenos Aires- a la unidad y, sobre todo, a la clara identificación del enemigo común.
Desde Montevideo, Chávez enfatizó que forman parte de las amenazas de Estados Unidos contra su gobierno los rumores de un posible golpe de Estado, hecho aunado tanto a la presencia de un portaviones de Estados Unidos con un contingente de mil marines en la caribeña isla de Curazao, como a los planes contra su vida. "Si algo llega a pasarme hay un responsable en este mundo, que se llama George W. Bush", afirmó sin rodeos. Los rumores ponían el epicentro de la "conspiración" en Maracay. Lo único cierto es que los problemas de seguridad del Presidente se acrecientan a medida que crece la virulencia de las amenazas.
En Montevideo, Chávez advirtió, asimismo, que en caso de alguna agresión a su país -como ocurriera contra República Dominicana, Haití, Granada, Guatemala y Panamá-, comenzaría "la guerra revolucionaria del siglo XXI".
Poco antes, jugando (en un bingo clandestino de Baruta) unos millones de bolívares -seguramente parte del financiamiento recibido para conspirar- Carlos Ortega, representante de una burocracia sindical en decadencia y sin credibilidad y corresponsable del golpe de Estado y el paro-sabotaje petrolero del 2002, caía preso, dejando en claro que otra conspiración estaba en marcha. Como siempre, financiada desde donde todos sabemos y alentada por medios de comunicación locales y foráneos (incluyendo a algún poco ético corresponsal extranjero).
Las estrategias mediáticas de desestabilización no son nuevas en Venezuela: buscan crear miedo, rabia y justificar golpes de Estado, magnicidio, invasión. El vocabulario utilizado es el de la especulación: Chávez es cómplice de terrorismo, es una amenaza, exporta su revolución. Quizás la respuesta a estos devaneos que vienen siempre con la impronta de alguna declaración de algún funcionario estadounidense esté en la credibilidad que el jefe de estado venezolano encuentra en los pueblos hermanos que visita.
¿No será que cada vez que se ponen a andar estas especulaciones crece la credibilidad de Chávez?
Antes de partir a la India, Chávez insistió en la necesaria unidad de los pueblos latinoamericanos: "estamos proponiendo la elaboración más detallada de un plan estratégico para la integración y se debe pensar para dentro de 20 años. Eso es lo que hace falta para concretar la unión, es decir, un proyecto más claro, más sólido y completo".
"Los pueblos intuyen, miran, descubren y actúan en masa. Eso es lo único que puede cambiar la historia, un pueblo consciente y en movimiento como el que se manifiesta en América del Sur. Con un buen plan, fuerzas sociales y políticas organizadas que luchen por esa causa, es posible hacer la historia", agregó.
Citó como ejemplos concretos para articular esta unión, a TeleSur, PetroSur y el Banco del Sur y propuso integrar una instancia de defensa y de soberanía suramericana, lo cual amerita revisar el tema militar y pensar en una Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN), no existe la Organización del Atlántico Sur (OTAS).
Los acuerdos de Montevideo, la declaración conjunta con Brasil y Argentina (la troika sudamericana), deja en claro un rompimiento con quienes insisten en el hegemonismo o en que otro mundo es posible. Para nosotros, los países en desarrollo -y en especial los latinoamericanos y caribeños- otro mundo es imprescindible y cada día lo estamos tratando de construir, cada uno de nuestros países y todos nuestros pueblos juntos.
La decisión conjunta es la de avanzar unidos, con decisiones políticas al más alto nivel, que abarcan desde la cooperación y la complementación hasta la decisión de que nuestros pueblos tengan voz e imagen propia, con la puesta en marcha de este primer proyecto mediático contrahegemónico que es La Nueva Televisión del Sur, TeleSur.
Tras la escalada colombo-estadounidense con el secuestro de Granda en Caracas -que terminó con la laberintitis de Álvaro Uribe y un implícito pedido de disculpas- y nuevos intentos de Washington por aislar a su gobierno, Chávez anunció también la celebración de una reunión con los presidentes de Colombia, Brasil y España (José Luis Rodríguez Zapatero), en algún lugar de la frontera venezolano-brasileña, a propósito del viaje que cumplirá el jefe del gobierno español a Venezuela y Colombia a fines de este mes.
Decíamos que este debe ser un momento difícil para un gobierno que ya cumplió seis años, prácticamente desaparecida la oposición del escenario político. Pasó, aparentemente, la hora de la confrontación -sin perder la perspectiva del permanente intento mediático de desestabilización- y llegó la hora de gobernar, de satisfacer las expectativas del pueblo, de saldar la enorme deuda social acumulada por dos siglos. Ahora debiera haber tranquilidad para planificar, para repensar la Venezuela del 2020, que debe comenzar a construirse ya.
Sabemos que dentro de las estructuras del capitalismo, del neoliberalismo, es imposible construir un país soberano. La única vía es la propia: la de vernos con nuestros propios ojos y vislumbrar un camino común con nuestros hermanos latinoamericanos y caribeños.
El propio Presidente ha denunciado la ineficacia, la ineficiencia, la corrupción. Decir más es abundar en lo que todos conocemos y a lo que todos tememos. Signos alentadores son la decisión de auditar lo realizado en Vargas y en Citgo, la investigación penal por presuntas irregularidades en algunos núcleos de Mercal.
El empoderamiento del pueblo también conlleva la contraloría social, no solo declamativa sino efectiva. Y llama la atención que haya gente que crea que ocultando errores o descalificando llamados de atención, está ayudando a la revolución bolivariana. Revolución es cambio cultural. Aquellos que no entiendan eso, hoy son rémora para los cambios y para el desarrollo.
Gobernar significa limpiar las policías y generar riqueza y bienestar para las grandes mayorías. El empresariado parece ahora haber entendido que hay un gobierno que debe poner los marcos de referencia (y no por ello es antagónico a sus intereses) y buenos sectores del mismo ha comenzado a transitar los puentes tendidos. Ahora es necesario, también, contar con un sindicalismo nacional y defensor de los derechos de los trabajadores, lejos de cúpulas burocráticas y a veces hasta antinacionales.
Gobernar significa institucionalizar los cambios: convertir las estrategias de emergencia en planes de desarrollo social. Inventamos o erramos: tomemos el primer camino; tenemos demasiada experiencia en el segundo. Gobernar significa también rescatar la memoria y las palabras, no confundir -ni disfrazar- el viejo desarrollismo con desarrollo endógeno o sustentable. Los cambios en la estructura de los ministerios deben repercutir en este sentido.
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