La noticia de la semana ha sido la denuncia del Presidente Hugo Chávez de que su gobierno tiene pruebas de un plan de EE.UU. para agredir a Venezuela, sin descartar el magnicidio. Aun cuando reaccionaron al principio tímidamente, los medios venezolanos -en particular los hostiles al proceso bolivariano, que son la gran mayoría- no han podido eludir la acusación, ni las declaraciones de numerosas personalidades de la vida política del país, que advierten una injustificable maniobra de “propaganda sucia” en publicaciones y televisoras norteamericanas.
Ante la opinión pública internacional, se intenta grabar el mensaje de que Venezuela ha ingresado en una carrera armamentista, por su decisión de comprar armas a Rusia, Brasil y España, y que el 2005 es el año definitivo para que el gobierno de Bush ponga punto final a la desobediencia de Hugo Chávez.
Con semejante temas en el candelero y un entrevistado excepcional, fue inevitable hablar de actualidad, aun cuando el diálogo se concilió previamente para convocar los recuerdos de los primeros años de conformación del Movimiento Bolivariano Revolucionario-200, del cual fue fundador el General de División Raúl Isaías Baduel, Comandante en Jefe del Ejército venezolano.
En su despacho en el Fuerte Tiuna confirmamos algo que no parece ser todavía muy evidente para los analistas de los diarios locales: los intercambios entre Washington y Caracas no son una confrontación retórica entre el poder unipolar y la Revolución. Lo que se está dirimiendo públicamente hoy es un nuevo plan subversivo contra Venezuela. Solo que el criminal, esta vez, fue descubierto en plena comisión del delito.
La escuela de las Américas
- ¿En qué momento de su vida en el Ejército venezolano comenzó usted a distanciarse de la doctrina militar norteamericana?
- Desde que estábamos en la Academia Militar discutíamos con enorme preocupación el tema del intercambio militar entre el Ejército norteamericano y venezolano. Esa relación, de manera evidente, estaba dirigida a captar, cooptar y subordinar a los oficiales de nuestra Fuerza Armada de acuerdo con los intereses de EE.UU., dejando en un segundo plano los de nuestro país. Uno notaba eso, particularmente, en los mandos superiores. Y los años que han pasado nos han dado la razón. A medida que ha ido transcurriendo el tiempo se hicieron más evidentes los nexos de los oficiales venezolanos con el Ejército de EE.UU. y sus Agencias de Seguridad.
Lo vimos con total transparencia durante el golpe de Estado de abril de 2002.
“Pertenezco, además, a una generación que vio con simpatías la Revolución cubana y a sus figuras emblemáticas -Fidel, el Che-. Independientemente de que no pudiéramos comulgar con sus posiciones ideológicas, sí había una comunión en torno a sus ideales de dignidad. La dignidad es un concepto que, a veces, no se digiere muy bien en otras partes del mundo, pero que ocupa un lugar preeminente en nosotros y no te hablo solo de los venezolanos, sino de esta raza cósmica de latinoamericanos y caribeños que somos. Quien no entiende eso, tampoco puede valorar en toda su dimensión las amenazas que se ciernen sobre nuestros países con las pretensiones hegemónicas de EE.UU.”
- ¿Qué influencia tuvo en su formación el curso que recibiera en la Escuela de las Américas, conocida como “la base más grande de desestabilización en el continente”?
- Pasé en 1993, durante un año, un curso de Comando y Estado Mayor en la Escuela de las Américas, en Fort Benning, Georgia. La Escuela tiene su historia tenebrosa pero, para ser justo, no noté en ese curso ese ambiente de instrucción gorila que se le adjudicaba, probablemente con toda razón. Su período más siniestro fue cuando estuvo ubicada en Panamá, cuando fue la puerta de entrada de esa enorme penetración norteamericana en nuestros ejércitos. Recuerdo muy bien de los días en que estudié allí, las continuas protestas frente la Escuela. Hasta mancharon de sangre (tinta roja) la fachada del edificio.
- Claro, en ese año se dio a conocer el Informe de la Comisión de la Verdad de la ONU; donde aparecieron unos los nombres de decenas de oficiales centroamericanos implicados en los espantosos crímenes de la guerra en El Salvador. Más de dos tercios de los militares mencionados en el reporte fueron egresados de la Escuela de las Américas.
- Había mucha polémica entonces y nosotros estábamos al tanto de ellas. Pero para ser justo, yo no percibí en ese año que permanecí allí señales de que los oficiales fueran entrenados para torturar o inducirnos a otros actos criminales. Sí puedo decir que algunos compañeros norteamericanos, con quienes cultivé una buena amistad, me alertaron, casi al final del curso, de que yo había sido sujeto a una permanente vigilancia durante toda mi permanencia en ese país, por mis antecedentes de oficial rebelde, vinculado al Movimiento bolivariano.
Bloque regional de poder
- Hay una propuesta presenta en circuitos alternativos sobre la posibilidad de integración militar en un Bloque Regional de Poder. ¿Algo así puede ser viable?
- Es el proyecto de Heinz Dieterich, un amigo que me ha invitado a algunos eventos internacionales sobre este tema a los que no he podido asistir, y ha estado trabajando con el General René Vargas Pazos, de Ecuador. Me escribe a menudo. Le he dicho que para mí este tipo de integración es necesaria, siempre dejando a un lado toda concepción militarista que signifique agredir y pisotear la dignidad de otros pueblos. Debemos integrarnos en los ámbitos que nuestra Constitución nos impone, entre ellos en los aspectos de la Seguridad Nacional, que desbordan los asuntos puramente militares, y tienen que ver con la existencia del Estado Nación mismo.
Ya se dice que de las 100 más grandes economías del mundo, 51 no son países, sino corporaciones. Por eso se habla del crimen cor! porativo y los depredadores corporativos, en el contexto de una tendencia que empieza a desconocer la soberanía de las naciones y deslegitimar los sentimientos nacionalistas. Ante eso, es imprescindible dar pasos ciertos en la integración en el frente económico, político, social, cultural, científico, ambiental, geográfico y militar.
- ¿No será más prudente concentrar las fuerzas en la integración económica de nuestros pueblos, apoyando el ALBA, por ejemplo, que es a todas luces un proyecto muy esperanzador y viable para mejorar las condiciones sociales de los países latinoamericanos?
- Es obvio. Creo que debemos abrir una discusión para definir a qué le damos prelación. A mi juicio la lucha por nuestra independencia económica, vinculado a lo político y lo social, debe ser nuestro objetivo principal. El ser humano es el capital más preciado que tenemos y esa es nuestra prioridad.
Le digo una cosa, y no es para congraciarme con usted porque viene de Cuba: ¿cuánto ha avanzado la Isla en materia de educación? Muchos de los graves problemas de nuestros países provienen de la ausencia o el deterioro de la educación, pero de la posibilidad de que todos accedan a ella provienen las soluciones para nuestros pueblos. Esto es fundamental, y lo digo sin ánimos de polemizar con el amigo Heinz.
El magnicidio es una opción para EE.UU
- La noticia en estos días es la denuncia de la posibilidad de que pueda ser ejecutado un magnicidio en Venezuela. ¿Lo considera usted posible?
- Nosotros hemos estudiado el escenario actual en que tiene lugar nuestro proceso y estamos seguros de que esta es una opción a la que perfectamente Estados Unidos pudiera recurrir. Es, tal vez, la única opción que falta por aplicar en un contexto donde se han agotado ya casi todos los recursos para vulnerar la Seguridad y la Defensa del país.
- ¿Cuáles son las otras opciones que ya han aplicado o están aplicando?
- En primer lugar, la “guerra de cuarta generación”. Cuando la perspectiva del tiempo permita analizar lo que ha venido pasando en nuestro país desde 1999 para acá, veremos todavía con mayor claridad que hemos padecido a fondo ese tipo de guerra alentada y financiada por Estados Unidos...
– Donde se aplican todos los métodos aplicados ya en América Latina con la “guerra sucia”...
Efectivamente. Una guerra donde ya no es necesario que dos bandos, con armas convencionales, se enfrenten en un teatro de operaciones. La historia de Venezuela en los últimos seis años es la de esa panoplia, la de eso que se ha dado en llamar también “conflicto asimétrico”, que no es un concepto nuevo, pero que hemos visto aquí de modo muy claro: no sólo los informativos de televisión pueden volverse un arma operativa más poderosa que la divisiones armadas sino que, además, se desvanece la distinción entre guerra y paz, y los frentes o campos de batalla se vuelven indefinibles. No es casual que en nuestra Constitución se haya incluido un precepto de corresponsabilidad entre Estado y la Sociedad en todo lo relativo a la Defensa de la nación.
Otro escenario que hemos analizado es el del Golpe de Estado. Ironizo a veces un poco, cuando abordo el tema, y digo que los fallos del Tribunal de Justicia con respecto a los hechos de abril del 2002, nos puso en una situación sui generis: tendremos que inventar una nueva teoría del Derecho para calificar acciones de esa naturaleza, con un novísimo glosario de términos, porque al Golpe de Estado ya no es tal, de acuerdo con semejante decisión.
“Y aún así, las pruebas de la injerencia de EE.UU. en los incalificables sucesos del 11 de abril son abrumadoras. Nosotros, en la 42 Brigada de Infantería de Paracaidistas, en Maracay, logramos recopilar muchas evidencias de esa participación, durante los hechos de abril y después de estos, porque mucha gente creyó que éramos un canal apropiado para hacer compromisos con los golpistas y nos dieron información y tenemos evidencias de la participación norteamericana en los incidentes de esos días. Aquí, en Fuerte Tiuna, hay pruebas más que suficientes de ingreso a los cuarteles y participación de oficiales de la Misión militar terrestre de Estados Unidos en Caracas...”
- Se publicaron los nombres de algunos: el teniente coronel James Rodgers, asistente del agregado militar, y el coronel Ronald McCammon, oficial de Inteligencia, estuvieron celebrando la “victoria” con los militares golpistas, en la Comandancia del Ejército, el mismo 11 de abril. Sin embargo, EE.UU. lo negó categóricamente...
- Sí, pero están los registros de las entradas y salidas de Fuerte Tiuna. Eso no lo pueden borrar, además del testimonio de quienes los vieron. Hay pruebas, también, de la presencia de navíos y aeronaves norteamericanas en territorio venezolano. Quien conoce mínimamente de radares, sabe que esos registros no se pueden inventar, a lo que se suma que nuestros radares fueron instalados por Estados Unidos. Saben perfectamente de qué estamos hablando y que no mentimos. Mira, circula hasta un chiste en torno a todo eso: “¿Por qué no ha habido un Golpe de Estado en EE.UU.? Porque en ese país no tienen embajada americana.”
- Si se mira con propiedad lo ocurrido en abril de 2002 en Venezuela, se podría afirmar que ya se intentó el magnicidio.
- Por supuesto. El primer objetivo de todo Golpe de Estado es deponer al Presidente por vía violenta. Si se repasa la historia de América Latina se encontrarán no pocos hechos de esta naturaleza donde Estados Unidos ha participado, con éxito. Algunas veces lograron matar a los presidentes, pero en ocasiones no hace falta desaparecer físicamente al Jefe de Estado para asesinarlo políticamente.
No es un crimen matar a un presidente
- Es pública la orden ejecutiva del Presidente Bush, firmada después del 11 de Septiembre, que le da a los agentes de la CIA la autorización legal y ejecutiva para matar a los líderes “terroristas” en virtud de “la Seguridad Nacional” de EE.UU. Recuerdo las declaraciones a la agencia AP, en octubre del 2003, del entonces embajador norteamericana en Caracas, Charles Shapiro: "No es necesariamente un crimen matar a un presidente...”
- Es una práctica y una moral muy particular de la cúpula gobernante de EE.UU. Nosotros diferenciamos muy bien al gobierno de ese país del pueblo norteamericano, que es muy noble y yo puedo dar fe de eso, porque guardo los afectos de amigos norteamericanos, particularmente de algunos paracaidistas. Pero, sin dudas, esta práctica hace recordar aquella frase de Ortega y Gasset: “Los Estados Unidos de Norteamérica predican una moral que no practican”.
Eso tiene mucho que ver también con un tercer escenario que hemos evaluado en relación con Estados Unidos: la posibilidad de que instiguen una guerra regional como extensión de los conflictos internos de los países vecinos, en particular de Colombia. Nosotros teníamos y tenemos justo derecho y razón de aducir ante las instancias internacionales que Venezuela ve con preocupación el apoyo abrumador y el desequilibrio enorme en cuanto a poder relativo de combate que ha creado e incentivado aún más EE.UU. en Colombia, particularmente a partir de la puesta en vigor de la Ley Patriótica.
- El tema de la compra de armas de Venezuela ha levantado una campaña de satanización contra el gobierno bolivariano dentro de Estados Unidos, y algunos analistas opinan que no es casual que se haya presentado ante el Senado un proyecto de ley que autoriza al Departamento de Estado a acelerar los esfuerzos globales para eliminar y controlar armas convencionales.
- Afortunadamente se han levantado también algunas voces sensatas en Colombia que han declarado que entienden que Venezuela invierta en la protección de sus fronteras. Es muy cínico todo el discurso norteamericano en torno a la militarización de Venezuela, que no es nuevo. Durante el curso en la Escuela de las Américas, recuerdo que una mujer afroamericana, general de tres estrellas y asesora del Presidente Clinton en asuntos de Seguridad, nos dio una conferencia en la que habló de la región en términos inaceptables. En el año 93, esa señora estaba diciendo las mismas cosas que se están repitiendo ahorita. Me vio obligado a responderle.
- ¿Qué le respondió?
- La conclusión de ella era más o menos así: “pobrecita Colombia, que vive al lado de Venezuela y no se puede mudar”. Dijo, por ejemplo, que las tensiones en la frontera de Venezuela y Colombia se debían fundamentalmente, a que nuestro país era el gran suministrador de armas de los factores generadores de la violencia en Colombia, en particular de la guerrilla, de quienes éramos refugio y santuario. Cuando habló del tráfico de droga, también responsabilizó a Venezuela como gran abastecedora de precursores químicos para el tráfico, además de ser un paraíso para el lavado de dólares y una vía privilegiada para el envío de la droga a otros países, en particular hacia EE.UU.
Y que Venezuela no definía claramente su posición en relación con la guerrilla. Yo me paré y rechac! é eso, por supuesto aclarando que no hablaba a nombre del gobierno de mi país. Dije que lamentábamos mucho el problema interno colombiano, que deseamos, por los nexos históricos de nuestros dos pueblos, que se solucionara ese conflicto, pero semejante decisión le compete solo a los colombianos.
Venezuela sí puede reclamar no ser blanco y víctima de las acciones de esos grupos violentos. En una ocasión le escuché al Presidente Uribe reconocer que Colombia tiene el deber -y me parece justo- de proteger esos corredores por donde se desborda la violencia hacia Venezuela. Nuestro país también debe protegerse y es lo que estamos haciendo. Lo que llama la atención es por qué nos cuestiona tanto nuestro derecho a proteger nuestra soberanía, y la razón es conocida: se quiere aprovechar ese conflicto como casus bellis para intervenir en nuestro país.
“Esto es muy peligroso. Ya le digo: vengo oyendo este discurso en instancias oficiales de EE.UU. desde hace más de diez años y también, esas llamadas para que nos involucremos en ese conflicto, lo cual sería un grave error. Repito: nosotros defendemos el principio de autodeterminación y soberanía de los pueblos. Colombia es un pueblo hermano y nos duele su situación, pero son ellos quienes tienen que resolverla.”
- El Caso Granda es un ensayo de cómo EE.UU. pueden generar un conflicto, ¿o no?
- Sí, absolutamente. ¡Dios nos libre de que caigamos en ese juego perverso!
“Enemigo ficticio”
A raíz de la denuncia del Presidente Hugo Chávez de una conspiración en EE.UU. para asesinarlo, sectores de derecha dentro y fuera de Venezuela han reaccionado diciendo que el gobierno bolivariano ha creado un enemigo ficticio para obtener de ello beneficios políticos y que es pura paranoia la discusión sobre una posible intervención norteamericana.
- ¿Usted qué cree?
- En medio de estos otros escenarios hostiles, hemos evaluado también la posibilidad de la intervención militar. No es una paranoia nuestra. Los ejemplos de intervenciones militares dirigidas por EE.UU. y su coalición están frente a nosotros, en el Oriente Medio, en un contexto en que las instancias internacionales no son un factor de contención. No hace falta un mandato del Consejo de Seguridad de la ONU para intervenir en cualquier parte del mundo.
Cuando oigo hablar aquí a esos muñecos de ventrílocuo que repiten lo que dicen otros -por ejemplo, eso de que vamos hacia el militarismo-, les pido que revisen textos de catedráticos en la materia, como Samuel Huntington, Noam Chomsky, John Berger y otros muchos teóricos que han profundizado en los conceptos del militarismo y el pretorianismo.
Léase lo que han escrito estos prestigiosos profesores -casi todos norteamericanos- y compárese con la situación venezolana, y se verá muy claramente quiénes son los militaristas y pretorianos, si los que cumplimos con nuestro deber, o los que se fueron un día a un espacio público a exigir, en nombre de la libertad y de la democracia, la conciliación con las posiciones norteamericanas.
La guerra de cuarta generación es eso: neutralizar a la población a través de los medios en su poder, convenciendo a nuestro pueblo y al mundo de que la Venezuela de Hugo Chávez se ha convertido en un Estado forajido.ç
No sé si le conté antes que durante los hechos de abril de 2002, un periodista francés fue a entrevistarme a Maracay. Trabaja para una televisora y es un experto corresponsal de guerra que ha reportado desde muchos escenarios bélicos. Me dijo que había salido de Francia convencido de que encontraría aquí un país en guerra civil y me mostró los despachos de prensa, donde se decía que yo, el General Baduel, andaba masacrando al pueblo. Se hablaba también de paracaidistas atacando a unidades militares y a la población civil. Y me comentó con vehemencia: “Yo lo que he visto aquí es todo lo contrario: un pueblo que exige el regreso del Presidente de la República, que irrumpe en un cuartel y no se le reprime en lo absoluto.”
“Desgraciadamente, todo el mundo no puede venir a Venezuela a convencerse por sus propios ojos de lo que está pasando.”
- General, sin dudas la situación interna es otra, si se le compara con el año pasado: de mayor estabilidad política, de fortalecimiento de la Revolución. Hasta los propios opositores han reconocido su derrota. Sin embargo, las autoridades norteamericanas han comenzado el 2005 tildando a Venezuela de “amenaza regional”, gobierno “inestable”, suplidor “inseguro” de petróleo.
- Por mi condición de soldado en actividad, debo ser cuidadoso de no incurrir en valoraciones que puedan tener alguna connotación de parcialidad política. Pero como soldado que tiene el honor en este momento de conducir los destinos del Ejército venezolano, no podemos dejar de valorar las amenazas que se ciernen sobre el aseguramiento de los supremos objetivos e intereses del Estado venezolano. Nosotros estamos en consonancia con lo que ha planteado el señor Presidente Hugo Chávez, en el uso de atribuciones como Jefe de Estado y como Comandante de la Fuerza Armada Nacional, un cargo que legítimamente el pueblo le confirió.
A fines del año pasado, el Presidente ha dictado el nuevo mapa estratégico para la conducción del Estado venezolano, y allí ha delineado un objetivo que nos toca a nosotros de manera directa y que nos ha encargado profundizar y acelerar la conformación de la nueva estrategia militar venezolana, de donde se desprenden tres líneas estratégicas: el fortalecimiento del componente armado -eso no significa caer en una carrera armamentista-, de la unión cívico-militar y de la reserva. Este es un mandato que nos ha dado el pueblo, resumido en el artículo 3.28 de nuestra Constitución. Allí los venezolanos nos dieron un “para qué”, que se traduce en estos términos: para garantizar la soberanía y la independencia de la nación, y para asegurar la integridad del espacio geográfico.
También, nos dio un “cómo”: la defensa militar, la cooperación en el mantenimiento del orden interno y la participación activa en el desarrollo nacional. Esas tres misiones deben estar en un equilibrio dinámico y le aseguro que el sentir más profundo de los soldados de este país es que, más que administradores de la violencia legal y legítima del Estado venezolano, somos propulsores de la paz, generadores de sosiego social.
"El Ejército venezolano y las otras fuerzas hermanas no son una amenaza en la región. El gobierno de EE.UU. lo sabe perfectamente. Serían, en todo caso, un muro de contención para el que intente subvertir los sagrados objetivos que nos ha confiado nuestro pueblo.”
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