Lo que se ve desde abajo o desde arriba o desde la izquierda o desde la derecha no son verdades absolutas. Son absolutamente relativas pero tienen el mérito de poner en evidencia el punto de vista desde donde se mira. Y desde donde se mira, siempre es cierto; aunque no sea la verdad. Pero son la sabiduría del debate y la reconstrucción de los hechos, como aproximar la verdad se puede.
La clásica fotografía periodística ilustra aquello: un líder estudiantil asesinado en la tribuna, lanzando el micrófono hacia adelante, con chispazos de sangre en la frente y el cuerpo cayendo de espaldas, en medio de una trifulca. Cuatro testigos ven a cuatro diversos asesinos. Todos disparan o apuntan en ese instante y al parecer en esa dirección, afirman, aunque ninguno resiste las preguntas minuciosas del juez. Luego, Medicina Legal establece que el ángulo del disparo tuvo que venir de la tercera ventana del quinto piso del edificio de enfrente. Nadie lo vio; pero allí se encuentran los rastros de pólvora.
Veamos la economía desde abajo y desde la izquierda, y póngale atención a los caídos y de dónde vinieron los disparos. Pero al final, ate cabos, señor juez, entre el primero y el cuarto y quinto puntos para que establezca señor los móviles del hecho -¡sin plusvalías ni extorsiones; más aún, sin trabajadores de por medio! Cosa insólita y grave: el matón anda suelto.
1. La pleamar flotante. Desde los años sesenta se prenden las alarmas porque se constata el acelere de la migración de los campesinos hacia las ciudades, mientras la industria urbana camina a pasode pato. Es entonces cuando la Revolución Cubana obliga a los gringos a otorgar “el derecho a industrializarse”, como lo reclama la Cepal*. El Plan Decenal Industrial 1960-1970 desborda en siete años sus metas y se prepara otro programa sobre industrias de bienes intermedios. Pero su paralela, la reforma agraria, naufraga. En el Congreso, Nacho Vives le baja los humos reformistas a Carlos Lleras. Luego, líderes del latifundio valluno y costeño amenazan con guerra civil. El éxito industrial acelera más la migración campesina, y el desempleo urbano se acrecienta. Es la llamada Paradoja Todaro: mayores oportunidades de empleo en las ciudades, mayor desempleo. Es el famoso demógrafo Álvaro López Toro quien la explica. Es quien prende las alarmas. A cada cual sus méritos.
Con la frustrada victoria del general Rojas, el gobierno de Pastrana acoge el Plan Currie de Urbanización y Vivienda. Su tesis central consiste en que esos son los sectores que generan más empleo urbano no calificado. Inclusive, se atreve a plantear que es menester acelerar la migración campesina. Expertos internacionales lo califican de “irresponsable social”. López Toro, Premio Póstumo Nacional de Ciencias, en el colmo de la humillación, sesuicida (1971). Currie monta en cólera y va más allá: propone el desmonte de la reforma agraria. Los partidos políticos lo ejecutan mediante el Pacto de Chicoral (1973).
De 1970 a 1990 campea el Plan Pastrana-Currie, con planes menores que sólo se refieren al plan presupuestal de gobierno, sin interesar notablemente el resto de la economía. La migración campesina sigue su aceleración, aunque las tasas de crecimiento de la población empiezan a ceder.
Con el advenimiento del neoliberalismo, en los 90, la apertura económica de Hommes-Gaviria golpea con rudeza al campo. En los primeros años se dejan de cultivar cerca de 300.000 hectáreas. Con algunas enmiendas que se deben al gobierno de Samper, se vuelven a recuperar lentamente, pero la migración tiene que apretar su paso.
Entre 1997 y 1999, los tecnopolíticos del Banco de la República aplican el matracazo, como traduce la therapie schok el actual Ministro de Hacienda, o sea, la restricción monetaria para comprimir la inflación. En efecto, la inflación se desploma y la economía también. El desempleo abierto, el que miden las encuestas del Dane, se dispara. Lentamente empieza luego a ceder, pero gran parte se debe a que crece el desempleo disfrazado, el rebusque. Las empresas quebradas por la apertura económica no reabren sus puertas. La construcción crece a ratos; la minería del carbón y del petróleo, que poco empleo da y poco nos deja, sostiene el precario crecimiento de la economía, del PIB.
Las ciudades viven ahora su pleamar del rebusque, y si las cifras de la economía informal del Dane no convencen, basta contemplar el guerreo creciente de los vendedores ambulantes sobre el espacio público urbano y el brutal hacinamiento de las cárceles, pese a la rápida liberación de los detenidos por delitos menores. Las familias desplazadas también ponen su cuota, aún contando el nefasto empleo generado por el narcocultivo y los alzados en armas. ¿Medio millón de personas activas?
2. Bogotá sin Hambre. Ese es el programa bandera del alcalde Lucho Garzón en Bogotá. Es una continuación y una profundización de la Red de Solidaridad Social del presidente Samper. Está en paralelo con la consigna de “inversión social” del presidente Uribe.
Y ¿quién dijo que la ayuda a los pobres era demagogia? Pura e infinita no; pero al menos tímida, abúlica o perezosa. Porque cogida de la mano de la pleamar del rebusque -como empleos fugaces, degradados, de poca productividad y peor remuneración- va la creciente hambruna. ¡Cómo quieren que la economía crezca -exclaman indignados los de arriba- si los colombianos reducen sus consumos! ¿Será que ahorran? Pero el ahorro personal también se desploma. ¿Entonces, dónde está la plata? (consumos suntuarios importados). Póngale la firma. Especulación financiera. Póngale la firma. Además, cuál plata, si tras el tramacazo monetario el Bancode la República suelta dinero a cuentagotas. ¡Pues la que sobra!
El presidente Samper ha soltado una prenda: ¿cómo volver compatible la apertura, la no inflación y un gobierno estable? Con mucha sabiduría salomónica, concluye: con gasto social. O sea, “Bogotá sin hambre”. Pero si se le mete un par de cifras, se topa con que el presupuesto del Estado no da para mucho. Tiene que pagar una deuda externa que se crece y con los precarios impuestos que paga una economía medio estancada. Hay que abonarle las buenas intenciones, pero con ese puñado no se tapa la tronera. Pero es la ‘tercera vía’ de Uribe-Santos JM.
3. Apertura y TLC. Ya se conocen los efectos de la primera apertura: la del 92 de Hommes-Gaviria. Nadie, que se sepa, ha hecho un inventario detallado para la industria, aunque se sabe que virtualmente desapareció la naciente industria eléctrica, diversos tipos de ensamble, empezando por la sagaz e ingeniosa repotenciación de vehículos de transporte, muchas de electrodomésticos y de metalmecánica. Se sabe que la construcción se desbarajustó, primero por el exceso de capitales ‘repatriados’ hacia ese sector, y luego por las triquiñuelas del Banco de la República sobre las Upac.
Nada se sabe, en serio, sobre el Tratado de Libre Comercio, segunda apertura. Es un hecho cumplido y fatal, repiten los medios de comunicación. El ministro Botero y el negociador Gómez juran que todo es transparente y puesto a la luz pública. Solemne mentira. Por fin, el senador Antonio Navarro propone una consulta popular antes de embarcarnos en tamaña aventura. Esa puede ser la piedra de toque para ver cómo se ve desde abajo y cómo se ve desde arriba, cómo se ve desde la izquierda y cómo se ve desde la derecha el TLC, y por supuesto con debate incorporado.
4. La invisible bancaria. ¿Dónde andan los bancos tras la quebrazón del año 99? Navegando a sus anchas. En punta, los bancos chepetonizados. Ya no son bancos de fomento. ¡Son los bancos libres, con acta de independencia! Ahora financian a granel importaciones, sobre todo de vehículos. Pico y placa. Exceso de camiones, dicen los camioneros. Pero para eso hay crédito a la lata. Otra: prestarle al gobierno, que anda medio quebrado, pero “el gobierno nunca se quiebra y paga bien”. Otra: compra-venta de dólares de todos los colores y sabores. La papelería aguanta todo, señores de la Superintendencia Bancaria.
Con alguna facilidad, fluye el pequeño crédito agropecuario, Finagro, con alguna facilidad fluye el crédito para las microempresas; pero pare de contar. El resto del crédito tradicional para la industria se volvió duro y acartonado. No se asumen riesgos de ninguna naturaleza porque los fondos de fomento salieron del mercado y los riesgos con gente que se volvió morosa, ya no. Pero con gusto infinito, venda sus inmuebles y aquí jugamos en el casino internacional. De unos 20 mil millones a principios de los años 90, las cifra se elevó hasta cerca de los 180 mil millones de dólares en los años 2000.
5. El endeudamiento externo. Lo uno tiene que ver con lo otro. La apertura da “enfermedad holandesa” (muchas importaciones, en desmedro de la economía nacional), la apertura genera un peligroso endeudamiento externo. El ejemplo de mostrar, Argentina, sucumbió en ella. Colombia acaba de prepagar deuda externa, pidiéndoles prestado a los bancos nacionales. Se rebaja el peligro de la cuchilla del patrón gringo, el Estado asume, pero también se puede caer en la cuchilla de los financistas criollos y chapetonizados.
6. Política económica. En las encuestas, las excelentes notas en orden público están muy por encima de las mediocres en la gestión económica. Pero en la opinión general, el presidente Uribe goza de un consenso innegable.
Otro tanto sucede con el coronel Chávez, frente a quien las encuestas sí se equivocaron. Hijo legítimo del caracazo, la opinión mayoritaria había expresado su rotunda negación al neoliberalismo rampante. Luego se ratificó dos veces en las urnas.
Allá ni sufren de masacres ni de secuestros a granel ni de narcotráfico. Uribe es hijo legítimo de la indignación dominante ante unas políticas flojas y permisivas, razón por la cual su candidatura salió adelante, marchando con pie derecho. Si la economía funciona mal -”excelente coyuntura”, afirma sin cesar el jefe alicorado de la Andi- y sin protestas mayores, es porque el país está muy cohibido e intimidado por los asesinatos selectivos de las dos extremas.
En conclusión, la euforia con el presidente Uribe se remite de frente a la ley Lemoine, quien, analizando 10 años de encuestas en 20 países latinoamericanos, sentencia: “Frente a los problemas más sentidos por la opinión pública, los Presidentes suelen tener las peores calificaciones de desempeño. Pero si surgen mandatarios que le pegan duro al problema dominante, se volverán Presidentes de una popularidad imparable”. Para muestra, dos botones.
* La Cepal es la Comisión Económica de las Naciones Unidas, entre cuyos principales pensadores se cuenta a Prebisch, Albert Hirschman y Carlos Lleras, entre muchos otros.
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