Los días 8 y 9 de abril se realizó en Santiago de Cali el II foro nacional de iniciativas universitarias por la paz (el primero fue en Santafe de Ralito en noviembre de 2004) . Sus objetivos: encontrar la forma (cualquiera que sea) para que los grupos alzados en armas se reincorporen a la “sociedad civil”. Olvidaron sus organizadores una verdad elemental: la paz no procede solamente del silencio de los fusiles, la superación de la pobreza es una condición fundamental para cambiar el estado actual de cosas que caracteriza al país.
El evento contó con un ingrediente más: la presencia de los máximos representantes de los para-militares: Salvatore Mancuso y Ernesto Báez
Esta presencia fue la gota que rebasó la copa. Fue una provocación a los movimientos sociales, que además de buscar una paz con justicia social han sido víctimas del accionar de los grupos que estos personajes comandan. Entre los movimientos sociales se preguntan una y otra vez por la paz necesaria y la paz posible, pero también se buscan respuesta a interrogantes como: ¿dónde están los desaparecidos?, ¿cuándo para-rán las detenciones masivas?, ¿dónde están las fosas comunes donde yacen los torturados?, ¿quiénes ordenaron estos crímenes?, ¿dónde están los secuestrados por el para-militarismo?, ¿quiénes poseen las tierras de losdesplazados y cuándo serán devueltas?
Ante el silencio que sigue a estos interrogantes y la presencia de los dos más grandes asesinos del para-militarismo en la ciudad, se pensó en una acción que aclarara ante toda la ciudad que no compartíamos la presencia de estos personajes.
A pesar de la manera soterrada como se organizó este evento, de la fuerte presencia de los organismos de seguridad y de la poca presencia de quienes protestamos -por la falta de información del evento-, pese a todo esto y mucho más, al mejor estilo de las Madres de la Plazo de Mayo en Argentina , se convocó, se marchó y se llegó hasta el salón donde se realizaba el evento y al unísono se les gritó: “¡señores paramilitares... sus voces se confunden entre el sonido de la motosierra, así es imposible dialogar!”, “¡el monólogo estatal legitima la impunidad!” y “¡exigimos justicia!”.
Se demostró de esta manera, que sí es posible superar el miedo. Que importa más la dignidad de los pueblos, la memoria por nuestros muertos y desaparecidos. Que tenemos capacidad de escuchar la voz de indignación del desplazado, de los huérfanos que perdieron sus progenitores en la usurpación de tierras, del sindicalista amenazado por reclamar sus derechos, ellos y muchas otros que juntan su voz a la nuestra y nos alientan para seguir adelante y repetir estas jornadas cuantas veces sea necesario.
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