El gobierno de Alfredo Palacio, posesionado el miércoles 20, no goza de la confianza de la OEA y por tanto de los Estados Unidos, y tampoco cumple con las expectativas de los pueblos que participaron en la caída de Lucio Gutiérrez. La crisis ha tomado un nuveo rumbo: la lucha ahora se vuelve de defensa de la soberanía y de exigencia y vigilancia al nuevo gobierno.
Las aguas todavía no han vuelto a su cauce en Ecuador. La crisis, luego de la caída del ex presidente Lucio Gutiérrez, ha tomado un nuevo giro, sobre todo porque el gobierno de George Bush presiona al nuevo gobierno de Alfredo Palacio, para que convoque inmediatamente a elecciones y “se vuelva al estado de derecho”.
Todos los sectores políticos y sociales del país han rechazado esta intervención del imperialismo norteamericano; tanto la derecha representada por el Partido Social Cristiano (PSC)y la Izquierda Democrática, como las fuerzas sociales del Frente Popular, CONAIE y las distintas expresiones ciudadanas que estuvieron en las manifestaciones que provocaron la caída del régimen.
Una ola de rumores ha circulado en el país a esta hora; tales como que habrían sectores de las Fuerzas Armadas que se han rebelado ante sus mandos, en apoyo al ex presidente Lucio Gutiérrez, así como que se estaría cocinando un golpe de Estado para lograr que Gutiérrez vuelva a ocupar la Presidencia. Todo esto ha sido desmentido por el Ministro de Defensa recién posesionado.
La reunión que la Organización de Estados Americanos (OEA) mantiene en Washington ha provocado la reacción de los representantes del gobierno de Alfredo Palacio, que sostienen que así la OEA se niegue a reconocer como legítimo a su gobierno, lo actuado por el Congreso Nacional el miércoles 20 es totalmente constitucional, y que el Ecuador es un país soberano y por tanto no requiere que los demás países del continente avalen lo actuado.
La estructuración del nuevo Gabinete ha puesto algo intranquila a la Embajada de EEUU en Ecuador, debido a que están personas como Mauricio Gándara en el ministerio de Gobierno, que ha sido un duro crítico a la presencia de los marines norteamericanos en la base aérea de Manta, así como al involucramiento del país en el Plan Colombia.
En el ministerio de Economía está Rafael Correa, quien ha mantenido siempre un discurso antineoliberal, oponiéndose por ejemplo al sometimiento a las políticas del Fondo Monetario Internacional, al pago de la deuda externa en perjuicio de la inversión social, a la dolarización como sistema monetario que afecta nuestra soberanía, etc.
El resto del Gabinete sigue la línea neoliberal y conservadora de todos los gobiernos anteriores.
En este momento en la población existe incertidumbre sobre lo que vendrá, y el mal sabor de que la rebelión quedó inconclusa, puesto que Palacio sigue sin representar el anhelo de cambio que existe en la conciencia de los pueblos de este país, y que se ha ido forjando en un proceso intenso desde la caída de Abdalá Bucaram en 1997 y de Jamil Mahuad en 2000.
Es un anhelo de cambios profundos, que solo los puede llevar adelante un gobierno eminentemente popular, que surja del seno de las organizaciones populares, así como de sectores democráticos y patriotas de militares y religiosos.
Es evidente que de adelantarse las elecciones en este momento, quienes saldrían beneficiados son los partidos de derecha que se presentaron como supuestos opositores al régimen de Gutiérrez, principalmente la ID, junto a algunos autocalificados “representantes de la sociedad civil”, que en realidad son agentes de la política yanqui en Ecuador, pues actúan con ONGs financiadas por el Departamento de Estado y el Comando Sur de los Estados Unidos.
Ellos son quienes buscarían capitalizar el resultado de la lucha que concluyó en la destitución de Gutiérrez, pues han venido movilizando abierta o soterradamente a sectores medios y altos de la población en función de recuperar para sus intereses la Corte Suprema de Justicia.
Ellos protagonizaron movilizaciones que más tarde tomaron magnitudes masivas y radicales con la incorporación de fuerzas populares, que plantearon la consigna de “fuera Gutiérrez”, algo que al final no pudieron controlar, pero que en este momento tratan de aprovechar.
Estos sectores de la pequeño burguesía y burguesía han empujado paralelamente a la movilización en defensa de sus privilegios, una campaña agresiva de desprestigio a la izquierda revolucionaria, a sus fuerzas y a sus planteamientos. Han logrado calar en ciertos sectores con criterios como la defensa de la institucionalidad democrática frente a la propuesta de cambio revolucionario, la no violencia, el a partidismo, etc, que son elementos atrasados y que tratan de provocar una regresión en la conciencia de las masas populares.
En este complejo escenario, solo la lucha radical y de contenidos populares le darán al país un rumbo de conquistas altas en favor de los trabajadores y pueblos del Ecuador.
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