Desde diciembre de 2003, Ariel Sharon ha sorprendido a sus amigos y a sus enemigos tomando a su cuenta el proyecto de retirada de Gaza. Se trataba de una idea que había combatido cuando provenía de su adversario laborista en la elección de enero de 2003, hacía menos de un año. Para muchos analistas, esa retirada será considerada por los árabes como una victoria y como un signo de debilidad por parte de Israel. Si ese análisis es justo, entonces la retirada de Gaza es una victoria del terrorismo.
Según los partidarios del plan Sharon, esa retirada permitirá consolidar las defensas de Israel y retomar la iniciativa frente a los palestinos. Es cierto que con esa retirada, Tsahal ya no perderá recursos considerables en proteger a las colonias judías aisladas, pero tampoco patrullará en la franja de Gaza y los terroristas tendrán las manos libres allí. Se sentirán alentados, eso es lo que ya demuestran las declaraciones de los dirigentes de Hamas. Además, pese a esa retirada, se intensifican las presiones internacionales sobre Israel. En efecto, los defensores de la « hoja de ruta » (Unión Europea, ONU, Rusia y el Departamento de Estado) sólo se detendrán cuando se haya creado un Estado palestino, sin exigir por ello, no obstante, nada a los palestinos.
Poco importan las justificaciones israelíes, sólo cuentan los hechos. Por esa razón, los Estados Unidos no deberían respaldar una política que debilita a su mejor aliado en el Medio Oriente y fortalece a los terroristas.
«Retreat from Gaza», por Daniel Mandel, Boston Globe, 2 de mayo de 2005.
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