«Estados Unidos no se va a alegrar del fracaso de la Constitución Europea»

El gobierno de Bush afirma que quiere que los referéndums europeos sean aprobados. El rechazo a este tratado llenaría de incertidumbre el futuro de las relaciones entre Europa y Estados Unidos, y esto es algo que Washington no quiere. Pero el deseo estadounidense es un desafío para la credulidad europea. Por consiguiente, en Washington no se dice nada y se actúa como si se tratara de un asunto menor. Sin embargo, en caso de que los referéndums fracasen nadie se alegrará en Estados Unidos.
El gobierno de Bush sabe que un rechazo al texto podría afectar la adhesión de Ucrania y Turquía, y retrasaría la entrada a la Unión Europea de Rumania y Bulgaria, dos países amigos de Estados Unidos. No obstante, los dirigentes del gobierno de Bush afirman que un rechazo semejante no cambiará gran cosa y no dice mucho. Deciden asimismo no responder a las declaraciones que tienen lugar en Francia a favor del sí o del no por parte de los marxistas, los criptofascistas y Jacques Chirac, para quienes votar como piden protege a Europa del control norteamericano. Gerhard Schröder actúa de la misma forma.
El gobierno de Bush quiere una Europa con la cual trabajar, sobre todo en lo que respecta a Irán, y no tiene el más mínimo interés en que la Unión Europea se fragmente luego de rechazar el texto. El apoyo de Washington a este texto se inscribe en la esfera del sentido común. Pero, como nos dijo un dirigente estadounidense, «si con esto el sí gana puntos dijimos a los franceses que estábamos dispuestos a condenar algunas cosas del texto en las minutas».