Querido John:
Se ha convertido usted en el primer director del servicio de inteligencia nacional. Lamentablemente, la ley que creó ese puesto es ambigua ya que su objetivo es complacer a Donald Rumsfeld y, por lo tanto, el control que usted ejerza sobre los servicios de inteligencia del Departamento de Defensa no está por lo tanto bien definido. Pero para que la nación esté protegida, usted se verá obligado a combatir por el control de esos servicios, algo que no forma parte de su temperamento.
Se verá obligado sacudir a la CIA, un servicio desmovilizado y con doble identidad, mitad servicio de análisis, mitad servicio de espionaje. Hay que hacer estallar esta estructura, asignar los analistas al Office of National Assessment y crear con el resto un servicio nacional clandestino que deberá ser dirigido por alguien con experiencia reciente en el espionaje, y la persona adecuada no es otra que Porter Goss. Hay que poner en práctica la propuesta de la comisión Silberman-Robb y crear un servicio especial de contraterrorismo en el seno del FBI. Hay que sobrepasar el marco de las medias reformas de Bob Mueller.
En el seno del Departamento de Defensa cohabitan varios servicios encargados de la recopilación de informaciones de inteligencia. Estos servicios son redundantes y constituyen una herencia de la Guerra Fría. Hay que unificar los servicios y ponerlos bajo su mando. Si Rumsfeld se queja, le corresponderá entonces al presidente George W. Bush tomar una decisión. Para los servicios de análisis tendrá usted que reclutar a verdaderos expertos y estimular a las voces disidentes.
Si no le gustan estas propuestas, encuentre usted las suyas, pero por favor, impóngase.
«Building a Better Spy », por Richard A. Clarke, New York Times, 22 de mayo de 2005.
« Carta a John Negroponte», El Periódico, 23 de mayo de 2005.
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