En occidente se celebra el nuevo año cada primero de enero. En varias capitales también se pueden ver festividades hechas por minorías judías, ortodoxas, musulmanas, chinas o indias para celebrar el inicio de sus calendarios. Sin embargo, algo que no es muy conocido fuera de los Andes del centro y sur es que el equinoccio invernal marca el inicio de un ciclo anual.

Estas celebraciones, que cada vez son más grandes, son vistas con buenos ojos para quienes quieren atraer turistas, pero también sirven como canal de reforzamiento de la identidad y el orgullo étnico para las principales naciones sin Estado de los Andes.

Quechuas, aymaras y mapuches

En el occidente sudamericano, si bien es cierto que el castellano es la lengua oficial y franca, existen fuertes bolsones de pueblos nativos que siguen conservando lenguas y costumbres pre-colombinas. Los tres principales idiomas originarios de dichas tierras son el quechua (hablado por unas 13 millones de personas sobre todo entre Ecuador, Perú y Bolivia y con minorías en Colombia, Brasil, Chile y Argentina), el aymara (hablado por unos 2 a 3 millones entre Bolivia y Perú y en menor medida en Chile) y el mapuche o mapudungun (casi medio millón en el sur de Chile y Argentina).

A pesar que el quechua o aymara tienen más parlantes que varios idiomas oficiales de la Unión Europea, no existe ningún diario o universidad en esas lenguas.
Si la globalización tiende a lograr una mayor uniformización económica y cultural universal, también produce como reacción el deseo de muchas “naciones sin Estado” de entrar a la escena mundial con su propio perfil.

Desde la desintegración de las federaciones “socialistas” multi-nacionales post-1991 y el renacer del nacionalismo indio ante el quinto centenario del encuentro de dos mundos (1992), han venido creciendo sentimientos de identidad étnica dentro de los pueblos nativos americanos.

Festividades por el sol

Los aymaras conmemoran el “Machaq Mara” esperando el 21 de junio que termine la noche anual más larga para sacrificar a una llama blanca. Tras ello, el “yatiri” (sacerdote) examina sus entrañas para descifrar que carácter tendrá el nuevo año.

Los mapuches y quechuas tienden a celebrar We Tripantu (“nueva salida del sol”) e Inti Raymi (“fiesta del Sol”) el 24 de junio. El concepto es similar: se saluda el hecho que en los días venideros el sol saldrá más.
En Cuzco un actor que hace de Inca recibe ante multitudes a representantes de los 4 “suyos” (regiones) de su antiguo imperio. En el altiplano los ritos del Machaq Mara son acompañados por las “wiphalas” (bandera nacional aymara).

Ola nacionalista

Con el derrumbe del bloque soviético (1989-91) se expandió una ola de nuevos nacionalismos. Las antiguas federaciones soviética, yugoeslava y checoeslovaca se desintegraron dando origen a 22 nuevos Estados “capitalistas”. Las economías estatizadas y planificadas multi-nacionales fueron desintegradas y remplazadas por el deseo de varias élites nacionales de crear sus respectivos Estados y mercados nacionales para así poder captar más capitales o entrar mejor al mercado global.

La ola nacionalista, que ha producido nuevos Estados desde Eritrea hasta Timor Este, sin embargo, aún no ha logrado penetrar fuertemente en las Américas. No obstante, allí donde esta tiene más posibilidades de arremeter es en los pueblos nativos, los mismos que también tras los festejos del quinto centenario (1992) se han venido revigorizando nacionalmente.

En el círculo ártico es donde los pueblos originarios han conseguido mayores concesiones. Los inuits (esquimales) han logrado que sus idiomas sean oficiales y tener territorios autónomos en Nunavut (Canadá) y Groenlandia, regiones mayores a la de cualquier Estado europeo (fuera de Rusia) aunque con poblaciones muy pequeñas.

En Latinoamérica desde Chiapas (México) hasta Chiapas (Bolivia) se han producido levantamientos indígenas que han logrado ayudar a que crezca la izquierda en estos países (la misma que podría ganar las presidenciales venideras) pero aún no han logrado “autonomías nacionales”.

Los aymaras

De todas las naciones nativas la que tiende a ser la que potencialmente más puede conmocionar es la aymara, un pueblo con una lengua, creencias y rasgos físicos muy marcados y que domina un territorio económicamente integrado (pese a las fronteras). Los aymaras podrían convertirse en lo que los vascos representan para Europa y los kurdos para el Medio Oriente: un pueblo atrapado entre distintos Estados que reclama derechos nacionales.

El Movimiento Indio Pachacuti de Felipe Quispe, que en el 2002 arrasó electoralmente en las zonas aymaras bolivianas, propone una “guerra civil” contra los “k”aras” (blancoides pro-occidentales) y reivindica los cultos pre-colombinos a los cerros (“apus”), tierra (“pachamama”) y astros. Abiertamente llama a abolir el estado, las autoridades y la bandera tricolor boliviana y remplazar éstos con un Estado de “ayllus” (comunidades andinas) y el restablecimiento del Kollasuyo (región que durante el incario iba desde el sur de Cuzco hasta la sierra central de Chile y Argentina).

En Perú el linchamiento popular de un alcalde en Ilave (tercer ciudad peruana del altiplano) se ha venido acompañado con consignas en pro d ela nación aymara y de su derecho de aplicar su propia justicia.

Comunidades imaginarias

Muchos críticos al nacionalismo andino sostienen que ellos están basados en mitos modernos. Plantean que la bandera de los 7 colores no es inca sino que fue creada por un periodista cuzqueño en los 1970”s. Critican al calendario aymara (que sostiene que estamos en el año 5,513: es decir que se cuenta a partir de la “hecatombe” de 1492 más los 5,000 años previos) aduciendo que dicho pueblo no es tan antiguo.

Sin embargo, tal como lo plantea Anderson, las naciones son “comunidades imaginarias” en las cuales un grupo de líderes inicialmente logra ir creando apoyo popular para un ente cuyos símbolos ellos exageran o fabrican.

Si bien dentro de los aymaras hay tendencias separatistas que hablan de reunificar a los aymaras en un solo Estado tomando partes de Perú o Bolivia o también de crear un “Gran Omasuyos” (región aymara del oeste del departamento de La Paz) , la mayoría de los nacionalistas aymaras y quechuas plantea “recuperar” Perú, Ecuador y Bolivia para los “cobrizos” o transformarlos en Estados multi-nacionales. Los mapuches acentúan sus reclamos por autonomía territorial y por recuperación de tierras.
Alternativas

En Ecuador y Bolivia el crecimiento de fuertes movimientos indios ha conducido a protestas que han sido capaces de derribar presidentes. En Perú no se ha dado el mismo fenómeno debido a las características de la guerra interna que se abrió en 1980. El descrédito de la insurgencia de Sendero Luminoso y el hecho se dio aval a una represión al “terrorismo” debilitó ampliamente a organizaciones laborales, agrarias y sociales.

Hoy en Perú ha venido creciendo un nacionalismo indigenista con un fuerte carácter anti-chileno y pro-golpe militar “a lo Chávez”. Este es el “etno-cacerismo” de los hermanos Humala quienes fueron derrotados a inicios de año al tomar una comisaría en Andahuaylas.

La emergencia del nacionalismo indio genera movimientos en rechazo. En el caso de Santa Cruz, el departamento más rico de Bolivia, crecen tendencias pro-autonomía. Sin embargo, el regionalismo cruceño, a diferencia del nacionalismo indio, no es alentado por la izquierda sino por una derecha que quiere demarcar a la zona más pujante y “liberal” del país del “conflictivo” oeste.

El crecimiento del autonomista en Santa Cruz y Tarija también ha generado, como reacción, un movimiento en las zonas petroleras de dichos departamentos para conformar un “Departamento del Chaco”. Este movimiento es “anti-separatista” e influido por sectores como los indios guaraníes.

Ecuador, Bolivia y Perú han aceptado distintas formas de oficializar lenguas nativas, aunque estas siguen relegadas. La nueva asamblea constituyente boliviana posiblemente plantee el carácter multi-nacional del Estado.

Si bien Sudamérica quiere imitar las tendencias de la Unión Europea para ir hacia una moneda, parlamento y bloque comunes, aún está muy lejos de seguir sus políticas lingüistas y nacionales que permiten autonomías para minorías como los de Gales, Euskadi, Cataluña, Galicia, Bretaña, Escocia, etc. Bolivia, a diferencia de sus vecinos, recién va a elegir a sus autoridades departamentales.

Los marxistas en los años veintes y treintas plantearon el derecho de quechuas y aymaras a la auto-determinación e inclusive a la secesión, algo que ellos conciben solo podría darse en “el marco de una unión socialista continental”. Sin embargo, tras haber dejado esos postulados más tarde, ahora buscan retomar discursos pro-indios.

Sectores liberales se dan cuenta de la importancia que puede tener el crecimiento de un empresariado y un nacionalismo indio y empiezan a contemplar aceptar demandas pro-autonomía.

Lo cierto es que el anterior modelo de repúblicas andinas basadas en una sola lengua y cultura de origen europeo tiende a ir cambiando. El crecimiento de un nacionalismo indio impondrá cambios en estructuras internas e incluso en la distribución de la tierra.

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