El espectacular arresto de Mark Thatcher en Sudáfrica y las confesiones de sus cómplices en Zimbabwe y en Guinea Ecuatorial permitieron aclarar totalmente el fracasado golpe de Estado en este último país. La operación no era cosa de aventureros, ni siquiera de mercenarios a sueldo de financieros internacionales, sino de la OTAN. Estados Unidos había movilizado medios británicos y españoles para derrocar a Teodoro Obiang y tomar el control del país para construir allí la central de licuefacción de gas más grande del mundo. De paso, los norteamericanos habrían sacado del mercado a Total favoreciendo a Repsol. Informada de la operación, Francia la hizo fracasar.
En abril pasado, informamos sobre elementos ligados a un proyecto fracasado de golpe de Estado contra Teodoro Obiang Ngema en Guinea Ecuatorial. La operación fue interrumpida por el arresto en Zimbabwe de un grupo de mercenarios que dirigía Simon Mann. El grupo hacía escala en Harare para embarcar armas y esperaba unirse a un equipo en Guinea Ecuatorial para derrocar el régimen de ese pequeño país que posee la tercera reserva de hidrocarburos de África subsahariana. Desde entonces han aparecido nuevos elementos, con el espectacular arresto de sir Mark Thatcher, hijo de la ex-primera ministro británica y zorro de las finanzas internacionales. Su arresto al pie de la cama, el 25 de agosto, en su residencia del Cabo, ciudad donde viven aún algunos nostálgicos del apartheid, es resultado del trabajo de los Escorpiones, la brigada antifraude de Sudáfrica, país que aprobó le Foreign Military Assistance Act, una severa ley contra las actividades ligadas a los mercenarios. Sir Thatcher fue puesto en libertad después de pagar una fianza de más de 200 000 € y tendrá que comparecer ante la justicia en Ciudad del Cabo el 25 de noviembre próximo.
La justicia de Zimbabwe acaba de absolver, el viernes pasado, a 66 de los 74 mercenarios del grupo de Mann. Este último fue inculpado por intento de compra ilegal de armas y será condenado el 10 de septiembre a una pena de hasta 10 años de prisión.
En Guinea Ecuatorial, el veredicto sobre Nick Du Toit y 18 hombres de su «grupo caballo de Troya» ha sido pospuesto a pedido del fiscal a causa de la aparición de nuevos elementos que implican a Mark Thatcher. Du Toit, quien ha declarado que Thatcher estuvo presente en una reunión durante los preparativos del golpe, podría salir absuelto gracias a su cooperación con la investigación [1].
En el centro de la faceta Thatcher se encuentra la compañía de aviación Triple A Aviation que sir Thatcher parece haber utilizado para transferir los cerca de 275 000 dólares del financiamiento de la operación. La compañía parece haber firmado en enero un contrato de prestación de servicios aéreos con Logo, la compañía de Simon Mann. Los registros bancarios revelan la existencia de una transferencia de 100 000 dólares a la cuenta de Logo con fecha del 2 de marzo, o sea solamente unos días antes de la fracasada tentativa golpista [2].
Aunque Sudáfrica rechazó el pedido de extradición del hijo de la «Dama de hierro» a Guinea Ecuatorial, los investigadores podrán interrogarlo en territorio sudafricano. Sir Thatcher estaba preparando su salida de Sudáfrica, donde vivía desde 1996 para escapar a una investigación fiscal. Ya había puesto su residencia en venta por 4,5 millones de dólares y había reservado pasajes de avión, con destino a Estados Unidos, para su familia cuando fue arrestado por los Scorpions.
Testigos estimulados por las leyes antimercenarios
Seguramente inquietos ante el rigor de las leyes antimercenarios de Sudáfrica y Zimbabwe, varios testigos claves comenzaron a hablar. Confirmando la tesis según la cual el líder exilado Severo Moto hubiera sido puesto al mando del país después del golpe de Estado en Guinea Ecuatorial, uno de esos testigos acaba de revelar elementos decisivos para la investigación de la justicia sudafricana. Se trata de Crause Steyl, socio financiero de Thatcher y ex-piloto de elite. Además de los contratos para la obtención de material aeronáutico que este último tenía con Thatcher, el diario británico The Observer acaba de revelar, de fuente sudafricana, que Crause Steyl acompañó a Moto en un avión King Air 200, de Madrid hasta las islas Canarias la víspera del día previsto para la operación. El avión partió después hacia Bamako, en Malí, donde Moto debía ser mantenido al tanto de la marcha del golpe.
Todo estaba previsto al detalle para que Moto subiera al poder en 30 minutos después del derrocamiento de Obiang. Pero, al día siguiente, el Boeing 727 militarizado [3] que piloteaba Neil Steyl -hermano de Crause Steyl- y a bordo del cual estaban Mann y sus alrededor de 60 mercenarios, fue registrado en el aeropuerto de Harare.
Por otra parte, se supo recientemente que el brazo derecho de Simon Mann, James Kershaw -de 24 años- tiene en su poder una lista conocida como la «Lista Wonga» en la cual aparecen las personalidades, a veces influyentes y públicas, que financiaron el proyecto golpista. Este individuo, que varios testigos mencionan como el encargado de reclutar a los participantes en la operación, parece haber llegado a un acuerdo con la justicia sudafricana para aportar elementos probatorios durante futuras audiencias.
El papel del hombre de negocios de origen libanés Ely Calil también fue confirmado y aclarado, en parte gracias a la reconstrucción del papel de Severo Moto -ambos hombres son muy amigos- y también debido al testimonio de Mann, particularmente detallado y que no parece, visto de lejos, ser el resultado de torturas. Mann explica en su declaración: «Ely Calil me preguntó si quería reunirme con Severo Moto (...) Me reuní con Severo Moto en Madrid. Él es ciertamente un hombre bueno y honesto. Ha pasado años de seminario (...) En ese momento me preguntaron si yo podía participar en la escolta de Severo Moto hasta su país en un momento dado en que habría simultáneamente un levantamiento del ejército y de los civiles contra Obiang (...) Yo acepté tratar de ayudar a esa causa.»
Como dijimos en abril, la justicia francesa puso bajo investigación a Ely Calil en el marco del caso Elf, como intermediario preferido del dirigente de Níger -Abacha- en la entrega de comisiones ocultas por los contratos petroleros.
Calil es también muy amigo de lord Jeffrey Archer, de quien se sospechaba que había depositado 74 000 libras esterlinas en la cuenta de Mann cuatro días antes del arresto de este último en Zimbabwe. Lord y exitoso escritor, Archer no negó haber efectuado la transacción pero juró que no estaba al corriente de los planes de sus
amigos [4].
La OTAN al servicio de la coalición del petróleo
Pero la historia no termina ahí. Más allá de la personalidad de Mark Thatcher, hacia la cual se desvía la atención, los verdaderos actores comienzan a dibujarse como telón de fondo: la OTAN y Francia libraron una lucha estratégica que recuerda mucho la situación en Irak, otro país entre aquellos -que ya no abundan- que ofrecen sólidas perspectivas en cuanto a posibilidades de recuperación de inversiones en el sector de la energía.
En efecto, la tesis de una simple operación «a la antigua» preparada por unos cuantos mercenarios y aventureros de las finanzas internacionales no resiste el análisis en un contexto de tensiones crecientes sobre el mercado del aprovisionamiento energético mundial. Se sabe, por ejemplo, que la compañía petrolera estadounidense Marathon Oil debía invertir 1 000 millones de dólares en un proyecto de terminal de gas natural licuado en Guinea Ecuatorial. Sin embargo, ciertos expertos, que señalan que ese proyecto es el mayor del mundo en el sector del gas licuado, estiman que el contrato se eleva en realidad a 3 000 millones de dólares. La terminal respondería a un plan de urgencia que debe compensar la caída vertiginosa de la producción doméstica en los propios Estados Unidos. Ese programa de urgencia es centro de las preocupaciones de Washington y, evidentemente, no puede quedar a expensas de la simple apreciación del mercado, que fue incapaz de prever la crisis [5].
Curiosamente, el sitio web de la compañía precisa que el contrato firmado con el ministerio de Minas, Industria y Energía de Guinea Ecuatorial y la compañía nacional GEPetrol concluye... en el primer trimestre de 2004. ¿Algún obstáculo imprevisto echó a perder los planes?
En diciembre de 2002, el primer ministro español José María Aznar recibía a Teodoro Obiang Ngema en Madrid. Aparte de la larga amistad entre Aznar y el rival de Obiang, Severo Moto [6], las ambiciones de la compañía española Repsol -hasta ahora totalmente dejada al margen de la producción de petróleo de Guinea Ecuatorial (400 000 barriles diarios)- fueron tema de las conversaciones entre ambos líderes. Sin embargo, al estar firmada ya la mayor parte de los contratos de explotación y no poderse aumentar la explotación, Repsol tenía que conformarse con las migajas que le dejaban Exxon-Mobil, Amerada Hess (la antigua Triton) y Total, que son las principales compañías activas en Guinea Ecuatorial.
Una reunión sobre el futuro de Guinea Ecuatorial tuvo lugar en febrero último en el Royal Institute of International Affairs de Londres. Por lo menos un representante del gobierno británico así como representantes de la industria petrolera participaron en ella y, según varios asistentes, circulaban allí numerosos rumores sobre la posibilidad de un golpe de Estado. Sin embargo, a causa de una reciente afirmación del diario The Observer según el cual los servicios secretos ingleses, estadounidenses y españoles tenían conocimiento del proyecto de golpista [7], el ministro británico de Relaciones Exteriores Jack Straw se apresuró a declarar que el gobierno de Tony Blair no disponía de ninguna información anterior sobre ese proyecto.
Como quiera que sea, en el momento mismo en que el plan entraba en su fase final y los mercenarios se preparaban a entrar en acción, dos barcos de guerra españoles partían subrepticiamente de una base de la OTAN, la de Rota, llevando a bordo 500 soldados de elite. Únicamente el personal de a bordo parecía conocer su destino y España no había enviado un navío de guerra a Guinea Ecuatorial desde que este país africano alcanzó la independencia, en 1968. El movimiento de ambos barcos se encontraba bajo el control directo del comandante en jefe del Comando de las fuerzas estadounidenses en Europa y Comandante Supremo de la OTAN, el general James L. Jones.
Informaciones filtradas, probablemente provenientes de Sudáfrica, llegaron a la prensa española y el gobierno de Aznar ordenó por tanto al convoy que se estacionara en Canarias. Mediante su ministra de Relaciones Exteriores, Ana Palacio, el mismo gobierno -que nunca había anunciado la expedición- comunicó entonces que se trataba «no de una misión de guerra sino de cooperación» para la entrega de material militar destinado a ayudar a Obiang en el conflicto fronterizo entre su país y el vecino Gabón. El vocero del gobierno de Aznar agregó que se había decidido anular la decisión «a causa del malentendido ocasionado por las informaciones de la prensa» y que creía oportuno dejar posponerla hasta después de las elecciones previstas en Guinea Ecuatorial para el mes de abril [8].
Esta implicación de la OTAN no deja dudas sobre la participación de Estados Unidos en los proyectos de Thatcher, Mann y sus socios.
Otras fuentes afirman que España esperaba aprovechar una estancia de Obiang en Marruecos, donde recibe tratamiento a causa de un cáncer, para apoyar a los mercenarios, «restablecer el orden» si la situación se complicaba, poner a Moto en el poder y lanzar una orden internacional de captura contra Obiang.
Por otro lado, los servicios franceses de inteligencia tenían perfectamente la posibilidad de interponerse informando a las autoridades de Sudáfrica y/o de Zimbabwe en el momento oportuno, permitiendo así a estas últimas la captura de los mercenarios en camino hacia Malabo y protegiendo a la vez los intereses de Total. Actualmente, es para el gobierno español de Zapatero un placer prestar toda su ayuda a la justicia sudafricana.
Hace treinta años, siguiendo un plan digno de una novela de Frederick Forsyth, unos cuantos mercenarios hábiles y sin escrúpulos hubieran obtenido la garantía de un retiro apacible. Hoy, por unos cuantos miles de barriles más, es la OTAN, en nombre de la misma coalición petrolera que invadió Irak, la que se lanza a la aventura empujada por los medios financieros internacionales.
[1] «Du Toit may be pardonned in return for ’co-operation’», par Kim Sengupta, The Guardian, 31 de agosto de 2004.
[2] «Mark Thatcher: The Money Trail», por Wisani Wa Ka Ngo, Mail & Guardian (Johannesburgo) del 27 de agosto de 2004.
[3] Se pudo precisar que el avión había sido modificado para su uso militar por el ejército de Estados Unidos, de manera que pudiera aterrizar y despegar utilizando pistas más cortas y que sus ocupantes pudieran tener acceso, en pleno vuelo, a un compartimiento de carga presurizado. Mann la compró, poniendo 400 000 dólares de su bolsillo, a una firma basada en Kansas, una semana antes de la operación.
[4] «Coup plot conviction increases the pressure on Mark Thatcher», por Fred Bridgland, The Scotsman, 28 de agosto de 2004.
[5] Sobre la convergencia entre un mercado energético y la estrategia militar estadounidense, ver el artículo «Les ombres du rapport Cheney», por Arthur Lepic, Voltaire, 30 de marzo de 2004.
[6] «Exiled leader in Spain denies any link to coup attempt», por Ben Sills y David Pallister, The Guardian, 27 de agosto de 2004.
[7] «Brittain dragged into coup plot as rumours swirl over London meeting», por Anthony Barnett, Martin Bright y Patrick Smith, The Observer, 29 de agosto de 2004.
[8] «Spain ’secretly backed coup by sending warships’», por Edward Owen, The Times, 27 de agosto de 2004.
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