Hace apenas unos meses, desde las páginas de Nuestra Bandera recordamos que Pedro Pablo Kuczynski Godard, el hoy celebrado y flamante presidente del Consejo de Ministros del Perú, es un ciudadano que se las trae. En otro momento, se vio forzado a huir en la maletera de un automóvil cuando fue requerido a comparecer por latrocinios efectuados en beneficio de empresas yanquis en nuestro país. Esto ocurrió en 1969 cuando gobernaba Juan Velasco Alvarado y aquí soplaban vientos patrióticos y
antimperialistas que ponían fuerza a la defensa de la soberanía, el patrimonio y los recursos básicos de todos los peruanos.
El que hoy Alejandro Toledo lo nombre como el más vivo rostro de su gobierno resulta indicativo. Y ciertamente simbólico que lo haga precisamente en la víspera de la llegada al Perú de Donald Rumsfeld, el Secretario de Defensa de George Bush que viene a "alinear" a diversos gobiernos de la región en la ofensiva yanqui contra Cuba y Venezuela.
Kuczynski -PPK, como se le conoce- exoneró en su momento a las petroleras norteamericanas por más de 500 millones de dólares y debió enfrentar por eso acusaciones constitucionales que eludió gracias a las presiones y a la ayuda de sus socios y amigos. Hoy se dispone nuevamente a otorgarles concesiones, beneficios y privilegios para que incrementen no sólo sus utilidades, sino también su poder y su capacidad de decisión en el país.
La historia política de este figurín del escenario latinoamericano en realidad no es nueva. Se remonta a 1967 cuando aún joven desempeñaba funciones como asesor económico y gerente general del Banco Central de Reserva (BCR), en el gobierno de Fernando Belaunde Terry. Allí tuvo decisiva participación en la defensa de intereses de la empresa norteamericana Internacional Petroleum Company en materia de fijación de
precios del crudo, en detrimento de los intereses del Perú. A él le correspondió interponer sus oficios en las reclamaciones de la IPC para eludir obligaciones tributarias con el Estado peruano.
Detectada la inconducta y establecida la responsabilidad administrativa de los involucrados en el hecho, le tocó el turno a la justicia, pero PPK y sus amigos prefirieron tomar las de Villadiego y se hicieron humo. No pararon hasta los Estados Unidos donde vivieron largos años a la espera que las aguas se calmaran y todo volviera a "la normalidad", ésa que ellos habían conocido.
Kuczynski era ya en ese entonces un hombre completamente ajeno a los intereses y a las necesidades nacionales. En realidad, era una suerte de extranjero en el Perú dado que buena parte de su vida la había desarrollado en el exterior. Estudió filosofía, política y economía en la Universidad de Oxford, en la neblinosa Londres, en 1959 y luego en el
Woodrow Wilson School for Public, en 1961. Inmediatamente después fue contratado por el Banco Mundial, entre 1961 y 1966, como oficial de préstamos y economista para América Latina y Nueva Zelanda, con residencia en los Estados Unidos. Desde allí arribó en 1966 para asumir funciones en el primer gobierno del arquitecto Belaunde, como funcionario "dorado" del Banco Central.
Después del episodio aquel de la cajuela de un vehículo, otra vez en Yanquilandia trabajó entre 1969 y 1971, como "Senior Economist" del FMI, lo que le permitió una suerte de pronto retorno triunfal al Banco Mundial, donde se desempeñó sucesivamente como Chief Economist para América Latina Norte (1971-72), Jefe de la División de Planificación para América Latina Norte (1972-73), Chief Economist de la Corporación Financiera Internacional (1975-77). Desde tan estratégica ubicación se dedicó a digitar las actividades de las empresas petroleras, en particular a favor de aquellas que habían sido objeto de la expropiación de sus instalaciones como la Standard Oil y la Shell, asesorándolas para que enjuicien al Estado peruano y obtengan un resarcimiento indemnizatorio, como finalmente ocurrió.
No sólo economista, sino también político profundamente reaccionario, el versátil PPK mantuvo estrechos vínculos con diversos grupos conservadores que conspiraban en el exterior contra el proceso peruano. Al fin del mismo y liberado ya de las preocupaciones que lo angustiaban, bajo la administración de Francisco Morales Bermúdez -los años de la contrarrevolución- Kucynski volvió al Perú ostentando pomposamente un pasaporte EEUU. Había renunciado a su condición de peruano y asumido la nacionalidad que le sería tan cara. La bandera de la barra y estrellas se
convirtió en el símbolo de su gloria. No obstante, se dio maña, nuevamente, para ser ministro del segundo gobierno del belaundismo, entre julio de 1980 y agosto de 1982. A la sombra de su nuevo poder, la Occidental Petroleum obtuvo significativas concesiones en la Amazonía y se hizo fuerte otra vez en el país.
Entre 1985 y el 2000 PPK se mantuvo en la primera línea de las actividades económicas y financieras. No descansó ni perdió el tiempo tocando flauta, como suele decir cuando trata de mostrar sus innegables cualidades artísticas. Estuvo básicamente en los Estados Unidos siempre ligado a los organismos financieros internacionales y a las grandes empresas imperialistas buscando el modo de retornar al escenario peruano por la puerta grande. Y la oportunidad se le presentó con el gobierno de Alejandro Toledo. Sólo que ahora, Kuczynski está integrado a planes aún más vastos.
Los políticos de la clase dominante en el Perú afrontan hoy un problema muy serio: han perdido credibilidad y se han desprestigiado masivamente ante los ojos del pueblo. Son conscientes que pueden perder sus privilegios y que viven una situación precaria que se les puede ir de las manos. Probablemente por eso, o quizá, como se dice en Lima, por "consejos" del embajador de los Estados Unidos James Curtis-Strubble, han
decidido sumar fuerzas y concertar voluntades a fin de construir una "neo convivencia" que les permita mantener en sus manos los resortes del poder luego de los comicios del 2006.
Necesitan, para ese efecto, presentarse como una fuerza "estabilizadora", capaz de asegurar la "gobernabilidad", al tiempo, claro, que -claro- garantizan lo que está en riesgo: la "viabilidad nacional". Usando en su provecho, y a su estilo, la secuela de sucesos de violencia ocurridos recientemente en países vecinos, aseguran que eso no podrá ocurrir en el Perú porque ellos -unidos, claro- afirman una sucesión democrática
estable. En otros términos, se convierten en garantes de la estabilidad en la medida que ella es, según lo confirma la revista The Economist la única que garantiza las calificaciones crediticias y el grado de inversión, una suerte de medalla olímpica para los países en vías de desarrollo.
La Standard Anda Poor’s y la Ficht Rattings nos sitúan hoy apenas a 3 peldaños de los requerimientos fijados por el gran capital para ingresar en el paraíso financiero que promete el gran capital. Logrado eso por cierto, los ricos serán cada vez más ricos, y los pobres cada vez más pobres; en tanto que PPK asegurará, con mano firme, la multiplicación de las utilidades de los grandes monopolios.
No será fácil en el Perú de hoy construir la súper convivencia dado que ella pasa por un acuerdo básico con el fujimorismo y el cogollo alanista del APRA. Para ese efecto tendrán que enfrentar dos banderas que han hecho carne en la ciudadanía: el combate a la corrupción y a la impunidad.
El acercamiento de fuerzas entre los distintos segmentos de la clase dominante los obliga a olvidar el pasado, a declarar una suerte de "punto final" a las investigaciones y sanciones en torno a los latrocinios cometidos contra el país en el pasado reciente, y a los crímenes que comprometen por igual a Alberto Fujimori y a Alan García; y a construir una nueva gestión basada en el borrón y cuenta nueva. La argumentación ha
sido dada: no hay que vivir del pasado, ni del odio, es preferible olvidar, y perdonar, porque finalmente "todos somos peruanos".
Ante tan peligrosa y siniestra alianza de fuerzas antinacionales, el pueblo tiene el deber de reaccionar. Por encima de divisiones episódicas y de siglas formales, es indispensable afirmar la fuerza unida de un pueblo que, en el pasado, conoció de experiencias ricas y significativas victorias. El reto está planteado. Frente al prontuario que muestra un capitulero de los monopolios, hay que levantar el puño del pueblo.
*Colectivo de Dirección Nuestra Bandera
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