La derecha peruana no sabe qué decir. Le faltan palabras para analizar los resultados de los comicios recientes del 9 de abril. En el extremo, uno de sus voceros más caracterizados ha tenido que condensar su impotencia recordando un poema de Vallejo escrito ciertamente en otro contexto: “quiero escribir, pero me sale espuma…” ha dicho mordiéndose los labios para después descalificar al electorado peruano llenándolo de improperios.
Los votantes, en efecto, han sido considerados los exponentes de un país absurdo, irracional, caótico, incongruente, surrealista, primitivo, elemental; y ellos mismos llamados analfabetos funcionales. Y todo eso, apenas porque Lourdes Flores no ganó –como lo esperaban- la Presidencia de la Republica.
En realidad dos hechos han sacado de sus casillas a los voceros de la gran burguesía. El triunfo de Ollanta en primera vuelta, y la caída de Lourdes Flores a un tercer puesto cuando, en el peor de los casos, ellos le daban un segundo lugar en disposición de disputar una nueva confrontación con el uniformado nacionalista.
La victoria de Humala era previsible. Pero ha lucido objetivamente precaria e incluso exigua. Precaria, porque su desenlace deberá jugarse en una próxima contienda; y exigua porque apenas supera el 31% de los votos hábiles, que en el universo del total de votos emitidos bordea el 27%. Sin embargo, de todos modos ha ocurrido, y ha abierto en el país un nuevo escenario para la confrontación de clases. La derecha se ha sentido desplazada del Poder aunque no llegara a ejercerlo plenamente por la ineptitud, incompetencia y diletantismo de Alejandro Toledo; y crecientemente lejos del mismo porque en una segundo ronda tendrá que optar entre dos alternativas que en el fondo detesta: Alan García y Ollanta Humala.
Por eso es que ahora no puede ni escribir. Y le sale espuma. Por eso está cual fiera herida aullando en todos los idiomas y lanzando improperios y amenazas por doquier. Cuidado, entonces. En su estado de shock, bien podría finalmente patear el tablero y recurrir a otros procedimientos para burlar la voluntad ciudadana. Por lo pronto, ganas no le faltan.
Los resultados de los comicios recientes merecen sin duda una reflexión. La victoria de Humala no alcanzó la magnitud que él esperaba porque el candidato no pudo despejar las valederas razones de desconfianza que se incubaron a partir de sus antecedentes y su entorno. Ahora deberá modificar mucho su propia imagen para tentar un respaldo mayor. No contará ciertamente con aliados, pero si podrá ampliar su base social si precisa el contenido de sus posiciones y deslinda las acusaciones que enturbian su jardín.
Alan García, su más probable contendor, buscará ganar la contienda polarizando el debate y presentándose cínicamente como la expresión de la democracia ante el autoritarismo. Hay que decir, sin embargo, que las acusaciones que penden sobre Ollanta por los sucesos de Madre Mía son moco de pavo, si se les compara con las denuncias que no ha contestado Alan García por crímenes horrendos: los Penales, Pucayacu, Llollapampa, Cayara, Los Molinos, Accomarca, Pomatambo, el manejo de bandas Paramilitares como el mal llamado “Comando Rodrigo Franco” y las brutales violaciones a los derechos humanos.
Tal vez sectores de la derecha tapándose la nariz para eludir la pestilencia puedan ir a las urnas para votar por García contra Humala, para después correr a vomitar en el primer recodo del camino. Pero el grueso de la derecha va a reventar de rabia y votará simplemente en blanco a la espera de que le lleguen “tiempos mejores”.
García hoy no tiene la fuerza de antes. Tuvo en el 2002 el control de 12 gobiernos regionales de un total de 23, pero esta vez perdió en nueve de los suyos, y sólo ganó en tres. La ineficacia de la gestión aprista llevó al partido de la estrella a una estruendosa derrota no obstante mostrar ahora 35 parlamentarios de un total de 120. Del conjunto de departamentos del país, el APRA ganó sólo en La Libertad, Piura, Ica y El Callao, dejando en manos de Lourdes Flores apenas Lima, y un total nacional de 19 congresistas. El resto del Perú, es decir Tacna, Moquegua, Arequipa, Puno, Madre de Dios, Cusco, Apurímac, Huancavelica, Junin, Ancash, Tumbes, Lambayeque, San Martín, Amazonas, Cajamarca, Loreto y Ucayali; quedó en manos de Ollanta que no necesariamente acumuló mucho en cantidad, pero sí en extensión.
La segunda vuelta no será ciertamente la continuación de la primera, ni una extensión de la misma. Será una nueva elección en la que no valdrán “endoses” ni acomodos. Nadie podrá “ceder” sus votos porque a nadie pertenecen, sino sólo al ciudadano. Por eso se equivocan quienes creen en la posibilidad de “alianzas” para “cerrarle el paso a Humala”.
El tema, sin embargo, resulta complejo por la dramática debilidad de la izquierda. Susana Villarán, de “Concertación Descentralista”, obtuvo “la más alta votación de la izquierda”: 0.62%. El segundo lugar fue para el Partido Socialista de Javier Diez Canseco, que logró el 0.49%. Y el último, para el Movimiento Nueva Izquierda, que apenas obtuvo el 0.27%, es decir, la cuarta parte de 1%.
Gracias a esa “perfomance” la Izquierda quedará sin representación parlamentaria, lo que no había ocurrido en el Perú desde los congresos de los años 30; porque ya desde 1945 la izquierda jugó un papel parlamentario que la calificó ante el pueblo.
Por eso no puede “endosar” tampoco sus votos a Humala ni facilitar su elección. Sobre ella, decidirá el pueblo cuando sea convocado.
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