Somos uno de los tres países latinoamericanos con más bajo índice de crecimiento democrático. Ocupamos el puesto 16 entre dieciocho naciones del área.
Sólo están peor que nosotros Guatemala y Venezuela. Sí, estamos hablando de este año, de 2005, por supuesto, y de una investigación que hace poco adelantó la Fundación Konrad Adenauer, en asocio con el portal Polilat.com.
Según el estudio, y eso es aún más grave, decrecimos con respecto al año pasado, y descendimos en relación con la medición de hace dos años, y bajamos si miramos los resultados de hace tres. Sí, la calificación es mala por donde se le mire.
El trabajo, que está disponible en internet, hace un análisis comparativo de la evolución de las instituciones, pero también de las sociedades y muy especialmente de los dirigentes de esta parte del planeta y su compromiso en la construcción de democracia.
La evolución, quiero decir, la involución del índice en los últimos años ha sido de 5.25 en 2002, 4.21 en 2003, 3.05 el año pasado y este año fue de 2.93. Las razones: Un descenso en el componente social, en la capacidad para generar políticas que aseguren bienestar, en la capacidad para construir políticas que generen crecimiento económico, y en el respeto de los derechos políticos y libertades civiles.
Acotan las conclusiones que aunque se hayan mejorado los puntajes de los índices de percepción de corrupción, no se ha logrado obtener un mejor valor en los índices que corresponden a la calidad institucional y eficiencia política debido a su peor indicador de participación de los partidos políticos en el poder legislativo.
La investigación señala que, aunque se mejoró en los porcentajes de participación de género, hay un indicador muy bajo en el índice de condicionamiento de libertades y derechos por inseguridad.
Sobra aclarar que no se trata de una encuesta ni de una medición cualitativa ni de apreciación subjetiva, como sabemos los colombianos que se hace en las encuestas. Es un estudio serio que se apoya en la formulación de una metodología transparente, técnicamente sólida, con un conjunto de datos homogéneos y confiables.
Con el índice de democracia se miden las condiciones básicas de la democracia, el respeto por las libertades civiles y los derechos políticos, la calidad institucional, la eficiencia política y la capacidad para generar políticas que aseguren el bienestar y la eficacia económica.
Y en todas nos fue mal. La conclusión del informe es lapidaria: “Colombia ha descendido notablemente en su desarrollo democrático y está ubicada en los últimos lugares, muy por debajo del promedio de la región”.
Antes de este trabajo, se puede decir sin ambages, no existían datos confiables que permitieran medir, evaluar y sopesar los aspectos clave de la vida democrática de los partidos, ni de la calidad de las instituciones, ni del nivel de formación de sus dirigentes. El punto de referencia ha sido tradicionalmente el acopio de percepciones parciales y casi siempre con arreglo a intereses de coyuntura o intereses privados con las consecuencias que todos conocemos.
La construcción de parámetros propios por parte de los gestores del trabajo y las recurrentes referencias específicas a nuestro modo de ser histórico, cultural, social y económico, arrojan un aval para entender el saldo en rojo de la realidad política que frena su avance hacia la democracia y de paso hacia los faros seculares de igualdad, justicia y libertad.
El IDD-Lat, como se ha dado en llamarlo, es una poderosa herramienta que permite evaluar, al tiempo que sacar a la superficie, vicios, errores, y carencias, dentro de contextos cercanos y con indicadores propios de la región que permitan su comprensión, corrección y mejoramiento continuos.
Las mediciones se hacen precisamente cuando la región respira en medio de la crisis, oscilando como un péndulo entre la fascinación de los autoritarismos, la crisis económica, la apatía electoral y el constante descreimiento y promoción de los sin partido, sin nexos con la forma de hacer política, sin fundamentos ideológicos, en últimas, la fama de la antipolítica.
El análisis del estudio, la seriedad al momento de su abordaje, pero sobre todo la ruptura con la dictadura de las encuestas, abrirán de nuevo la brecha para echarnos a andar en procura de recortar las distancias con países que, sobre el papel, figuraban con menor hoja de vida que el nuestro.
Sobra decir que es un informe académico, de carácter internacional, con auspicio europeo y total indiferencia de la prensa nacional que por estos días anda divorciada de las malas noticias. ¿Habrá que esperar el resultado de 2006?
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