Es cuestión de verle el lado positivo a las cosas.
En vez de estar resolviendo acertijos y buscándole cinco patas a la gata, los colombianos debíamos estar celebrando porque en los últimos días hay, mal contados (y eso que las sumas o las restas las lleva el Comisionado de Paz) 250 presos menos en nuestras cárceles, lo que habla bien de lo que somos y de lo que queremos, especialmente desde el punto de vista de las finanzas.
Porque no se trata sólo del lado humano de los que salen ni del mayor espacio (y algo más de comida) para los que se quedan y que de todas maneras hay que mantener. Si la cosa continúa así y otros jefes de estado siguen pidiendo la liberación de más convictos por las razones que sea (recordemos que hay que anteponer, como el presidente, la confianza a la curiosidad) pronto no sólo habremos acabado con el problema de la sobrepoblación carcelaria, sino que nos podríamos ahorrar ese billón de pesos que está comprometido para la construcción de otros ocho centro penitenciarios, en los que se planeaba mejorar las duras condiciones de cárceles como las de Itaguí, Chiquinquirá o el centro vacacional de Chicoral en el Tolima.
Y eso que no estamos contando aquí el dinero que nos puede entrar (lástima que el dólar esté tan barato) por la puja en que han entrado los organismos que manejan las prisiones en los países desarrollados y que están interesados en el modelo nuestro, único en el mundo, en el que literalmente hay que sacar a las malas a los reos. (Claro, no faltarán los pesimistas de ciertas ONGs que quieran incorporar a la lista de derechos humanos, el de la permanencia tras las rejas como libre desarrollo de la personalidad).
Tampoco estamos incluyendo las ofertas para comprar el fichaje del abogado Jaime Lombana, experto en liberaciones veloces y masivas (como la de los soldados de la guaca de las Farc) sin necesidad de grupos de asalto ni acciones de comandos. La primera en la lista de contratantes es París Hilton que, de seguro, saldría antes de los 23 días a que fue condenada.
No hemos sumado tampoco el valor correspondiente a nuestro incomparable acervo jurídico, en temas de excarcelación ipso facto que es como han dado en llamar a nuestra práctica y saber centenarios, los inversionistas que ya preven la escalada de salidas de paramilitares, de sus aliados y patrocinadores políticos antes de que termine el año, y que también se deberán desmovilizar de sus celdas, porque seguramente a las buenas no querrán ser liberados.
Si todo eso lo entienden en el G-8 y los senadores demócratas norteamericanos, también nos podremos ahorrar los 190 millones de pesos mensuales que el gobierno colombiano les paga al socio y a los amigos de Bill Clinton (según dice el Wall Street Journal) por el lobby que hacen para mejorar la imagen del país en círculos decisorios.
No deja de ser curioso que la Comisión del Gasto público en estos días le haya recomendado a Uribe ahorrarse un billón y medios de pesos; bueno, por lo menos mientras se aprobaba la Ley de Transferencias.
Ya era hora de que cobrara una el Ministro de Hacienda (¿O sería obra del equipo de asesores económicos de presidente?). No importa. Ya puede don Oscar Iván hacer gala de ese histrionismo, proverbial en él, y saltar frente a las cámaras para decirle a este país (tan aficionado a los acertijos y a los laberintos y que no contaba con su astucia) que todo estaba fríamente calculado.
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