La reciente cumbre de jefes de Estado de la Comunidad Sudamericana de Naciones (CSN) dejó al descubierto tanto las dificultades para concretar una integración basada en los modelos del MERCOSUR y la CAN (Comunidad Andina de Naciones), como la capacidad de iniciativa del presidente de Venezuela.
Hugo Chávez, estuvo a punto de hacer naufragar la cumbre de Brasilia celebrada el 30 de septiembre para poner en pie la CSN, al negarse a firmar la declaración protocolar. Chávez criticó la estructura institucional por repetir las fórmulas fracasadas del MERCOSUR y la Comunidad Andina de Naciones y sostuvo, en el estilo franco y directo que lo caracteriza, que por ese camino la integración regional recién se haría realidad “en el año 2200”.
Nadie contrarió al presidente venezolano, tal vez porque en el fondo todos aceptan que tiene razón. El ministro de Relaciones Exteriores brasileño, Celso Amorim, admitió que los documentos que Chávez se negaba a firmar –la Declaración de Brasilia– eran apenas “declaraciones políticas” y que los 12 países de la CSN deberían negociar un tratado que diera forma a la comunidad. “En una reacción próxima al pánico, ruborizado, Lula declaró que si Chávez no cambiaba de idea los jefes de Estado dejarían Brasilia ‘paralizados como llegamos’”, según la crónica de prensa. [1]
Amorim propuso que en 90 días se finalizara el debate sobre cinco de las 20 propuestas sobre formato de la comunidad que no habían sido aprobadas aún, y que corresponden a las sugerencias presentadas por los presidentes Chávez y Tabaré Vázquez (ausente del encuentro al igual que los presidentes de Colombia, Guyana y Surinam). Antes de aceptar, Chávez aseguró que no discutiría esos temas con ministros sino sólo con presidentes. Luiz Inacio Lula da Silva, presionado por las circunstancias, llegó a proponer que para agilizar los debates las discusiones entre presidentes se dieran a través de faxes, teléfonos y e-mails. Chávez aceptó y todos se dirigieron a Itamaraty al almuerzo privado, sabiendo que en realidad todo seguía en el aire.
Kirchner esquiva la CSN
El conflicto entre Lula y Chávez no fue, por cierto, la única dificultad que se presentó durante la cumbre de presidentes. La prematura retirada de Néstor Kirchner, a quien la cancillería brasileña venía reclamando su asistencia ya que no había acudido en diciembre a Cuzco a la primera reunión de la Comunidad, irritó al gobierno de Lula. Alegando compromisos vinculados a la campaña electoral en su país, Kirchner abandonó el encuentro apenas media hora antes de que se formalizara la creación del bloque regional, probablemente para no cruzarse con su adversario político en plena campaña electoral, Eduardo Duhalde. Lula no pudo contenerse: “Sé que tenemos problemas y responsabilidades que exigen la presencia en nuestros países, lo que limita la asistencia a compromisos internacionales. Pero en un mundo interdependiente no podemos quedarnos confinados en nuestras fronteras”. Según los diplomáticos brasileños, el retorno anticipado de Kirchner fue “una grosería”. El gobierno argentino resiste la creación del bloque regional con el argumento de que se trata de un intento de Lula de liderar la región, que en realidad debilita al MERCOSUR.
A lo largo de este año se han ido consolidando nuevas tendencias en cuanto a la integración regional. Por un lado, es evidente que el MERCOSUR no consigue salir de su parálisis, pero ya no sólo está traccionado por las disputas comerciales entre los dos grandes de la región (Brasil y Argentina), sino que los llamados “socios menores” (Paraguay y Uruguay) comienzan a hacer su juego al constatar que siguen siendo la “Cenicienta” de la alianza regional. Mientras Paraguay estrecha lazos con Estados Unidos, abriéndole las puertas a sus soldados y estudiando la posibilidad de firmar un Tratado de Libre Comercio, el presidente uruguayo Tabaré Vázquez está dando señales de un acercamiento a Washington. Vázquez dijo que “Estados Unidos es el que nos compra más y mejor”, y que con ese país “vamos a intentar tener más y mejor relacionamiento comercial”, y no descartó la posibilidad de firmar un TLC [2].
En este reposicionamiento uruguayo parece haber jugado la misma preocupación que está llevando a más de un gobierno de la región a amarrar acuerdos seguros con Washington, ante la incertidumbre que generan alianzas como las existentes hasta ahora. En el entorno de Vázquez parece dominar “la percepción de que las expectativas en torno al MERCOSUR no se han cumplido y que el país corre el riesgo de verse atrapado en un círculo que apenas excede el mercado interno”. [3]
Lo cierto es que Brasil –el único país con capacidad de liderar la integración- está optando por un doble juego: busca profundizar acuerdos comerciales con países del Sur mientras en el continente apuesta a la CSN como forma de desbloquear el trancazo que sufre el MERCOSUR. Argentina, que aún no consigue sobreponerse a la debacle de la década menemista, forcejea entre problemas internos que se reflejan a nivel regional –de hecho la CSN es una iniciativa de Duhalde– y desafíos internacionales como el que le plantea Brasil, ante los cuales no tiene capacidad de respuesta. Ante las dudas, se refugia un renovado proteccionismo mientras no deja de tender puentes a la administración de George W. Bush, con la que mantiene excelentes relaciones.
Chávez juega rudo
En medio de este panorama, la “diplomacia petrolera” de Chávez goza de buena salud y representa el proyecto más persistente y viable, ya que está tejiendo alianzas bilaterales y beneficiosas para las partes. Sin renunciar a su propio proyecto de integración, el ALBA, Chávez está dando pasos concretos en un tema tan estratégico como la energía. En tanto, fue capaz de mostrar las uñas en Brasilia cuando vislumbró que el proyecto de comunidad regional era apenas la repetición de experiencias fracasadas.
“El mundo entero tiene olor a petróleo”, dijo Chávez al diario argentino Clarín-. “En Venezuela tenemos una fuerte carta petrolera para jugar en el tablero geopolítico y la vamos a jugar claramente en los procesos de integración regional”. Y agregó que usará esa carta para “jugar rudo contra los más rudos de mundo: los Estados Unidos” [4] . La estrategia de integración energética, que gira en torno a PETROAMÉRICA, tiene tres patas: Petrocaribe, que ya se puso en marcha, PETROANDINA, que está apenas en sus primeros pasos, y PETROSUR (con el MERCOSUR y Chile), que por ahora consiste en acuerdos bilaterales.
En Brasilia, Chávez y Lula firmaron acuerdos muy importantes entre las petroleras de cada país, PDVSA y Petrobras. Entre ambas invertirán 4.700 millones de dólares, de los cuales 2.500 millones se destinan a una refinería que se construirá en el estado brasileño de Pernambuco que producirá 200 mil barriles de petróleo pesado y dará autonomía energética a toda la región del Nordeste. También firmaron un preacuerdo para desarrollar campos petrolíferos en Venezuela, con reservas estimadas en 11 billones de pies cúbicos y cuya explotación demanda inversiones de 2.200 millones de dólares.
Con Argentina también firmó acuerdos el presidente venezolano. PDVSA invertirá 92 millones de dólares en la compra de 148 estaciones de servicio de la argentina RHASA y la uruguaya Sol, y una refinería en Campana para explotarlas junto a la estatal argentina ENARSA. La española Repsol (que controla la mitad del mercado de combustibles en Argentina) se comprometió a proveer el crudo que necesite la sociedad PDVSA-ENARSA, y a cambio accederá a la rica cuenca de hidrocarburos del Orinoco, una de las reservas más importantes del planeta [5]. Para los argentinos el acuerdo es un respiro que permitirá aumentar las menguadas reservas energéticas del país. Para los venezolanos implica poner un pie en Argentina, con lo que van sumando piezas al collar de alianzas que vienen tejiendo en todo el continente. “Esto es como la OPEP, un ejemplo de integración para fortalecer nuestros procesos de desarrollo”, dijo Chávez.
Con acuerdos concretos, Chávez demuestra que la integración no pasa por declaraciones diplomáticas y apuesta a generar un debate político profundo entre los gobiernos de la región. Su gesto de negarse a firmar la declaración de Brasilia es algo más que simbólico. Enseña que está dispuesto a llegar lo más lejos posible en la integración regional, que ella no puede reducirse a acuerdos comerciales y, como lo manifiesta la retirada de 20 mil millones de dólares de Estados Unidos a principios de octubre, que para concretar la unidad continental es necesario comenzar a cortar los lazos con el Norte.
[1] O Estado de São Paulo, 1 de octubre de 2005
[2] Búsqueda, Montevideo, 22 de septiembre de 2005
[3] "Una inserción internacional de nuevo tipo", Gabriel Papa en Brecha, Montevideo, 30 de septiembre de 2005
[4] Entrevista a Hugo Chávez en Clarín, 2 de octubre de 2005
[5] Página 12, Buenos Aires, 30 de septiembre de 2005
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