Kandahar, Darfur, Ar Rustimiyah, Bagh, hoy los militares y diplomáticos de la OTAN, en su Cuartel General en Bruselas, tienen los ojos puestos en unos pocos lugares que los atlantistas no hubiesen podido localizar hace 15 años. Después de haber trabajado durante la Guerra Fría en la protección de Europa y de Norteamérica, hoy la OTAN permite a sus 26 miembros trabajar conjuntamente para cumplir tareas que son también nuestras a lo largo y ancho del planeta.
En nuestro mundo interrelacionado, ya no podemos permitirnos interesarnos sólo en nuestros asuntos menores. Los problemas se han vuelto globales y en ningún sitio esta lección es más evidente que en Afganistán. Cuando llegué a la OTAN hace cinco años, ninguna autoridad europea se interesaba en ese país. Actualmente, los 26 Estados miembros envían sus tropas y sus recursos económicos para reconstruir ese país y convertirlo en una democracia. ¿A qué se debe esta inversión? A que lo que ocurre allí nos afecta aquí en las calles de Nueva York, en el metro de Londres y en todos los mercados de la droga en Europa y en Norteamérica. El mundo ha cambiado mucho, pero las amenazas que se ciernen sobre Europa y Norteamérica siguen siendo las mismas: la lucha que hoy llevamos a cabo contra las fuerzas extremistas y terroristas es, ante todo, la versión moderna del combate contra la brutalidad, la tiranía y la crueldad que nos llevó a forjar una alianza hace 56 años. Los norteamericanos, los europeos, la OTAN y la Unión Europea tienen, todos, un papel que desempeñar, por separado y en conjunto, para garantizar nuestro futuro y promover nuestra libertad. La OTAN debe seguir siendo el ámbito de discusión donde podamos debatir todos los problemas que afectan nuestra seguridad futura.
Actualmente, la OTAN debe llevar a cabo ajustes que le permitan enfrentar los desafíos del siglo XXI. Es preciso que los aliados logren que la OTAN sea financiada, flexible, y esté en primera línea para hacer frente al siglo XXI. Durante los últimos tres meses, la OTAN se ha movilizado para ayudar a las poblaciones que han sido víctimas de catástrofes naturales y la Alianza debe contar con los recursos necesarios para mostrarse generosa y, a la vez, apta para brindar su ayuda. La apertura del Centro de Formación y de Doctrina de la OTAN en Ar Rustimiyah, en Irak, evidencia un potencial importante y, hasta el presente, inutilizado por la Organización: el de un organismo multilateral de formación en materia de seguridad, que emplea sus conocimientos para ayudar a otras naciones del mundo a mejorar el carácter profesional y el sentido de la responsabilidad de sus fuerzas armadas.
Cuando los grandes demócratas se unan para defender la libertad y la seguridad, nuestros efectivos se desarrollarán, así como nuestra fuerza y nuestra prosperidad.
«Nouveaux horizons pour l’OTAN», por Victoria Nuland, Le Monde, 7 de diciembre de 2005.
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