Las declaraciones antisemitas de Ahmadineyad causaron descontento en Europa –y es algo sorprendente ya que no son declaraciones nuevas. Ya hace cuatro años, el presidente Rafsanyani había hecho un pronunciamiento semejante, durante la prédica del viernes. Su discurso en aquel entonces habría debido convencer a cualquiera de que la República Islámica es incompatible con los valores de la sociedad occidental. Rafsanyani decía: «Si un día el mundo islámico también se equipara con las mismas armas que las que posee Israel hoy, entonces la estrategia de los imperialistas se bloqueará, ya que basta con utilizar una sola bomba atómica en el interior de Israel para destruir todo.… Tal posibilidad no es imposible». Los analistas estadounidenses y europeos se apresuraron en declarar que sólo se trataba de una actitud defensiva, pero los políticos iraníes, por su parte, habían comprendido perfectamente: se amenazaba claramente con emplear el arma nuclear de manera táctica, de forma ofensiva.
Desde siempre, los dirigentes políticos y religiosos en Irán han exhortado de forma sistemática a destruir a Israel. Hasta Ahmadineyad, esos mismos políticos iraníes siempre han logrado engañar a Europa o que tomara una cosa por otra. Desde hace 20 años, Europa evita hacer frente a la situación, por miedo a la confrontación y en aras de proteger sus intereses, cerrando los ojos ante el terror y las numerosas violaciones de los Derechos Humanos. Sobre todo en el tema nuclear, el objetivo de su diplomacia es permitir a Irán ganar tiempo.
Pero hoy está claro que la política europea respecto de Irán ha fracasado por dos razones. En primer lugar, está el hecho de que el desarrollo nuclear del régimen iraní está motivado por consideraciones de orden interno y no de defensa nacional, y la diplomacia no tiene ascendencia alguna sobre las cuestiones internas. Los análisis, conversaciones y sondeos discretos de la opinión iraní demuestran que el 80% de las personas ya no esperan nada del régimen actual y aspiran a un cambio radical. La situación es similar a la de la URSS durante el gobierno de Mijail Gorbachov, la población no se contentaba con la Glasnost, y quería simplemente acabar con el dominio comunista. Sólo el 10% apoya las reformas de Jatami, el equivalente de los partidarios de Mijail Gorbachov en aquel entonces. Los demás se aferran a la retórica radical de Ahmadineyad y, como los estalinistas inflexibles de antaño, se opondrán siempre a cualquier reforma.
La segunda razón del fracaso europeo son los Guardianes de la Revolución. Replegada en sí misma y en sus posiciones violentamente reaccionarias, esa guardia constituye la élite del régimen islámico. Es el centro ideológico y xenófobo del grupo que tiene en sus manos el programa nuclear y balístico iraní. El negacionismo de Ahmadineyad y sus amenazas de «borrar a Israel del mapa» se hayan en la raíz de su ideología. Las numerosas alusiones apocalípticas recientemente formuladas por Ahmadineyad –quien cree poder adelantar la llegada del Imán escondido, una figura mesiánica chiíta, a través de un período de purificación guerrera– deberían trastornar a los europeos. En diplomacia, se parte del principio de que cada parte es sincera en sus objetivos, pero Ahmadineyad no pierde ocasión para mostrar que está más a favor de la guerra que por la paz.
Los problemas políticos pueden resolverse por la diplomacia, pero ésta no puede atacar los fundamentos ideológicos de un régimen hostil. Pol Pot no podía ser desviado de su xenofobia genocida. Gamal Abdul Nasser nunca hubiera abandonado el nacionalismo árabe. Sadam no ha renegado de nada, incluso después de su caída del poder. El liderazgo iraní no es diferente. Haga lo que haga la diplomacia, nunca logrará convencer al liderazgo religioso de Irán de que abandone las creencias y principios cuyas raíces cree encontrar en su visión teológica particular. El liderazgo iraní es tan peligroso como su arsenal en potencia. Felizmente, en la actualidad, la franqueza de las declaraciones de Ahmadineyad obliga a los políticos europeos a considerar a la República Islámica por lo que es y no por lo que ellos quisieran que fuera.
«Iran Means What It Says», por Michael Rubin, Tyzden, 2 de enero de 2006.
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