El Irán actual no tiene nada que ver con la Alemania de los años 30, a no ser lo que Ernst Bloch denominó la «no-contemporaneidad» de Alemania, un país que, a diferencia de Francia e Inglaterra, no conoció una revolución burguesa antes de 1918. El Irán de nuestros días no sólo rechaza el momento presente, sino que permite que ideas arcaicas obstaculicen su desarrollo. Hoy la juventud iraní ve su futuro bloqueado por las consecuencias de la revolución de 1979, que fue tanto una revolución como una contra-reforma: contra el progreso y los principios del Siglo de las Luces, contra la modernidad, contra la emancipación de la mujer, contra el liberalismo de la burguesía naciente, en suma, contra una gran parte de la sociedad cuyas costumbres, como acabo de decir, habían evolucionado con un sentido de modernidad.
Ahora bien, Irán, después de 27 años de tropiezos en su evolución, ha ido hacia atrás. El gobierno de Rafsanyani, de manera ardua y difícil, había reajustado las estructuras económicas del país privatizando una parte de la economía. El gobierno de Jatami liberalizó las costumbres. Pero esas políticas no permitieron llenar las lagunas de la no-contemporaneidad iraní. Porque Irán es hoy una sociedad compleja donde coexisten las supersticiones más tenaces, las ideas mesiánicas más inverosímiles, la independencia mental más fiera, la religión más estrictamente igualitaria, comportamientos casi «libertarios» e incluso a veces abiertamente libertinos, o sea, creencias audaces próximas a las corrientes de espiritualidad más fantasiosas del New Age. En nuestros días, a pesar de la intransigencia de la política actual, los iraníes se han abierto al mundo y se interesan por todo lo que ocurre. Irán es ese país paradójico donde los libros de filosofía se venden más que las novelas.
El aire de cambio sopla gracias al espíritu de los tiempos y no excluye a nadie, de modo que, por ejemplo, incluso los radicales más duros se comportan como liberales en la cámara de la Asamblea Islámica. La heterogeneidad que observamos surgir en un país donde la religión se considera total y totalitaria muestra que las corrientes de transformación que sacuden a nuestro planeta son más fuertes que las resistencias de identidad. Como están marchando las cosas, nada podrá detenerlas.
Le Figaro (Francia)
Difusión: 350 000 ejemplares. Propiedad de la Socpresse (creada por Robert Hersant, hoy es propiedad del constructor de aviones Serge Dassault). Es el diario de referencia de la derecha francesa.
«L’incongruité de la situation iranienne», por Daryush Shayegan, Le Figaro, 2 de enero de 2006.
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