Lo que está sucediendo en el continente causa alarma entre los aliados de Washington. La derecha política, miope y daltónica, quiere ver los cambios producidos en América Latina como un «triunfo» de Fidel Castro y de Hugo Chávez. Algunos recomiendan incluso que contra esta nueva «conspiración» se utilicen los métodos de los años 60 y 70 cuando Henry Kissinger colocaba en el poder a dictaduras militares. Es la misma derecha que celebró con júbilo las atrocidades cometidas por los déspotas del Sur. Quince años después del desmoronamiento de la antigua Unión Soviética, toda política cuyo propósito sea restablecer la soberanía nacional es presentada como «enemiga».
A esa derecha le resulta difícil aceptar que la reacción latinoamericana no obedece a veleidades filocomunistas, sino que es la respuesta a la situación social. La centroizquierda de Argentina,
Uruguay, Chile, Brasil y ahora Bolivia, es vista como un apéndice del chavismo, visto a su vez como asociado al castrismo. Pero si la derecha se alarma por las victorias anunciadas de la izquierda en Chile y México es también, y sobre todo, porque la única aliada con que contaría Estados Unidos en el continente sería Colombia. Como señaló el ex presidente argentino Raúl Alfonsín: «La elección de José Miguel Insulza como secretario general de la Organización de Estados Americanos y la consecuente derrota del candidato sostenido por la administración Bush marcan la tendencia declinante del liderazgo de Estados Unidos». A esto se añade el fracaso norteamericano en Mar del Plata.
«Cambios en América Latina», por Óscar Collazos, El Tiempo, 5 de enero de 2006.
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