La cultura política en Palestina y en el mundo árabe fue definida durante el pasado siglo por el principio unificador del nacionalismo árabe, definiéndose como antioccidental, antiimperialista e islámica, aunque más desde un punto de vista cultural que religioso. A mediados del siglo XX, también se transformó en antisionista y se volvió contra algunos regímenes árabes conservadores. Todos esos atributos constituyeron lo «políticamente correcto» durante decenios y perduran hasta nuestros días. La derrota de 1967, la caída de la URSS y el surgimiento del Islam político no cambiaron en nada esta concepción. Occidente siempre es considerado como el principal adversario.
_ Estos últimos 20 años vieron nacer una nueva fuerza política y militante: el islamismo radical. Menos sofisticado en su principio reunificador que el nacionalismo árabe, extrae su legitimidad de las profundas raíces históricas musulmanas. Los militantes islamistas se distinguen de los nacionalistas árabes por su desprecio a la laicidad y la discriminación respecto de las mujeres y las minorías; pero comparten la oposición a Occidente, al sionismo y a los regímenes despóticos del nacionalismo. En cambio, aún no han alcanzado la respetabilidad social y política de este último.
Durante decenios, los regímenes árabes, con el apoyo tácito o abierto de Estados Unidos, que también aprovechaba ese tipo de estabilidad, han negado a su población toda participación política, generando así una inestabilidad política de consecuencias globales cada vez mayores. La secretaria de Estado, Condoleezza Rice reconoció el fracaso de esa política y la comparó con el enfoque de la administración Bush tendente a restaurar la estabilidad en la región a través de una mayor participación y expresión política de los actores implicados. El éxito de ese proyecto dependerá de la capacidad de modificar la cultura política en la región, no sólo la correlación de fuerzas. Hay que dar a las fuerzas de estabilidad el tiempo de madurar y los medios para que logren un lugar en el tablero político de donde siempre estuvieron excluidas en el pasado.
Los palestinos, que siempre estuvieron a la vanguardia del nacionalismo árabe, se inclinaron tardíamente hacia el Islamismo. Además de la gravosa carga de la ocupación israelí, han sufrido los problemas genéricos de los «regímenes árabes». Estos últimos diez años, el mensaje de rebelión y de esperanza «el Islam es la solución» encuentra cada vez más apoyo en una población harta de una dirección política corrompida e ineficaz. Esas dos fuerzas –nacionalista e islamista– han dominado el escenario político, mientras que el espacio entre las dos permanece vacío.
Las fuerzas políticas liberales, democráticas, humanistas y laicas, que representan los intereses y los valores de la clase media, han sido marginadas, política y económicamente desfavorecidas durante decenios, pero no se han declarado vencidas. Su éxito y su fortalecimiento son la mejor muralla contra el extremismo y el radicalismo, ya que los humanistas demócratas tienen una larga tradición de tolerancia religiosa. El vehículo de semejante cambio político podría ser un partido político palestino con esos valores.
«Palestinian secular humanists: Unite!», por Ziad Asali The Daily Star, 6 de enero de 2006.
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