Sólo de forma indirecta, mediante el artículo de un amigo periodista en el diario Die Zeit, es que Joschka Fischer al fin tomó posición en el debate sobre la implicación del gobierno alemán (al cual él pertenecía y cuya política exterior dirigía) en la guerra estadounidense contra el terrorismo y los «daños colaterales» causados a los Derechos Humanos y a los principios básicos de nuestra Constitución.
Pero Fischer no es el único en evadir el debate, pues la CDU/CSU y el FDP también deberían hacer frente a la Historia. Cuando estaban en la oposición, se quejaban de la distancia entre Berlín y Washington, simulando ignorar la violación de la ley internacional y la hegemonía militar y económica de los Estados Unidos. Hoy la hipocresía continúa y se esconde tras la denuncia de los errores del gobierno de Schröder. Para Fisher, la posición de Alemania sólo puede ser ambivalente, considerando su deuda histórica con los Estados Unidos. La situación actual tiene al menos el mérito de hacer comprender a los conservadores alemanes la magnitud del basurero moral al cual se habría dejado arrastrar Alemania, como buen vasallo del imperio, en la guerra de Bush.
Sin embargo, sería interesante saber cómo Fischer, miembro de un partido que ha abogado siempre por los valores morales democráticos y por la defensa de los derechos humanos, ha podido manejar la contradicción entre esos valores y las acciones llevadas a cabo por George W. Bush, Colin Powell y Condoleezza Rice. En su entrevista, él pretende haber insistido siempre en el respeto al derecho y en el rechazo a la tortura. ¡Qué pena que esa denuncia nunca la hiciera pública –contrariamente a Angela Merkel que tuvo el valor de hacerla frente a Condoleeza Rice! Pero dos líneas más adelante Fischer explica que, en la lucha contra el terrorismo, no deben escatimarse las «zonas oscuras», lo que significa claramente que hay situaciones en que el Estado de derecho puede verse afectado en aras del objetivo que se persigue.
Históricamente, en boca de un alemán, semejante idea resulta escandalosa.
Y peligrosa.
«Die rote Linie nicht überschritten», por Florian Röller, Telepolis, 23 de diciembre de 2005.
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