"Contra las multitudes de niños y adolescentes se descargó en Quito, durante los últimos días, la furia oficial, que ha convertido en cárcel el Parlamento mismo para castigar al Ecuador naciente, que ellos representan, asfixiarlo con gases, quebrarlo a puntapiés y desangrarlo."
Una canción nacional, cada vez más olvidada, expresa:
«Heroica juventud, noble y patriota,
legión que simboliza la esperanza.
Somos la fusta que al tirano azota,
altivo cóndor que la cumbre alcanza...»
La invasión cultural norteamericana que nos abruma en las últimas décadas, fue aplastando todo cuanto significa espíritu de Patria, bajo una carga de antivalores como el Dios Mercado, el Halloween, el Gran Hermano, la fiebre de las Misses, los tragamonedas, el imperio de los juegos electrónicos diseñados para sembrar el odio, el individualismo, la inclinación a la violencia fratricida y a la guerra. Todo para que los pueblos –y particularmente los jóvenes- sean dóciles al dominio global de los Estados Unidos y sus mafias sobre el planeta.
De la aplicación en nuestro medio de políticas saturadas de estos antivalores, se han encargado las clases dominantes y su instrumento principal, la partidocracia, desde todos los poderes del Estado.
Tal acción se volvió más ominosa con la firma de los Acuerdos de Paz en 1998, bajo dictado de Washington y ejecución de ese endeble pelele llamado Jamil Mahuad.
Con tales Acuerdos el Ecuador fue arrastrado como res al matadero, a fin de que hiciera entrega de los territorios que exigía el militarismo provocador y derrotado del Perú, parapeto de las multinacionales mineras y petroleras, como la Occidental u OXY. Ésto justamente cuando el Ecuador acababa de aplastar a ese militarismo en la Guerra del Cenepa, por lo que pudo imponer, con su victoria, sus reivindicaciones amazónicas, burladas por Washington y el Panamericanismo en 1942 con la imposición del Protocolo de Río de Janeiro.
En ese mismo gobierno de Mahuad se entregó MantaLa como Base Militar del Comando Sur del Pentágono, mediante convenio inconstitucional jamás aprobado por el Congreso Nacional, como manda expresamente la Constitución.
La Base de Manta con que se inicia la pretensión de convertir a todo el Ecuador – Sierra, Costa, Oriente y Galápagos- en plaza de armas para las guerras colonialistas de Estados Unidos dentro y fuera del continente americano.
Uno de los artífices de la entrega de Manta, el socialcristiano Heinz Moeller, cuando Canciller de la República llegó a decir: «A mí no me hablen de soberanía. Se trata de negocios», autodefinición de un vendepatria que fue poco después acolitado por el Presidente Gustavo Noboa Bejarano, cuando afirmó rotundamente que la soberanía nacional era lo de menos, pues lo importante era que la gente comiera. Entre sus pésimos chistes, afirmó seriamente: «La soberanía no se come».
Ahora viene una minúscula gavilla de empresaurios, concentrados en diez grandes firmas industriales y comerciales, y empujan al gobierno de Alfredo Palacio, sin duda para su contento, a suscribir el Tratado de Libre Comercio, TLC, que significa una oportunidad de perlas para sus negocios de atún, flores o supermercados, mientras se abre paso la aplanadora norteamericana para aplastar nuestra agricultura, avicultura, ganadería y pequeñas empresas, con una incontenible inundación de productos propios subsidiados por Norteamérica, como maíz, papas, trigo, soya y un mar de artículos que los gringos no consumen, tales como librillo, patas de res o traseros de pollo, y que habrían de venderse aquí a precios tan bajos que arruinarían la competencia ecuatoriana, forzando una mayor ruina de la masa agraria, mayor desempleo y nuevas oleadas de emigración
El gobierno de Palacio inclina cada vez más la cerviz ante los nuevos conquistadores, acumula tropas y elementos bélicos en la frontera colombiana, como lo exigen el Comando Sur y el virrey Alvaro Uribe; se muestra favorable a perpetuar la Base de Manta, maniobra en dirección del TLC y prepara el terreno para el acto final de sumisión ante la OXY, el dinosaurio petrolero que esperar recibir el 8 de febrero la joya de la corona: la autorización para que siga saqueando el Bloque 15 con su socio canadiense EnCana: 100 mil barriles diarios, que suman seis millones de dólares cada día, cantidad con la que se podría construir veinte mil viviendas mensuales para los pobres.
¿Tiene algo que ver toda esta tragicomedia con la juventud ecuatoriana?
Directamente, porque ella sufre las consecuencias de esta nefasta realidad en su presente y, particularmente, la sufriría en su futuro. De allí que insurge contra todas estas vergüenzas y desvergüenzas. Reclama con justicia reivindicaciones específicas como el carné estudiantil, pero además el derecho a tener una patria digna y soberana.
Contra las multitudes de niños y adolescentes se descargó en Quito, durante los últimos días, la furia oficial, que ha convertido en cárcel el Parlamento mismo para castigar al Ecuador naciente, que ellos representan, asfixiarlo con gases, quebrarlo a puntapiés y desangrarlo.
Los voceros de la antipatria difunden la versión de que los manifestantes están movidos por determinados partidos o ideologías. Estúpida o ciega visión de la realidad actual del Ecuador, que sufre los efectos del extremismo más condenable y brutal: miseria, desempleo, corrupción, abandono, asesinato de la soberanía nacional. La acción de cualquier grupo o filosofía, en estas condiciones, no es sino uno de los tantos productos de este caldo de cultivo fenomenal.
De allí que lejos de amenguar las protestas con la represión, las veremos crecer por todas partes, cada día.
Las veremos extenderse de la capital a las provincias, de la ciudad al campo, de los jóvenes a los viejos.
Producida la explosión social, que se perfila imparable, el lema que hoy proclaman los estudiantes se volverá coro de multitudes, si no trompetas de una revolución. Ese lema colérico que afirma rotundamente:
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