El 19 de enero de 2006, la cadena de información continua Al Jazeera difundió la grabación de un discurso atribuido a Osama bin Laden. Por primera vez, después de 13 meses, se escuchaba su voz y rápidamente gran número de analistas y expertos mediáticos comenzaron a comentar e interpretar sus declaraciones sin cuestionar su autenticidad. El liderazgo de Osama bin Laden, terrorista fundamentalista musulmán, sobre Al Qaeda, organización tentacular responsable de los atentados del 11 de septiembre de 2001, de operaciones en Europa y organizadora de los ataques contra las tropas estadounidenses en Irak, es un dogma incuestionable en los medios de comunicación dominantes.
El 19 de enero de 2006, la cadena de información continua Al Jazeera difundió la grabación de un discurso atribuido a Osama bin Laden. Por primera vez, después de 13 meses, se escuchaba su voz y rápidamente gran número de analistas y expertos mediáticos comenzaron a comentar e interpretar sus declaraciones sin cuestionar jamás su autenticidad.
El liderazgo de Osama bin Laden, terrorista fundamentalista musulmán, sobre Al Qaeda, organización tentacular responsable de los atentados del 11 de septiembre de 2001, de operaciones en Europa y patrocinadora de los ataques contra las tropas estadounidenses en Irak, es un dogma incuestionable en los medios de comunicación dominantes. Y como todo dogma, se basa en la fe, no en los hechos. Sin embargo, si examinamos los hechos, se multiplican los elementos que desmienten la existencia de Al Qaeda o su real antagonismo con Washington. Un número cada vez mayor de expertos y analistas cuestionan la versión oficial de los atentados del 11 de septiembre; militares de alto rango como el ex jefe de Estado Mayor ruso, el general Ivashov, niegan la existencia del «terrorismo internacional»; los resistentes iraquíes niegan la presencia de Al Qaeda en Irak o aseguran que se trata de agentes provocadores del ocupante. Pero estos elementos no cuentan en el análisis mediático de los comentarios de la grabación de Osama bin Laden.
Al Jazeera recoge los elementos «significativos» de la intervención del «enemigo público número uno» de Estados Unidos en su sitio Internet. Los fragmentos reproducidos recuerdan más una imitación de las críticas de los adversarios de la administración Bush a la política de la Casa Blanca que la obra de un integrista wahabita. La voz grabada amenaza asimismo a Estados Unidos con nuevos atentados de gran envergadura pero, de manera sorprendente, propone una «tregua» a Washington para reconstruir Irak y Afganistán.
Este mensaje llega en un momento oportuno para el gobierno de Bush. Las nuevas amenazas de atentados se producen menos de dos semanas antes de que el Congreso someta a votación la renovación de la Patriot Act, texto liberticida aprobado con el pretexto de defender el suelo estadounidense de nuevos atentados, y poco tiempo antes de que George W. Bush tenga que pronunciar un discurso sobre el estado de la Unión (que analizaremos en próxima edición).
De cualquier manera, los medios republicanos no tardaron en sacar provecho del casete para exigir la adopción de nuevas medidas de seguridad cuyo vínculo con «Al Qaeda» parece en ocasiones traído por los pelos. Por ejemplo, la consultora y cabildera republicana Salena Zito se apoya en parte en este casete para afirmar en The Post Chronicle que Al Qaeda constituye una amenaza importante, que es preciso vigilar las fronteras y pedir nuevas medidas que le prohíban el acceso a la frontera… a los inmigrantes latinoamericanos, nuevo caballo de batalla de Samuel Huntington y de sus partidarios.
Cerrando los ojos ante este sospechoso oportunismo, los expertos mediáticos y los editorialistas prefieren concentrarse en el tema de la tregua mencionado en la grabación difundida por Al Jazeera. De esta forma se producen grandes debates sobre la conveniencia de aceptar o no esta «mano tendida» y sobre lo que deja entrever esta propuesta sobre la situación actual de Al Qaeda. Con ello dejamos que salga a relucir una importante pregunta: para que haya una tregua o un cese al fuego hace falta un enfrentamiento, ahora bien, ¿dónde está el enfrentamiento entre Washington y Al Qaeda? ¿En qué lugar del mundo se produce un combate entre soldados de Al Qaeda y militares estadounidenses? Recordemos además que si bien en una primera etapa Al Qaeda fue presentada como una estructura piramidal, ha sido transformada de manera progresiva en una simple ideología o en «una nebulosa», lo que evita aportar elementos que demuestren la existencia de una organización precisa. En ese caso, ¿cómo se puede firmar una tregua con una ideología? ¿Debemos deducir de esta oferta que después de que se nos rogó que creyéramos en la existencia de una superorganización terrorista, para pedirnos después que no creyéramos en ella, debemos volver a hacerlo?
Los autores de tribunas evitan concienzudamente responder a estas preguntas. Muchos se abstienen de nombrar los campos de batalla donde el combate entre Al Qaeda y Estados Unidos sería más violento o designan como línea del frente teatros de operaciones cuyo único vínculo resulta ser la presencia estadounidense.
Lo único importante es interpretar la propuesta de «tregua», pero sin abandonar el dogma.
El Christian Science Monitor publica la única tribuna que hayamos leído que propone aceptar la propuesta de tregua. Su autor, el académico Douglas A. Borer, afirma que a lo largo de la historia muchos Estados se han visto obligados a negociar con terroristas y que Estados Unidos saldría ganando si lograra una tregua para poder repensar su estrategia con relación a los musulmanes y privar a Al Qaeda de adeptos. Esta opinión es única pero el autor comparte las observaciones de los demás analistas sobre Al Qaeda, es decir que le cuesta trabajo definir a este movimiento y sus centros de acción. De esta forma, cuando trata de ofrecer ejemplos de negociaciones entre Estados y terroristas para justificar sus opiniones mezcla con cierta ligereza negociaciones entre Estados, entre éstos y movimientos separatistas y hasta procesos de descolonización. En una palabra, mezcla un conjunto de elementos inconexos que ejemplifican su incapacidad para dar una definición del «terrorismo» y mucho más de la naturaleza de Al Qaeda.
Los restantes analistas se niegan a imaginar que pueda firmarse una tregua con Al Qaeda pero no están de acuerdo en lo que respecta a las bases de esta propuesta.
Para algunos se trata ante todo de un mensaje dirigido a las poblaciones musulmanas.
Daniel Benjamin y Steven Simon, ex dirigentes demócratas del Consejo de Seguridad Nacional estadounidense, describen el casete en el New York Times como una fanfarronada cuyo propósito es levantar los ánimos de las tropas «yihadistas». Afirman que Bin Laden desea aparecer como el único responsable de las desgracias de Estados Unidos en el mundo y garantizar de esta forma su promoción en el mundo musulmán. Por consiguiente, ambos autores señalan que es urgente repensar la lucha ideológica contra la promoción del yihadismo.
La eterna coartada árabe de los medios neoconservadores, el presidente de la World Lebanese Organization, Walid Phares, también ve en el casete un medio de levantar el ánimo de las tropas luego de un año que resultó difícil para los «yihadistas». El autor afirma en el Washington Times que las elecciones en Afganistán e Irak y… la «revolución del cedro» constituyen los fracasos de Al Qaeda. ¿Debemos llegar como Phares a la conclusión de que Al Qaeda está vinculada al régimen sirio después de haber sido acusada de estar asociada con los talibanes y más tarde con Sadam Husein? Sin embargo, al contrario de los señores Benjamin y Simon, el experto de Benador Associates alaba la política de seducción de la población árabe musulmana y afirma que comienza a dar frutos.
Algunos analistas toman como pretexto la grabación para loar los méritos de la «guerra contra el terrorismo»… y denunciar a sus detractores.
El investigador de la Hoover Institution, Victor Davis Hanson, opina en el Chicago Tribune que dicho casete y la propuesta de tregua son la confesión de la debilidad de Bin Laden. Para ejemplificar su punto de vista acude a una sucesión de acontecimientos sin relación entre sí: el número de «terroristas» asesinados en Irak, la «revolución del cedro» en el Líbano, los bombardeos sobre las zonas rebeldes en la frontera entre Pakistán y Afganistán, las presiones ejercidas sobre Siria e Irán y el reciente discurso sobre la disuasión nuclear pronunciado por Jacques Chirac. El señor Hanson señala asimismo que el estilo de Bin Laden comienza a parecerse al del discurso de los adversarios estadounidenses de la administración Bush. Deduce de ello que la única esperanza de la organización radica en obligar a Estados Unidos a abandonar el combate al adular a los movimientos que se oponen a la guerra. Este argumento constituye una nueva actualización de la antigua acusación conservadora respecto de la derrota de Estados Unidos en Vietnam: Estados Unidos estaba a punto de ganar la guerra pero no pudo llegar hasta el final debido a las acciones desmoralizantes y derrotistas de los movimientos pacifistas. El arma de Al Qaeda en estos momentos sería por lo tanto una vez más el discurso que hizo «que se perdiera Vietnam».
En Gulf News, el editorialista de diferentes medios y experto (al igual que Hanson y Phares) de Benador Associates, Amir Taheri, se libra a un análisis bastante semejante. Bin Laden espera que el discurso contra la guerra en Estados Unidos logre imponerse y pretender entonces que la victoria es suya. El autor considera además que este casete es un ejemplo de la división interna en el seno de Al Qaeda entre los partidarios de una estrategia de invasión de los países musulmanes, como Zawahiri, y Bin Laden, quien desea organizar nuevos atentados en Estados Unidos… en caso de que haya sido Bin Laden quien diera a conocer el casete pues el autor no excluye la posibilidad de que este último esté muerto y sean otros los que se encarguen de divulgar el mensaje en su nombre.
En La Gazette du Maroc, el falangista libanés Antoine Basbous, fundador del Observatorio del Mundo Árabe, comparte la opinión de que las declaraciones de Bin Laden revelan la debilidad interna y llega incluso a especular sobre su estado de salud. Declara que lo sabe todo sobre los conflictos internos de Al Qaeda, que Bin Laden está perdiendo terreno ante Zarkaui y tiene dificultades para conservar el control de la organización, si bien al mismo tiempo ya no necesita controlar una ideología que con tanta amplitud desarrolló. De cualquier manera, al mostrarse amenazador frente a Estados Unidos, Bin Laden estaría demostrando a los opositores de George W. Bush que sería un error minimizar la amenaza.
Como podemos ver, los medios que apoyan las acciones de la administración Bush y la «guerra contra el terrorismo» han monopolizado prácticamente los análisis sobre el tema y se han aprovechado de ello a menudo para atacar a sus adversarios políticos. Como de costumbre, el ex administrador del U.S. Institute of Peace y presidente del Middle East Forum, Daniel Pipes, va más lejos que los restantes analistas y se basa en la grabación para, una vez más, acusar a la izquierda norteamericana de complicidad con el islamismo.
En el New York Sun, Frontpage Magazine y Jerusalem Post, se apoya en la referencia de Osama bin Laden al libro El Estado agresor (Rogue State en inglés) para denunciar las posiciones de su autor, William Blum, y tratar de desacreditar su trabajo sobre los crímenes del imperialismo estadounidense. Pipes asegura que esto convierte a Blum y a todos los que valoraron su trabajo en aliados objetivos del «yihadismo». El autor adapta a la moda y a la actualidad reciente una tesis habitual según la cual todo movimiento pacifista es manipulado por el enemigo por ingenuidad o en virtud de un pacto secreto. Este eje de propaganda no es característico de Estados Unidos y fue retomado en Francia a través del discurso sobre la «división de la izquierda».
Es una pena que esta propaganda encuentre aliados involuntarios entre aquellos que, por aversión hacia los crímenes cometidos por la administración Bush, acaban por encontrar simpático a Osama bin Laden a causa de su seudo oposición a Washington.
De esta forma, el periodista libanés Yasser Al Zaratra muestra su regocijo en el diario de Qatar Al-sharq por las declaraciones contenidas en el casete y hasta se lamenta de que Bin Laden no haya propuesto la tregua en nombre de toda la nación musulmana. Con ello, el autor presenta a un agente de la CIA como líder de la lucha antiimperialista árabe musulmana. Asegura que Estados Unidos no puede vencer a Al Qaeda ya que se trata de una estructura en extremo flexible como para ser destruida incluso en el caso de que su dirigente fuera asesinado.
Sin embargo, algunos analistas son capaces de ver los puntos débiles en las demandas de Bin Laden y en la versión respecto de Al Qaeda pero se niegan a rechazar la existencia de la hidra.
El jefe de redacción del diario Asharqalawsat, Abdelrahmen Al Rachid, afirma que Bin Laden pide una tregua porque ya no controla nada y señala que todo parece indicar que tampoco controla los acontecimientos en Irak. El editorialista comprende muy bien que no hay lazos directos entre las acciones atribuidas a Al Qaeda en ese país y Osama bin Laden pero se niega a dar un paso adicional en esta lógica y plantearse el tema de la propia existencia de Al Qaeda.
En Selves and Others, el novelista y dramaturgo William Schroder opina que una tregua no tiene sentido ya que Estados Unidos no quiere la paz sino el control de los últimos recursos energéticos. Asegura que la guerra contra el terrorismo no es más que el medio y la justificación para imponerse en el Medio Oriente ante Rusia y China. Es por lo tanto imposible que Estados Unidos acepte una tregua con Bin Laden. No obstante, el autor se niega a pensar que Bin Laden haya ofrecido sin razón un pretexto para el control militar del «Gran Medio Oriente» por parte de Estados Unidos.
Cogidos en la trampa del mito del 11 de septiembre de 2001, hasta los analistas críticos se niegan a examinar la gran cantidad de incoherencias que rodean el dogma de Al Qaeda.
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