En septiembre de 2004, la administración Bush declaró que los asesinatos, violaciones y destrucciones en Darfur constituían un genocidio. Desde entonces, cientos de miles de personas han muerto, pero los responsables de la masacre, el gobierno sudanés y las milicias, continúan con su campaña contra las poblaciones no árabes. Esta campaña comenzó en 2003. Los beligerantes se presentan o identifican el campo adverso como los «árabes» o los «africanos», aunque la distinción no se basa en el color, sino en la lengua, etnia, cultura y modo de vida. Los árabes son pastores nómadas, mientras los africanos son agricultores sedentarios.
Los asaltantes son árabes, pero eso no quiere decir que los árabes apoyen mayoritariamente estos ataques. Los agresores cometen sus crímenes para destruir un modo de vida, no mediante la eliminación inmediata, sino colocando a las poblaciones en situaciones que las llevarán a la muerte por hambre. Es eso lo que quieren el gobierno sudanés y los janjaweed. Condenan a una población a muerte, obligándolas a huir de sus poblados.
Estados Unidos quiere presidir el Consejo de Seguridad de la ONU este mes y no debe dejar pasar la oportunidad de reactivar la acción internacional sobre este problema. Es necesario suministrar más medios para los refugiados y comenzar a pensar en un sistema de compensación para las víctimas.
«Ending the genocide in Darfur», por John Heffernan y David Tuller, San Francisco Chronicles, 12 de febrero de 2006.
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