Con mayorías uribistas en el Congreso y con la casi asegurada reelección del presidente Uribe, la acción política de su segunda agenda de gobierno (si de hecho resulta reelecto) responderá a proyectos, planes e intereses exclusivos de dichas mayorías, que no necesariamente están y estarán articulados a las demandas sentidas de amplios sectores de la sociedad colombiana, es decir, de las verdaderas mayorías. Será un segundo período concentrado en asegurar el esquivo monopolio legítimo de la fuerza por parte del Estado, el control de sus fronteras internas y su carácter de máxima institución fiscal.
En estas circunstancias, la gobernabilidad de la segunda administración de Uribe Vélez mantendrá enel tiempo un carácter electoral y electorero ajeno de proyectos sociales de urgente ejecución, que respondan efectivamente a sempiternas deudas contraídas por el Estado colombiano con grandes sectores poblacionales. Una gobernabilidad de tipo electoral garantiza un ejercicio político sectorial, excluyente e ilegítimo en términos de aceptación social, por la condición elitista de quienes creen en la propuesta de país que ofrece Uribe Vélez.
Por ese camino, se asegura una gobernabilidad precaria como resultado de coaliciones alejadas de contenidos programáticos y de proyectos de nación objetivados en sólidas propuestas ideológicas en lo económico y en lo político. Una gobernabilidad precaria obliga al Presidente a una permanente puja presupuestal y burocrática con los movimientos uribistas que decidieron apoyarlo por cuenta de simpatías y lealtades personales. Es decir, una especie de imán fetichista, que atrae a propios y extraños se pone al servicio de las asimétricas relaciones que hoy existen entre un presidencialismo exacerbado y un Legislativo incapaz de discutir asuntos públicos de interés general (¡un Congreso de bolsillo!).
Las exigencias de ministerios, embajadas, contratos e institutos al Gobierno de Uribe por parte de la bancada uribista resultarán para el propio Presidente adecuadas y bienvenidas en tanto ello le evita la preocupación por darle vida a un partido político con reales bases sociales. Habría lugar, por ese camino, al fortalecimiento de un caudillismo de minorías o un caudillo sondeocrático.
Al tener un carácter coyuntural, la gobernabilidad electoral del segundo período de Uribe se apoyará en el fortalecimiento o por lo menos el mantenimiento de la efectiva estrategia mediática y propagandística que desde la oficina de prensa de Palacio se puso en marcha desde el 7 de agosto de 2002. Al final, la precaria gobernabilidad electoral terminará convirtiéndose en una gobernabilidad virtual que surge de artificiosos factores y elementos propios de la massmediatización de la política: vaciamiento conceptual, reducción de teorías y fundamentos filosóficos en atractivos eslóganes, la fijación de una imagen atractiva y carismática del gobernante y la natural univocidad de la dinámica televisiva.
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