En septiembre de 2005, más de 20.000 agricultores de productos de clima fría de tres departamentos, Cundinamarca, Boyacá y Nariño, y de 21 municipios realizaron una consulta ciudadana, promovida por la Asociación Nacional por la Salvación Agropecuaria y otras agremiaciones, acerca de la inclusión de tales géneros en las negociaciones del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos (TLC), así como de aquellos que se comercializan por parte de la superpotencia a precios por debajo del costo de producción. El 99% de los participantes votaron porque NO estuvieran incluidos. El gobierno desestimó la expresión democrática, la descalificó diciendo que los campesinos “habían sido manipulados” y la cúpula de FEDEPAPA, y con ella algunos alcaldes de Cundinamarca, expresó que los paperos “no corrían riesgo” con el TLC. Es más, el presidente Uribe en las alocuciones públicas posteriores a lo que se llamó “cierre” de negociaciones peroró sobre las oportunidades de la “papita criolla” en Estados Unidos.
No obstante, al mismo tiempo informes oficiales, entregados con motivo de los debates de control político del TLC en el Senado, avisaban del eventual ingreso de papa fresca y papa congelada de Norteamérica como consecuencia del TLC y algunos analistas (véase Garay y Rodríguez, “Diálogo Pendiente”) advertían lo mismo. En el Informe al Congreso de Colombia sobre las negociaciones se consigna que para “papas frescas y refrigeradas” de Estados Unidos habrá ingreso inmediato sin aranceles desde el inicio de vigencia del Tratado.
Por el lado de Washington, es conocida la importancia que la industria norteamericana de la papa le da a los mercados emergentes para recomponer su portafolio ante el lento ritmo de crecimiento del consumo en los países que se consideran “maduros” (véase “Critical Industry Information, 1999- 2002”, USA Potato Board). Sus exportaciones, la mitad de ellas de papa congelada, son un 12% del total de su producción de 20 millones de toneladas que realizan 10.000 productores, principalmente del estado de Idaho, con productividades superiores a 40 toneladas por hectárea, más de dos veces las de los campesinos colombianos, que siendo 90.000 cultivadores sólo alcanzan a un volumen total menor de tres millones. Los parámetros mundiales de consumo tienden a incrementar el de papa procesada que se da por fuera de los hogares en detrimento de la papa doméstica. Con razón, el Reporte de la Oficina de Representación Comercial de EE. UU. acerca del TLC con Colombia destaca como fruto de la negociación que “las exportaciones agrícolas de Estados Unidos a Colombia que recibirán tratamiento inmediato sin impuestos incluyen carne de calidad, algodón, trigo, soya, frutas y vegetales como manzanas, peras, duraznos y cerezas y productos alimenticios procesados incluyendo papa congelada y galletas”.
El golpe marrullero propinado a los paperos en el TLC por el despotismo del gobierno, frente al cual se están oyendo severos cuestionamientos, contó con la complicidad de la burocracia gremial de FEDEPAPA; esto se deduce de las declaraciones del ministro Arias, quien, ante los reclamos de ciertas regiones por el trato dado al tubérculo, negó que hubiera mediado compromiso alguno, ni siquiera el de su colocación dentro del conjunto entre el que se repartirán los óbolos con los que se pretende encubrir el desastre que ocasionará el TLC. Es decir, en el caso de Colombia no solamente la reclamada exclusión de la papa no se dio, como sí se concedió en el Tratado con Costa Rica, sino que no habrá auxilio ni para justificar la felonía que es lo que más parece dolerles a algunos voceros sectoriales.
Todavía en medio del alboroto, el Presidente de FEDEPAPA, Augusto del Valle, ante la posible importación masiva, insiste: «Los colombianos no deben alarmarse, pues bajo los protocolos fitosanitarios vigentes, dicha transacción no resulta ni rentable, ni viable”. En definitiva se está ante un caso evidente donde “una cosa es vivir de la papa y otra es vivir de los paperos”. Los sacrificados 90.000 productores deben organizarse para resistir el atropello y no porfiar en quienes no sólo no han mostrado diligencia para atender sus intereses sino que con su conducta encubridora validarán la quiebra del sector.
13 junio 2006
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