Vértigo, velocidad, veraz, verbal, verosímil, verdad, ver... Términos que nos refieren a los medios de comunicación. Todo veloz, todo. A mayor velocidad, mayor rapidez. Nosotros, hombres y mujeres de éste mundo, tenemos varios roles durante el día: empezamos como “oyentes”, escuchando radio en la que todos opinan, todos juzgan, todos condenan, todos absuelven, todos preguntan y todos, -sin detenerse-, vuelven a opinar.
Ese “todos” incluye periodistas, conductores y escuchas que llaman y opinan sobre “los argentinos”, hablan en nombre de millones, sin que esos millones hayan sido consultados sobre qué quieren escuchar.
A la vez, en ocasiones sin disimulo, van filtrando un discurso fascista. Lo cuelan sin pedir permiso, hasta hacerse insoportable.
Luego nos toca el rol de lectores, por falta de tiempo, ojeamos los titulares de los diarios, mientras sacamos boleto en el colectivo o nos apretujamos en el subte (ahora tan temido).
Pero el medio, el medio de todos los medios es la televisión.
Ella espera agazapada, como distraída, al televidente, que llega cansado después de un día de trabajo. Lo espera, sigilosa. Y ahí, cuando ya se puso las pantuflas, lo atrapó. Es todo de ella. No por nada la televisión es femenina. Y ahí está, a punto de caramelo, se deja subyugar.
La TV es como esas minas cabareteras, van rápido y a los bifes. Deja el tono de murmullo y pasa a engullir al espectador. Lo somete a la “urgencia informativa”, al instante, al vivo y en directo, a donde está la información cortita y rapidita, el flash informativo.
A deglutir y deglutir información atomizada, que la confusión sea tanta que dé lo mismo un chico desnutrido que una propaganda de Messi de yogurt; donde pase desapercibido el juicio a los represores argentinos o que seguimos con un 50% de habitantes sin trabajo o con trabajo basura, porque el móvil nos llama desde Alemania, y ahí no más nos atiborran de naderías.
En los días que corren, y en los anteriores también, la televisión se convirtió en un montón de nada. De algunos parlanchines que utilizan el mayor tiempo en la mirada entretenimiento-circo-no información, por encima de lo que realmente se debería informar: el juego que producen equipos de distintos países en un Campeonato Mundial de Fútbol. Nada más, y nada menos.
El filósofo Zygmunt Bauman nos advierte que “el flujo de información parece desactivar el pensamiento antes que habilitarnos para él. No hay tiempo para concentrarse, para reflexionar. El pensamiento creativo y crítico requiere tiempo para sopesar: pero el tiempo es un bien que los medios de comunicación no pueden proporcionar...”
Con la excusa del entretenimiento, la caja boba nos absorbe, cada vez más rápido, más veloz, más imparable. Recorta, en forma seriada, el pensamiento y la reflexión, y así, entrecerrando los ojos, nos vamos convirtiendo en el oyente de mañana, en simple espectadores de la nada. Volvamos a pensar, demos la pelea por la reflexión, de lo contrario... vamos directo al matadero.
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