La trampa compadrera, el favoritismo con dedicatoria, la mediocridad por encima de todo, son signos aberrantes de la vida nacional. No se concibe al Perú sin la presencia corrupta de ladronzuelos que se alaban entre ellos, se contratan unos a otros y se reputan como referentes para cualquier cosa. Las consultorías, abundantes, inexplicables, múltiples, durante el régimen que se va, son parte de un derroche institucional que crece de gobierno en gobierno. ¿Qué garantiza que la próxima administración aprista no caiga en este atajo sucio, pero tan útil para los amigotes, validos y garrapatas de todo signo?

No hay que ser zahorí como para deducir que el hormigueo copioso de los trepones que merodean por los predios del nuevo gobierno, constituye un reto que demanda una respuesta. Por ejemplo, sé que profesionales ortodoxos quieren marquesina, publicidad y respaldo mediático. Pero (el siempre prudente pero) ¡no adhieren ni se identifican para nada con el partido político que será gobierno! ¿Qué clase de trabajo es éste?: uno parcial, insuficiente, y fuente inevitable de conflictos a muy corto tiempo.

Las consultorías son una forma de cobrar al Estado por servicios que bien puede –y debe- acometer la burocracia profesional. Pero los grandes vivos, los parásitos eternos, so pretexto de mil y un etiquetas, no dudan en hacerse de dineros que llevan caparazones que amparan vientres gordos, viajes al por mayor, y ¡una estafa al pueblo! No otra cosa son.

Me decía ayer un ex funcionario de banco internacional: “Latinoamérica está llena de consultores y consultorías. Las mismas entidades financieras exigen la presencia de consultorías y “estudios” para, muchas veces, blanquear las coimas que se otorgan por el favoritismo hacia algún proyecto de inversión y por la gestión hecha con el gobierno de turno. Casi siempre se da trabajo, una vez que dejaron el gobierno al cual servían, a estos mercenarios y se los rota por todo el continente. Por ejemplo, un ex ministro de Educación del Perú puede supervisar algún tema de distinta naturaleza en Guatemala y etc. Es la manera de pagar todos los favores, dentro de un inmenso, intocable y muy inmoral sistema de corrupción por millones o miles de millones de dólares”.

Hay una relación directa entre inversión externa y consultorías. Bien sea que en educación, infraestructura, energía y otros ámbitos. Gran parte de estas asesorías son exacciones legalizadas y santificadas por los medios de comunicación que no desmadejan los intríngulis de cada contrato o concesión. Ciertamente, la publicidad yugula, ipso facto, cualquier freno o escrutinio. No pocas veces el engrasamiento de bolsillos personales contribuye a este silencio comedido. Los grandes crímenes en la patria no sólo ocurren por mano delincuencial callejera, también se dan en los bancos y a nivel del Estado.

Estos días se da cuenta en el país del exceso abrumador que ha gastado el gobierno en consultorías. A nadie parece alarmarle el asunto de marras. Sin embargo, es dinero del pueblo el empleado para aquella regaladuría de fondos públicos. ¿Por causa de qué ocurre así a vista y paciencia del opinante que no tiene cómo decir su verdad y protesta?

Hasta hoy, nadie ha dicho cómo castigar a los recipendiarios indebidos de fondos del Estado vía estas consultorías. A la fecha no hay mecanismos legales y penales que sancionen este robo disfrazado. ¡No sólo eso! A los fautores, sus cómplices, sus conexiones en el aparato estatal, debía flagelárseles en plaza pública y lapidarlos de por vida para servir al Estado. ¡Además deberían pagar y devolver los fondos! Y en esto no puede haber diferencia entre periodistas, consultores, diplomáticos, médicos, policías, militares, psicólogos, ingenieros, en suma, si son culpables de robos al Estado, necesitan el escarmiento riguroso penal y moral a lo largo y ancho del país.

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

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