En la ciudad de Buenos Aires existen 2113 calles y 640 plazas. Números que a simple vista nos dan información precisa de algo. Algo que es nada más y nada menos el lugar donde vivimos. Podemos hacer otra lectura de este dato tan preciso; podemos preguntarnos por los nombres que llevan estas calles y estas plazas. Llegado a este punto podemos indignarnos, asustarnos o tirar furiosos la guía de calles.
Buenos Aires fue, es y será una ciudad mimada por sus escritores y poetas. En muchos casos, sus legisladores se esfuerzan en no reconocer este gesto de cariño. Miremos el mapa.
Julio Cortázar figura en una calle de sólo dos cuadras, si bien es cierto que se le respetó el barrio donde vivió; Agronomía. Pero a usted le parece que quien les dio vida a Talita, Traverso y Horacio Oliveira, en Rayuela, se merezca tan poco. Mientras que Federico Lacroze tiene una avenida, una estación de subte y otra de tren con el único mérito, según Canido Borges, de haber sido un industrial que se hizo rico. Pero, ¿quién lo conoce a este Lacroze?
Roberto Arlt no tiene calle.
"...¡qué maravillosamente atorranta es por la noche la calle Corrientes...", escribe en Aguafuertes porteñas. Y no tiene calle. Al poeta urbano Roberto Arlt, le tocó en suerte una linda plaza céntrica. Pero si de plazas hablamos, también la tiene el general Eduardo Lonardi, quien participó en el derrocamiento del general Juan Domingo Perón en septiembre de 1955, (está ubicada en el barrio de Villa Pueyrredón entre las calles obispo San Alberto, Condarco, Cabezón, Bolivia, Ladines, Artigas y las vías del ferrocarril Mitre). Pareciera ser que para los legisladores porteños no hay mayor diferencia entre un escritor que se dedica a cortejar a la ciudad y un militar golpista.
Contradicciones de la historia. Trompadas de la memoria.
El escritor Macedonio Fernández, que tiene unas 6 cuadras de recuerdo en Saavedra, soñaba, en su obra Museo de la Novela de la Eterna, con una ciudad que en vez de nombrar a próceres y gobernantes recordara a las máximas vivencias humanas. Por eso pedía la calle de la Novia, entre muchas otras. A este maestro de maestros lo perdieron en el parque Presidente Sarmiento, lugar en que ahora mismo estan protestando por tanta ingratitud Dulce-persona, Quizagenio, Simple o, lo más probable, Deunamor.
Mencionamos a Domingo Faustino, y Jorge Canido Borges afirma que "existen algunas calles cuyos nombres se repiten, sin que sus protagonistas lo merezcan. Sarmiento tiene un exceso de homenajes, directos e indirectos. Existen la calle Sarmiento, la avenida Sarmiento, la calle Fragata Sarmiento, la calle Paula Albarracín y la plaza Dominguito, por una parte. Hay además tres parques que se llaman Sarmiento, también la calle Facundo se llama así por su libro, en tanto que a la calle Chacho se la denominó así por el capítulo de su libro Facundo, dedicado al líder montonero Chacho Peñaloza. El Rastreador es otro capítulo del mismo libro y también tiene su calle, a lo que habría que sumarle también el Pasaje El Maestro". ¡Un poquito mucho!.
A Jorge Luis Borges le fueron asignadas nueve cuadras en el barrio de Palermo, y sus lectores sabemos cuánto era su amor por esta ciudad. En el libro "Fervor de Buenos Aires" aparecen estos pocos ejemplos: "Las calles de Buenos Aires ya son mi entraña..." o "La ciudad está en mí como un poema que no he logrado detener en palabras". George no te quejes que te dieron una buena cantidad de cuadras. Nacen en la plazoleta Cortázar y terminan en el Jardin Botánico, al que tan lindo poema le dedicaste.
Hace poco le pusieron el nombre de Guillermo y Alfredo Barbieri a una plazoleta en Parque Patricios. Guillermo fue uno de los guitarristas de Carlos Gardel, que murió junto con él en Medellín y Alfredo fue un actor cómico muy conocido y padre de la conductora de televisión, Carmen Barbieri. Pero ya existe una plazoleta en Palermo, en la esquina de avenida Dorrego y Figueroa Alcorta que se llama Guillermo Barbieri.
No queremos pedir mucho, pero algo se le podría dar a poetas y escritores que amaron a esta ciudad como lo fueron Raúl Gonzalez Tuñón, Leónidas Barletta, Alvaro Yunque, Oliverio Girondo, por nombrar sólo algunos. Y no tienen ningún reconocimiento ni como porteños, ni como excelentes escritores, ni como los que protagonizaron la rivalidad entre los grupos de Florida y Boedo.
Que se reconozca a un cómico de teatro de revistas no está mal, pero qué lindo sería alguna vez poder citarnos en las calles Nicolás Olivari y Elías Castelnuovo, por ejemplo.
Si bien hay algunas plazoletas que evocan hoy al guionista de historietas Héctor Oesterheld, al escritor Haroldo Conti, al poeta Paco Urondo, al periodista Rodolfo Walsh, al poeta Roberto Santoro (todos ellos detenidos – desaparecidos durante la última dictadura militar), habria que llenar la ciudad con avenidas, calles, parques con tantos escritores, poetas y periodistas, que la amaron, la sufrieron, la escribieron, la lucharon, la patearon, la militaron,la...
Convengamos que hay un exceso de historia tergirversada, como sostiene el historiador Osvaldo Bayer: “El que tiene el monumento más grande, el más céntrico, apuntando a la Casa de Gobierno, es el General Julio Argentino Roca (presidente entre 1880/1886 y 1898/1904). Hace dos años y medio que presentamos el proyecto en la legislatura porteña para sacarlo, pero ningún legislador se anima a meterse con el tema Roca. Los fundamentos del proyecto de ley son la responsabilidad directa de Roca en el asesinato de decenas de miles de mapuches y otros Pueblos Originarios". Simplemente un genocida.
Siguiendo con la historia es llamativo que después de Rivadavia (también paradoja de la historia) la calle más larga es Ramón Lorenzo Falcón, quien cuando ejercia el cargo de Jefe de la Policia de la Capital Federal perpetró una masacre contra obreros en una marcha por el primero de mayo de 1909. Simplemente un asesino.
Todos sabemos que las callecitas de Buenos Aires tienen ese qué se yo ¿viste?. Todos queremos un equilibrado reconocimiento a toda la gente que amó y sufrió esta ciudad. Para que tanta gente quepa en el mapa es preciso hacer una revisión y ver, lo que se ve a simple vista, cuántos militares conocidos y desconocidos figuran entre ellas. Cuántas personalidades que nada hicieron en la historia universal del pensamiento, figuran entre ellas.
"El callejero de Buenos Aires es surrealista, absurdo", sostiene el profesor de Historia Felipe Pigna. "Yo no tengo nada en contra de Montiel, una selva de la provincia de Entre Ríos. Pero la calle que lleva este nombre tiene unas sesenta cuadras de extensión, contra las cuatro que recuerdan a Juan José Castelli, en Balvanera".
"Y ni qué hablar -continua Pigna- de uno de los traidores más notables de la historia argentina, Manuel José García, con calle propia en Parque Patricios. Fue el enviado de Rivadavia a Río de Janeiro para negociar la entrega de la Banda Oriental, agente inglés comprobado. O Carlos María de Alvear, el de la elegante avenida de la Recoleta, un señor que en 1815 le ofrece a Inglaterra el protectorado de las Provincias Unidas, manifestando que ’desean pertenecer al imperio de su graciosa Majestad’".
¿Será por eso que la calle Estados Unidos corre paralela y muy cerca de la avenida Independencia?
“Para vagar por las calles porteñas hay que estar por completo despojado de prejuicios y ser escéptico como esos perros que tienen mirada de hambre”, escribió Roberto Arlt.
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