“Las mujeres quedamos entonces relegadas a la cara desconocida del hito, la aún sin nombre, como la cara que nunca vemos de la luna. El hombre se atribuyó el lado seguro, la cara ‘civilizada’, donde cada cosa y cada sentimiento y cada comportamiento tiene su propio y preciso vocablo que lo define”.
Este párrafo, tomado del libro Peligrosas Palabras, presenta a la escritora argentina Luisa Valenzuela, que también ejerció el periodismo en el diario La Nación y en la revista Crisis. Con una vasta producción literaria, el Observatorio de Medios-UTPBA intentó ingresar a su pequeño-gran mundo a través de esta entrevista.
- Si partimos de la idea de que el sistema se ha encargado de robarnos las palabras, las cuales debemos resignificar y reinventar permanentemente, ¿cómo considera que participa esta situación en la apropiación femenina del propio lenguaje? ¿Podemos hablar de una doble apropiación, como explotadas y como mujeres?
– Podemos, perfectamente, por eso es tan fascinante la aventura de partir de semejante convicción para escribir nuestros textos. Creo que más que inventar las palabras, o hasta resignificarlas -dos propuestas valiosas, sin duda- lo que personalmente busco es, de alguna manera, tomar las palabras por el rabo, ponerlas a trabajar desde sus connotaciones menos obvias, exprimirlas hasta arrancarles el jugo más oculto.
Pero claro, éstas son ideas teóricas. Después, al escribir, dicho mecanismo se va afilando de a poco y se hace lo que se puede, dejando, eso sí, que las palabras se expresen a través del filtro de nuestra propia ubicación dentro de ese territorio común que es el lenguaje.
- Si según su definición y experiencia, el lenguaje es sexo y la palabra cuerpo, ¿nos encontramos frente a la presencia de palabras gordas, flacas, anoréxicas o bulímicas?
– Me gusta como lo planteás. Son entes vivos, las palabras, ¿no es cierto? Por eso, muchas veces se nos escurren entre los dedos y acaban significando algo distinto de lo que esperamos de ellas. Cosa que yo, en general, agradezco, porque el texto entonces cobra dimensiones que me sorprenden y me llevan a zonas desconocidas por mí.
Y muchas veces las palabras gordas muestran su perfil más delgado y nada podemos hacer para volver a engrosarlas, so pena de falsear el texto.
- ¿El pasaje del lenguaje falócrata a un lenguaje según nuestras propias necesidades, tiene que ver con una ruptura de una lógica y un orden impuesto? ¿Es un proceso consciente y masivo o inconsciente e individual?
– Es un proceso, sin duda. A la vez, según creo, individual y masivo, consciente e inconsciente. La crítica feminista, por supuesto, lo ha encarado en forma bien específica desde distintos ángulos. En lo que a autoras se refiere muchas como yo lo hacemos de manera espontánea y después nos ponemos a reflexionar al respecto.
Otras se niegan a reconocer eso que yo no llamaría una diferencia de lenguaje sino una distinta aproximación a la lengua, aunque muchas de mis colegas responden a la diferencia aun sin reconocerlo. Pienso en Carmen Boullosa, la autora mexicana, por ejemplo.
- ¿La censura está presente en la producción literaria, siempre es consciente o por represiones internas o existe una censura de otro orden?
– Creo sí en una forma del decir que no sea directa, burdamente explícita. No hay nada peor en literatura que la intencionalidad a ultranza. Ahora bien, existe la censura externa que condena los textos o se niega a publicarlos, y esa otra cara de la misma moneda que sería la autocensura; en ambos casos creo que se trata de situaciones nefastas que hay que evitar.
- ¿Las diferencias de género tienen que ver con las relaciones de poder? ¿Y el lenguaje?
– Todo, por desgracia, tiene que ver con las relaciones de poder. Pero se trata sobre todo del uso que se le da, tanto a las diferencias de género como al lenguaje. No son intrínsecas al hecho en sí, son construcciones que desde la cultura dominante -masculina, de raza blanca, de buen poder adquisitivo- fueron impuestas a lo largo de los siglos para conservar la manija.
- Desde el campo comunicacional hablamos de comunicación alternativa o contrahegemónica, en tanto construcción de una comunicación que responda a los intereses del campo social y rompa con el discurso único, ¿existe una literatura de estas características?
– Por supuesto. De una forma u otra, escrita por hombres o mujeres, la buena literatura siempre se ha enfrentado con los poderes dominantes y hegemónicos, aun en autores como Ezra Pound o Louis Ferdinand Celine que acataron la ideología fascista, dominante y hegemónica a ultranza.
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