"Si fuese una personita, digamos, en edad de merecer, uno ya tendría que desconfiar."
Eso le pasa a las novias de ahora cuando el jovencito de marras se queda estancado en el toque-toque y a pesar de la luz verde, papás fuera de casa, luz tenue y vinos en la cabeza dando más vueltas que el comisionado de paz en una rueda de prensa, no da el mal paso (o bueno, que como con los agueros, depende de lo que pase después) y dice que es mejor esperar.
Esa respuesta termina por convencer a la suegra, si tiene sistemas de espionaje (Ese joven respetuoso merece llegar al altar) y por enamorar a la novia. Claro, durante un tiempo. Porque si la negativa persiste, esa novia se deshará, como si tuviese ocho años, en un mar de preguntas.
Ese mar de preguntas es hoy el país (aun cuando no tenga ocho años sino, como dicen algunos como José Obdulio, apenas cuatro y un mes, y a esa edad uno no tiene uso de razón) cuando observa el manoseo en el que anda el gobierno con el ELN y el gobierno con los paramilitares y el ministro Carrasquilla con el déficit fiscal, y el equipo económico con el TLC y claro el alcalde Garzón y Planeación Nacional con el asunto ese de las cifras que siguen al pie de la letra el consejo de Norberto’s cuando le preguntaron por el peeling y el arrugue que tanto afectan su imagen por estos días.
Con los elenos el gobierno lleva en los preámbulos (que incluyen piquitos y cogiditas de mano en público, sin saber que pasa entre esas cuatro paredes de la Casa de paz) ya doce meses pero más na’. Uno de los dos o los dos tienen una fuerza de voluntad a la hora de la abstinencia que hubiese querido para sí Amparito Grisales, claro, cuando estaba en edad de merecer.
Con los paramilitares el jueguito previo, propio de los amores contrariados, ya raya en prácticas que vislumbrara Justine de la mano con sangre del Marqués de Sade. El marcador a la hora de los mameyes, sigue en blanco o peor, de negro.
El ministro Carrasquilla parece tener más bien tendencias voyeuristas, ya lleva cincuenta meses mirando a ver.
Lo del TLC parece más bien una relación de tinieblos, sin consumación del acto, muy al estilo de Laissa Reyes.
Y Lucho y Planeación y quienes manejan las cifras del gobierno nacional se quedaron en el proceso de maquillaje sin atreverse a cruzar el dintel que los lleve a la seducción y a la acción.
Yo no sé si todos ellos desconocen las bondades del Noni, el vigor del chontaduro o los milagros del sildenafil que ha levantado más de un aplauso en la sociedad anónima de los VIejitos AGRAdecidos (Viagra por su sigla).
O si tiene otras tendencias que esconden en sus closets y todo lo que dejan ver es sólo fachada.
O si, como el estrenado ministro Holguín, se duermen antes de la faena.
O si quieren que el país se ahogue en ese mar de preguntas. No faltará quién.
Que se apuren, porque la concupiscencia de los problemas nacionales no aguanta para otros cuatro años de puro toque-toque y de aquello nada.
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