En la cumbre de la OTAN en Riga el tema afgano inesperadamente se ha promovido al primer plano.
Su definición más precisa sería: ¿Podrá la OTAN estabilizar la situación en Afganistán?
Cuando a finales de marzo pasado en la sede de la OTAN en Bruselas se elaboraba la versión definitiva de la agenda de la cumbre, el problema afgano no figuraba en ésta. Por aquellas fechas, tanto el comando de la coalición antiterrorista internacional en Afganistán, capitaneada por EE.UU., como el de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad en Afganistán (ISAF) difícilmente habrían podido suponer que al cabo de poco, la situación en este país adquiriría un cariz poco agradable para ellos. Ahora esta situación se está tornando cada vez menos predecible y cada vez más dramática.
Los primeros dos ó tres años, los altos cargos de EE.UU. no tenían la menor duda de que se coronaría del éxito la operación antiterrorista Enduring Freedom (Libertad Inquebrantable). Ahora, pasados cinco años, todo viene a indicar que no da los resultados esperados.
Estos días, en Kabul se publicó el informe del Gobierno afgano sobre la situación en el país. El documento deja constancia del aumento de la tirantez militar en Afganistán. Mientras el año pasado se registraron no más de 130 ataques mensuales a las tropas otanianas en Afganistán, ahora esta cifra ha crecido hasta 600. En lo que va de año, las operaciones en provincias sureñas y orientales, realizadas preferentemente por las tropas de EE.UU., Gran Bretaña y Canadá, dejaron un saldo de 3.700 afganos muertos, entre ellos no menos de 1.000 civiles.
En muchas zonas fueron suspendidos los trabajos de reconstrucción, las organizaciones humanitarias internacionales citan a casa a sus empleados, las escuelas secundarias están cerradas. Una de las causas fundamentales de ello es una notable movilización del movimiento talibán. Según diversas apreciaciones, los talibán actúan impunemente en el sureste, el sur y el suroeste de Afganistán: en las provincias Paktia, Host, Zabol, Kandahar, Gelmend y Nimruz.
Según expresó Tom Koenigs, jefe de la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en Afganistán, "para evitar la derrota, son imprescindibles enormes esfuerzos militares". En opinión de Alexander Jramchijin, colaborador del Instituto de Análisis Político y Militar, en la cumbre de la OTAN en Riga, los anglosajones ejercerán fuertes presiones sobre Europa continental, exigiendo que participe de verdad en las acciones de combate. Según creen, allí combaten sólo militares norteamericanos que constituyen más de la mitad del contingente otaniano en Afganistán, ingleses, así como canadienses que les ayudan un poco a los primeros y los segundos.
El experto ruso tendrá razón. Al disponer de unas tropas terrestres que cuentan más de un millón y medio de efectivos, la OTAN envió a Afganistán a 20.000 militares, de los que la mayor parte se niega a combatir. Ahora EE.UU., cuyo contingente emplazado (diez mil efectivos) en Afganistán no hace mucho pasó a subordinarse al mando de la OTAN, procura conseguir que las unidades militares de los países aliados como Alemania y Francia, estacionadas fundamentalmente en las tranquilas provincias norteñas de Afganistán, participen también en las operaciones contra Al-Qaeda y Talibán realizadas en las provincias sureñas y orientales.
Tan sólo a comienzos de septiembre, los militares norteamericanos traspasaron a la OTAN el mando de las operaciones también en la parte este de Afganistán. En la práctica esto significa que en las tropas otanianas (21 mil efectivos) acantonadas en el Oeste, el Norte y el Sur de Afganistán se integraron 12 mil militares norteamericanos estacionados en el Este del país. Para la OTAN cuya misión hasta ahora se limitaba a las operaciones de mantenimiento de paz en el marco de la ISAF, esto significaba el comienzo de serias pruebas.
El Pentágono de hecho obligó a la OTAN a asumir el mando general tanto de la ISAF como del grueso de la coalición antiterrorista, pero no lo hizo para mantener la situación en que unos libran combates y cumplen otro trabajo sucio por ahí en la provincia Kandahar, al tiempo que otros aliados están tomando cerveza en el norte del país. El Pentágono insiste en una subordinación que le otorgue al general británico David Richards, Comandante de las tropas de la OTAN en Afganistán, el derecho a solicitarles a los alemanes un batallón y por la tarde ya tenerlo disponible para las operaciones en el sur".
Las provincias sureñas y orientales tradicionalmente eran una fuente de inestabilidad para todo Afganistán. Habrá sido por eso que en el sur del país, a diferencia del norte, no se llevaron a cabo ningunos trabajos de reconstrucción económica. La ausencia de mejoras algunas en la economía, el desempleo masivo y la continua pauperización difícilmente pueda mover a la población local a cooperar con la OTAN en la lucha contra los talibán con tanta más razón que los talibán provienen de la población local.
Fuente: Ria Novosti, 29/ 11/ 2006.
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