La Administración USA ha de tomar una decisión muy dolorosa y poco agradable: invitar a Irán a tomar parte en el proceso de estabilización en Oriente Próximo. Dicho con más exactitud, en Irán.
Es de señalar que en esta ocasión el tema fue planteado por la parte norteamericana. Según se desprende del sonado informe preparado por el ex secretario de Estado James Baker y el ex congresista Lee Hamilton y entregado el pasado miércoles al inquilino de la Casa Blanca, la situación en Irak puede degenerar en un caos que tendrá como consecuencias no sólo "el derrocamiento del Gobierno y la catástrofe humanitaria". Es alta la probabilidad de que el derramamiento de sangre se extienda a otros Estados del área y el conflicto adquiera proporciones regionales.
El veredicto emitido por Baker-Hamilton es poco consolador: en este caso la imagen de Estados Unidos a escala mundial sería fuertemente deteriorada para una perspectiva visible, mientras en el seno de la sociedad norteamericana la polaridad de opiniones se acentuaría aun más.
¿Cómo enmendar esta situación? Para acabar con la violencia en Irak, Baker y Hamilton proponen que tome cartas en el asunto Irán. Es una propuesta lógica, pero, teniendo en cuenta las "simpatías" recíprocas de las administraciones iraní y norteamericana, su materialización práctica suscita.
La propuesta a las autoridades de Teherán de desarrollar cooperación bilateral en Irak requerirá entablar negociaciones directas, cosa que hasta hoy día se consideraba inconcebible para la Casa Blanca.
Las causas son varias. Una de ellas es el tan mentado expediente nuclear iraní. "Descartamos las negociaciones bilaterales (con la parte iraní) hasta que Irán, bajo el control de otros países, no cese los trabajos de enriquecimiento de uranio", en estos términos comentó el portavoz de la Casa Blanca las recomendaciones de la comisión Baker y Hamilton.
Otra causa es todavía más dolorosa para Washington. No se sabe cómo se comportaría Irán que últimamente se empeña en posicionarse como nueva potencia mesoriental. No cabe la menor duda de que Teherán, en caso de acceder a las negociaciones, presentará considerables exigencias.
Por si fuera poco, hoy por hoy, el propio Irán está menos interesado que otros países del área en que EE.UU. se retire de Irak. Las autoridades de Teherán se dan perfecta cuenta de la responsabilidad que en tal caso recaería sobre Irán. ¿Dispondrá Irán de suficientes fuerzas y medios para impedir que la situación en el país vecino degenere en una guerra, sin olvidar el Líbano y el conflicto palestino-israelí?
Desde luego que no. Más aun, debido a su programa nuclear, la aspiración de Irán a ocupar posiciones cimeras es recibida a punto de bayoneta por los Estados del Golfo Pérsico. Prueba de ello es el rechazo por ellos de la iniciativa de Teherán consistente en concluir un pacto de no agresión y no injerencia en los asuntos internos de cada cual, documento llamado a relajar la tensión en torno a su expediente nuclear.
De modo que si EE.UU. se retira, Irán bien podría enfrentarse a solas con todos los problemas del área y también con una coalición antiiraní. Ello no obstante, Irán sigue empeñado en boicotear la presencia de EE.UU. en el área, sin cruzar "la línea roja" que sólo sus dirigentes saben por donde pasa. Para Teherán es una política a priori ventajosa en el "regateo" a distancia con Washington, y no sólo en lo concerniente al expediente nuclear sino también en la defensa de las prioridades regionales.
Tampoco cabe olvidar el actual Gobierno de Irak que por razones bien comprensibles elude tocar el tema de retirada de EE.UU., generando de este modo dificultades adicionales para Irán. Valga como ejemplo la reciente cumbre Irán-Irak. La visita del presidente iraquí Talabani a Irán fue presentada por Teherán como una incipiente alianza estratégica en Oriente Próximo. La declaración conjunta emitida por Talabani y Ahmadineyad aborda varios problemas de importancia relativos al arreglo de las relaciones bilaterales y de la situación en general, pero no dice nada sobre las tropas de coalición estacionadas en Irak.
Altos cargos oficiales de la Casa Blanca no descartan que a finales de diciembre el presidente George Bush anuncie los cambios en la estrategia de Estados Unidos en Irak. Lo haría después de confrontar las conclusiones contenidas en el informe de la comisión Baker y Hamilton con las recomendaciones de otros dos informes análogos sobre Irak. Uno ya está siendo preparado para la Casa Blanca por el Consejo de Seguridad Nacional subalterno de la Presidencia; otro, por la Junta de Jefes de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de EE.UU.
Mientras tanto, la Administración de George Bush debería reconocer que en el momento actual, EE.UU. no tiene diseñada una política más o menos clara sobre la evolución de la situación en el área mesoriental. Esto se refiere tanto a las relaciones entre Israel y la Autoridad Nacional Palestina como a la situación en el Líbano. La postura respecto a la situación en Irak también necesita ser sustancialmente enmendada. La clave para resolver muchos problemas podría ser encontrada en Irán, pero, según se ve, tampoco es una tarea fácil.
Funete: RIA Novosti, 13/ 12/ 2006.
Manténgase en contacto
Síganos en las redes sociales
Subscribe to weekly newsletter