“Tienes que amar al Gran Hermano. No basta que le obedezcas; tienes que amarlo”. 1984 de George Orwell.
I.— Las dos caras de la moneda Robinson-Bours: Ricardo y Eduardo, son la pinza del espionaje por todo Sonora. Uno al otro, incluso, se espían. Les fascina, morbosamente, escuchar lo que hablan los presidentes municipales, entre sí y con los demás interlocutores. Y, si además, las grabaciones van acompañadas de videos, entran en trance y padecen la exaltación violenta de las perversidades, características de quienes gozan abusando del poder, en este caso, del poder político. Los Bours, los “carnales”, como se llaman entre sí, reúnen esa tipología, que acusa sus personalidades autoritarias. Ricardo es el de los arrebatos policiacos (y Abel Murrieta, el procurador de la administración Bours, es su doble, festinando en sus fiestas privadas su identidad como vasos comunicantes).
II.— Eduardo, el (des)gobernador, por obra y gracia de Ernesto Zedillo y su sirviente Liébano Sáenz, ahora éste convertido en “politólogo” e intermediario entre Nelson Murat y Zedillo para pagarle a Murat sus servicios en Lomas Taurinas, empresario avícola por herencia y, como tal antes que hombre de empresa ha sido hombre de presa, ha estado haciendo del ejercicio del poder estatal (corrompiendo a diputados y jueces para reunir en su persona el control de los tres poderes) una cuestión muy personal. Quiere enriquecer más a su clan familiar, a su mafia política y compañeros de viaje empresarial, haciendo de Sonora un botín.
III.— Los medios para sus fines, émulos de Putin (Fox, en una de sus tantas burradas, le puso acento: Putín), y sin haber leído a George Orwell, ha sido un despiadado espionaje que, como en su célebre novela: todo lo ven, todo lo escuchan, manteniendo el terror entre sus empleados del gobierno, empresarios, periodistas e incluso graban y escuchan, en su obsesión, las granjas avícolas, para con las gallinas espiadas, gozar cuando ponen huevos y con ellas casi cacaraquear si son blancos o rojos, como los que anuncian por todo el país. Vendedores de huevos, a través de su casi monopolio, están vendiendo a la entidad, abusando del poder, para con la corrupción llevar agua a su molino. Guadalupanos de imágenes en sus mansiones, su ídolo-dios es el Becerro de Oro.
IV.— En su currículum (ver de Humberto Musacchio: Quién es quién en la política mexicana, de Plaza-Janés) Robinson-Bours, se suprime lo de Robinson porque es apellido de los negros estadounidenses, se dice que fue presidente y director de Del Monte Fresh (en cuya venta se llevó entre las patas de millones de dólares a su igual Carlos Cabal Peniche); presidente de la Unidad Coordinadora para el Acuerdo Bancario Empresarial, que Bours convirtió en su Fobaproa, para que los empresarios se atascaran en el botín, ganándose el mote del “Hood Robin” que robó a los pobres para dárselo a los ricos. Y entre Luis Téllez y Liébano Sáenz lo hicieron, con la bendición de Nilda (Brunilda, su nombre) Velasco de Zedillo, presidente del Consejo Coordinador Empresarial. Y después, senador.
V.— Al fin, Zedillo lo impuso como (des)gobernador de Sonora, casi como puso a Murat en Oaxaca años antes. Bours escaló con favores, los cargos burocráticos y Eduardo Fernández, su principal benefactor, sólo recibió de él traiciones, porque ahora se las da de poderoso. Ya en el cargo, este más Robinson que Bours, con su “carnal” Ricardo (nueva versión de los “carnales” Tin Tán y Marcelo) llevaron a cabo su plan: implantar una red de espionaje, abusar del poder y chapotear en la corrupción. Y tras una investigación periodística, fue puesto al descubierto. La información apareció en el periódico Cambio-Sonora (en una serie de reportajes entre agosto y septiembre de 2005) contra el cual Bours emprendió feroz embestida y más aún cuando se enteró de que este columnista sería designado su director. Y logró, con su soberbia y prepotencia, que el editor de Cambio vendiera el diario.
VI.— En las revistas Contralínea, que aparecen en 15 entidades incluyendo Sonora, aparecieron más reportajes y críticas sobre el espionaje de los Bours, en los meses de octubre y noviembre del mismo 2005. Bours enfureció y amenazó a los empresarios que dieran publicidad. Lleva ya tres años como (des)gobernador. Empieza su declive y como no pudo imponer a Ricardo como senador para abrirle camino como sucesor, preparó a su compadre-cómplice Alfonso Elías y lo tiene en el arrancadero para (si lo llama Calde-rón... ¡si, Chuy!) tenerlo como interino y, en última instancia, para su sucesor en el 2009.
VII.— Mientras tanto la mancuerna Eduardo-Ricardo con su mafia arrasan en Sonora con cuanto encuentran en su desatada voracidad. Con sus ojeras árabes, el (des)gobernador (bolsas y arrugas en la frente, como aparece en la foto de Cuartoscuro, en Diario-Monitor: 10/X/06) anda vendiendo, como si fueran huevos, a través del negocio encubierto del Fideicomiso Impulsor, que dirige Ricardo (y cuyos beneficiarios son los Bours, sus parientes, sus amigos, etcétera) en “una franja de un kilómetro de largo y 50 metros de ancho mar adentro de Guaymas, con la intención de comercializar los terrenos y construir un desarrollo turístico” (La Jornada: 26/X/06).
VIII.— La corrupción de los Bours exige absoluto silencio de los medios de comunicación de la entidad, presionándolos por medio de darles o quitarles publicidad oficial y de permitir a los empresarios que les den, ahogando a la prensa para manipularla en su beneficio. Y el “carnal” Ricardo es el ejecutor del apoderamiento que hacen los Bours: insisten en apropiarse de un parque recreativo del ejido de Villa de Seris, para levantar un complejo comercial. En Puerto Peñasco, los Bours son los nuevos caciques. Es, pues, el abuso del poder del “chapo”, alias el “desgobernador, quien con todo y que es ’güerito’, cabello de púas, en sus arrebatos de ira se automaldice al grito de: “¡maldita chaparrez!”.
IX.— Eduardo Bours lleva a cabo lo único para lo que es capaz: abusar del poder y controlando, por el espionaje, a los sonorenses que trabajan para él y a los que representan a la sociedad en las más diversas actividades. En su visita a Sonora, el subcomandante Marcos lo retrató de pies a cabeza: “Bours es un sinvergüenza que maneja a Sonora como un capataz”. Y el periódico El Imparcial (al que Bours demandó cuando supuestamente lo “ofendieron” al cuestionar sus trafiques con algunas ONG, para desistirse después), en su columna Cerro de la Campana, sostuvo que: “Se sabe que el espionaje telefónico existe en los círculos políticos, eso no es un secreto para nadie”. Y documentando y enumerando los casos, concluye: “La pregunta de los 64 mil es: ¿Quién en Sonora tiene la capacidad para mandar espiar a un alcalde o algún otro personaje de la política”? (El Imparcial: 28/IX/06).
X.— Este columnista, con lo ya publicado en Cambio-Sonora y Contralínea-Sonora, puede asegurar que los Bours (donde el cerebro y las manías policiales son de Ricardo) mantienen a la entidad bajo el espionaje. Y que las maniobras por todo el estado para dizque impulsar el desarrollo económico, con el espionaje y el abuso del poder para mantener en cintura a tirios y troyanos, son mentiras para encubrir la corrupción, donde lo público se confunde con lo privado. Y Sonora es un botín donde “Hood Robin” y el “Capitán Garfio” (Eduardo y Ricardo) controlan férreamente su cacicazgo. El “Gran Hermano” Ricardo y su “carnal” Eduardo, han logrado tener su isla, donde las cabalgatas son el circo del tríptico: abuso del poder y espionaje igual a corrupción.
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