La OTAN estructura militar creada, dirigida y controlada por los EEUU después de la Segunda Guerra Mundial y ofrecida como mecanismo de defensa para los países oeste-europeos frente al bloque socialista del Pacto de Varsovia durante la Guerra Fría, ha perdido su especificidad original para pervertirse y transformase poco a poco en instrumento de la hegemonía militar estadounidense en el mundo, implicando en el costo de sus operaciones a sus aliados europeos,rehenes de este tratado. El caso afgano es un buen ejemplo.
Fuerzas de la OTAN en parada militar. Fuente NATO.
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La tarea prioritaria de la OTAN es garantizar la paz y estabilidad en Afganistán, lo que quedó subrayado en la reciente cumbre de la Alianza en Riga y en la reunión informal celebrada por los ministros de Defensa otanianos en Sevilla.
Más aun, según afirman altos cargos oficiales en Washington y Bruselas, de la capacidad de la OTAN para cumplir su tarea en Afganistán dependerá en buen grado el futuro de esta alianza político-militar que engloba 26 naciones. Mientras tanto, la misión de la ISAF tiene pocos visos de coronarse con éxito. Las causas son evidentes y residen en que no están diseñados los mecanismos de interacción en la reconstrucción de Afganistán en la etapa postconflicto.
Los dirigentes de la OTAN ya han llegado a la conclusión inequívoca de que los problemas de Afganistán no se prestan a soluciones militares. La ISAF cuyo efectivo orgánico cuenta hoy 35.000 personas procedentes de 37 países, empeña colosales esfuerzos por estabilizar la situación, pero no le alcanzan las fuerzas. Además, los esfuerzos de la ISAF no están respaldados con una mejora real de la situación socioeconómica de los afganos, lo que, desde su punto de vista, justificaría la presencia de tropas extranjeras en el territorio de su país. De ahí, los crecientes ánimos de descontento con las tropas otanianas y una influencia cada vez mayor de los talibán.
El año pasado, el número de ataques a los contingentes militares de la Alianza se incrementó de 900 a 2.500. Aumentó en seis veces el número de atentados cometidos por kamikaze, de 18 a 116; el de actos de sabotaje con empleo de artefactos de fabricación casera creció de 530 a 1.300. Y aunque los talibán también sufrieron sensibles pérdidas, sus fuerzas se recuperan rápidamente, según evaluaciones de expertos militares. Crece asimismo la producción de droga, fuente que nutre el terrorismo. En 2006, se produjo 6.100 toneladas de opiáceas; un año antes, 4.100 toneladas. Aumentó también el número de granjas que se dedican al cultivo de amapola, fallando los intentos de reorientarlas al cultivo de otras plantas agrícolas.
De momento no han encontrado un eco positivo la solicitud del mando de la ISAF (los ingleses acaban de traspasarlo a los norteamericanos), expresada tanto en Riga como en Sevilla, de enviar refuerzos a Afganistán. Sólo EE.UU. incrementó su contingente en tres mil efectivos. Polonia destinó a mil militares. Hasta Ucrania envió a diez militares. Gran Bretaña está formando el grupo a enviar, mientras los demás países están reflexionando. Más aun, no se ha logrado eliminar los escollos (de lo que se habló en la cumbre de Riga) que estorban la coordinación de las acciones de los contingentes militares acantonados en diversas zonas de Afganistán. Las limitaciones legislativas nacionales al empleo de la fuerza armada no permiten, por ejemplo, a las tropas alemanas participar en las hostilidades fuera de la zona de su responsabilidad, dificultan seriamente el mando centralizado de las fuerzas de la coalición.
Se acordó prestar ayuda recíproca. Pero no se hicieron las respectivas enmiendas en las legislaciones de unos u otros Estados. Y esto significa que en cada caso concreto se tomarán las correspondientes resoluciones, lo que, por supuesto, dificultará aun más el mando de la ISAF. Pero la enseñanza principal de la campaña que la Alianza ni pretende disimular consiste en que ni siquiera una organización tan fuerte es capaz de resolver a solas los problemas de reconstrucción postconflicto. Con tanta más razón que, siendo alianza militar, la OTAN no dispone de recursos para prestar ayuda económica o asistencia técnica a la población afgana.
Debía haber cumplido esta tarea la mesa redonda convocada hace un año en Londres. En aquel foro, los patrocinadores prometieron asignar $10.500 millones al fomento de la economía afgana en los próximos cinco años. Entre ellos figuran la ONU, el Banco Mundial, la Unión Europea, la OSCE, organizaciones no gubernamentales... Pero surgen problemas con las donaciones. Estos problemas no se reducen a que menudo esta ayuda, según se comunica, es despilfarrada camino a Kabul y en el propio Afganistán. A menudo el dinero se asigna a compañías de uno u otro país que deben ejecutar sus proyectos humanitarios y sociales en Kabul y sus alrededores. Pero de nuevo los recursos no llegan a la población local, no se invierten en generar nuevos puestos de trabajo, no contribuyen a mejorar el bienestar de los estratos más pobres.
Ello no obstante, la Administración de George Bush, según comunican agencias noticiosas, planea solicitar al Congreso $10.600 millones para Afganistán. El primer ministro británico Tony Blair prometió 500 millones de libras esterlinas para los próximos tres años. Se mostraron dispuestos a apoyar a Kabul Francia, Alemania, Japón, China, India, Turquía, Irán y Rusia. Moscú asumió el compromiso de condonar los $10.000 millones de la deuda afgana, condicionándolo a que Kabul renuncie a reclamar indemnizaciones por los daños ocasionados por las tropas soviéticas entre 1979 y 1989.
De todas formas, Rusia presta a Afganistán y a la OTAN una ayuda al máximo posible para el día de hoy, hecho que reconocen los cargos oficiales de Bruselas. Rusia le proporciona a la ISAF los datos de información, instruye a policías especializados en la lucha antidroga. El año pasado, el Ministerio del Interior de Rusia ya formó a 25 policías afganos y está dispuesta a adiestrar a otros tantos. Es cierto, de otro lado, que de momento, el Kremlin se niega a ratificar el Tratado del estatus de tropas extranjeras en su territorio, lo que solicita la Alianza.
Tal documento le posibilitaría a la OTAN trasladar a través del espacio aéreo y ferrocarriles de Rusia sus fuerzas y bienes destinados para Afganistán. Pero la Duma de Estado (cámara baja del parlamento ruso) no se apresura a ratificarlo, alegando a las dificultades de carácter técnico. No se descarta que esto se deba a que la OTAN se niega a cooperar con la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) que goza de gran prestigio en los Estados centroasiáticos lindantes con Afganistán y que afrontan en toda su gravedad el problema de narcotráfico proveniente de este país.
Moscú no deja de sugerirle a Bruselas que sólo promoviendo una estrecha cooperación entre la OTAN y la OTSC, entre todos los países y entidades interesadas en estabilizar la situación en Afganistán se podrá combatir con eficacia el terrorismo. Lamentablemente, hasta ahora no se ha logrado entablar esta clase de cooperación multilateral.
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