Los «intelectuales orgánicos» de las rancias derechas políticas, los recaderos de las oligarquías y plutocracias, neoconservadores y neliberales de toda laya, se oponen tenazmente a los mínimos cambios que el pueblo ecuatoriano exige y que cree se iniciarán con la Asamblea Nacional Constituyente.
Gritan que serán libres o morirán en el intento porque odian al “Socialismo del Siglo XXI” del que todo ignoran.
Gritan en contra de la inexistente lucha de clases, odian las palabras equidad, justicia social y se atreven a afirmar que son ideas superadas y traídas de los cabellos por trasnochados seguidores de Chávez, a quien le culpan de todo cuanto pasa, hasta de las erupciones del Tungurahua y El Reventador.
Tal es la fobia contra el presidente Hugo Chávez que son capaces de los más grandes dislates.
Si fuese un dictador, un autoritario, un tirano, si en Venezuela hubiese implantado el totalitarismo, ¿por qué el pueblo, en elecciones libres avalizadas por veedores internacionales, le ha elegido en doce ocasiones?
Si la República Bolivariana de Venezuela estuviese en la miseria, con un pueblo hambriento, analfabeto, desempleado, enfermo, encarcelado, perseguido, se podría pensar que Chávez es un gobernante de la peor especie.
Pero eso no es todo. Los enemigos de los cambios quieren ver en el gobierno del Ecuador, una copia del de Venezuela.
Cierto es que toda nuestra América Latina tiene una historia común, un idioma igual, similares problemas; pero es evidente que cada realidad es distinta y que, por tanto, no admite copias.
Qué pena que el odio les obnubile, que el miedo les trice la inteligencia, que la mínima posibilidad de perder privilegios les enlode el alma.
Los conservadores a ultranza, sus abogados, políticos y élites son los que han escrito las constituciones, han dictado las leyes, ordenanzas, estatutos, reglamentos y más normas; todas encaminadas a mantener el establecimiento, el status quo a favor de los grupos de poder.
Este es el tiempo de cambiar y de ello deben adquirir plena conciencia y coadyuvar a que los cambios se produzcan en paz.
Caso contrario, tal vez tengan que soportar «la lucha de clases» que tanto temen, la violencia social en estallidos incontenibles y la imposición de algún tipo de totalitarismo del que todos saldremos en calidad de grandes perdedores.
Manténgase en contacto
Síganos en las redes sociales
Subscribe to weekly newsletter