Esta vez no se trata de crisis pasajeras en el tiempo, como fue el embargo de tres meses de los países árabes a las exportaciones de hidrocarburos a Estados Unidos, como principal aliado de Israel en la Guerra del Ramadán o del Yom Kippur en 1973, o de la revolución en Irán que derribó al Sha (1979-1980) o del estallido de la guerra Irak-Irán en 1980, ni tampoco de la “Tormenta del Desierto” de invasión a Irak por una coalición mandada por Estados Unidos en 1991.
Durante estos conflictos los precios subieron bastante, pero sólo en el inicio de la guerra Irak-Irán llegaron hasta los 40 dólares por barril, cifra aterradora para entonces, pero eso sólo duró unos meses.
Ahora, los estudios y evaluaciones de instituciones especializadas y de un número creciente de expertos en asuntos energéticos indican que el encarecimiento del petróleo se origina en varios factores de duración más prolongada.
El petróleo fue durante el siglo XX, y lo es todavía, el combustible más abundante, barato, fácil de extraer y transportar en forma masiva y el de mayor uso para generar energía eléctrica y automotor; además de proporcionar todo el asfalto que se necesitase para calles y carreteras, así como ser la materia prima para innumerables productos de la industria petroquímica.
En los albores del siglo XXI, los precios se han disparado desde los 24-25 dólares el barril en 2002 hasta los 87-97 dólares el barril de crudo en noviembre de 2007; y siguen subiendo.
Durante la sesión de bolsa del 7 de noviembre pasado, el barril de crudo para entrega en enero de 2008 llegó a 98.62 dólares para la variedad West Texas Intermediate (WTI), precio marcador para el mercado de Estados Unidos.
El 20 del mismo mes este tipo de crudo volvió a saltar hasta 98.30 dólares. Al día siguiente, a mediados de la jornada, tocó los 99 dólares.
Algo similar ocurrió en la bolsa de Londres con la variedad Brent, cuyo precio es determinante en el mercado europeo. Éste tocó los 97.53 dólares el día 7 y los 95.74 en la jornada del 20.
Estamos hablando de niveles récord en las cotizaciones para ambas variedades petroleras en noviembre, mes en que todo el mundo –no sólo operadores de mercado, analistas– esperaba que el barril alcanzara y superara los 100 dólares. ¿Y luego de eso qué pasará?
Seguirá subiendo hasta donde el mercado resista.
Y es muy difícil indicar cuál será el nivel de resistencia. No se trata de una falta de oferta debido a un capricho de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) en negarse a enviar mayores cantidades al mercado. Esta entidad afirma que el mercado está equilibrado en materia de oferta y demanda.
En buena parte no le falta razón. Los precios habían crecido hasta 99 dólares el barril de 159 litros en el mercado de Nueva York, aunque sólo durante un momento en la jornada del 21 de noviembre, pero en los días posteriores bajaron hasta 88 dólares; es decir que el alza hasta esos niveles nunca antes alcanzados se debía en forma muy fuerte a la actividad especulativa más que a una aguda escasez del combustible.
La Agencia Internacional de Energía, que representa a las economías más poderosas del mundo importadoras de petróleo, estuvo presionando a la OPEP durante meses este año para que subiera sustancialmente su oferta del mineral, pero la organización atribuyó la fiebre alcista a déficits en la refinación, así como a las tensiones generadas por las amenazas bélicas de Estados Unidos contra Irán por razones que se reconocieron falsas a principios de diciembre de 2007.
La belicosidad de la administración Bush contra Irán por la supuesta intención de desarrollar armas nucleares, iba a ser –y puede que todavía lo sea, porque aún no se han abandonado claramente los planes de ataque– la segunda guerra en menos de un quinquenio contra un gran exportador de petróleo, pese a los desastrosos resultados que se observan en el Irak ocupado, tanto en lo político y lo social, como en lo económico y en lo militar.
Una situación muy cercana al caos, donde todos pierden y los estadunidenses no logran restaurar la explotación de la riqueza petrolera de ese país a los niveles de preguerra.
Y aunque puedan concurrir otros factores, el detonante principal de la actual carrera alcista fue la guerra estadunidense contra Irak iniciada en 2003. Sólo entonces los niveles de los precios se disparan al alza hasta casi los 100 dólares, pero en el panorama mundial, esa tendencia es impulsada también por otros factores.
Causantes del encarecimiento
Entre ellos podemos citar la debilidad del dólar, moneda en la que se realizan las operaciones de compra-venta del hidrocarburo a nivel mundial, detalle que perjudica a todos, excepto a Estados Unidos.
Precisamente el 20 de noviembre último, el euro se cotizaba a 1.4822 dólares, apenas un centavo por debajo del récord de revaluación alcanzado por esa divisa también en ese mes frente al dólar estadunidense.
A los países que exportan petróleo no les divierte ni un poco recibir una moneda cuyo valor se hace humo casi todos los días a cambio de su cada vez más valioso y demandado crudo.
Por eso en la reciente Tercera Cumbre de la OPEP en Riad, Arabia Saudita (realizada del 9 al 11 de noviembre), algunos mandatarios de los 13 estados miembros –en particular los de Irán y Venezuela– plantearon sustituir al dólar como moneda base del comercio internacional de hidrocarburos, a lo que se opuso el jefe de Estado anfitrión, cuyo gobierno está muy ligado política, económica y militarmente a Washington.
No obstante, el 8 de diciembre altos funcionarios del gobierno en Teherán informaron a la prensa que Irán estaba abandonando al dólar estadunidense en sus operaciones de exportación petrolera, sustituyéndolo en gran parte por euros y en parte también por yenes.
Otros de los factores originarios de la brusca inclinación hacia arriba de las cotizaciones son la incorporación de China y la India al club de los grandes importadores de petróleo para mantener las impresionantes tasas de crecimiento de sus respectivas economías.
El “pico petrolero” mundial
Aunque es otro de los factores, no parece ser sencillamente uno más. Muchos analistas y políticos consideran que puede ser el más importante, pero es aún polémico.
Estamos seguros de que muchos lectores han pensado u oído que el petróleo se acabará algún día, pero instintivamente se tiende a eludir el tema y a olvidarse un poco de él y eso porque plantea inmediatamente incertidumbres muy serias de cambios en un mundo sin gasolinas y sin combustible para las plantas termoeléctricas.
En general se ofrece poca información al ciudadano medio sobre producción, consumo y para cuántos años alcanza el petróleo que queda.
Se pensaba por muchos que ése sería un tema de preocupación para dentro de 30 o 40 años.
Por otra parte, las evaluaciones serias son una tarea difícil y costosa porque demanda estudios de yacimientos, sus características, profundidades, tipo de crudo que tienen o, se supone, puedan tener.
El panorama petrolero mundial de la OPEP para 2006 indicaba que nada menos que la empresa Royal Dutch Shell había rebajado sus cifras declaradas de reservas en 30 por ciento después de una revaloración a los volúmenes reales de crudos en los yacimientos bajo su control en Nigeria.
No pensamos que sea la única empresa, entre las grandes compañías, que haya dado cifras imprecisas de sus reservas “probadas” y “probables”, sobre todo de este último tipo de reservas porque son las más difíciles de comprobar e incluso se prestan a la manipulación deliberada.
Pero después llegan situaciones como la actual y las empresas deben, por su propio interés, saber la verdad, ya que se acerca el momento de usarlas y los accionistas y los gobiernos habrán de ser muy severos con los empresarios que hayan divulgado existencias irreales.
Y tendrán que ser severos porque las cosas no están para tolerar trucos como el de inflar cifras de reservas para dar una imagen de solidez y confianza a sus accionistas y al mercado de la energía en general.
Pero trampas de los ejecutivos norteamericanos y anglosajones aparte, volvamos con el pico petrolero.
En realidad hay varios picos: el de cada yacimiento, cada país y el mundial. El geofísico M. King Hubbert desarrolló el método para calcular cuándo se alcanza el pico petrolero, tanto en un pozo, un yacimiento, un país y el mundo.
Su autoridad profesional se consolidó cuando en 1956 pronosticó acertadamente que Estados Unidos llegaría a este pico en 1970.
La reducción de los recursos de hidrocarburos sigue una curva que semeja el perfil de una campana. Cuando la curva (llamada desde entonces Curva de Hubbert) llega a su punto más alto, ello indica que la mitad del crudo en un yacimiento se ha consumido.
La producción podrá mantenerse un tiempo a los niveles alcanzados, pero no subirá más, y después iniciará una declinación, lenta primero, y luego más acelerada.
El 21 de octubre último, el diario británico The Guardian publicó un reporte del Energy Watch Group (EWG), una entidad establecida en Alemania, en el que indica que el pico petrolero mundial lo cruzamos en 2006.
De ser así, ello significa que la mitad del petróleo que la humanidad heredó de remotas eras geológicas ya se consumió. Después de ello entramos en una meseta estadística durante la que se mantiene el nivel de producción alcanzado, pero no puede elevarse.
Esa meseta es de diferente extensión, según el tipo de explotación de cada yacimiento y de su tamaño. Así, después de algún tiempo la producción comenzará a decaer en varios puntos porcentuales para ir luego a una caída más pronunciada.
El EWG afirma que la declinación anual será de varios puntos porcentuales para el 2020 y aún más en 2030, año en que el suministro será dramáticamente bajo, lo cual creará una brecha en la oferta que difícilmente podrá cerrarse con los aportes, aunque sean crecientes, de otros energéticos fósiles, de fuente nuclear y fuentes alternativas de energía en el periodo de tiempo que nos separa de las décadas de 1920 y 1930.
La entidad alemana añade en sus conclusiones: “El mundo está al principio de un cambio estructural de su sistema económico. Este cambio será desencadenado por los declinantes suministros de energéticos fósiles e influenciará casi todos los aspectos de la vida diaria.”
En su párrafo final, el reporte del EWG afirma: “Hasta hace poco la Agencia Internacional de Energía (AIE) negaba la posibilidad de que este cambio fundamental sucediera en el cercano o en el mediano plazo.
El mensaje de la AIE, concretamente que los negocios seguirán como de costumbre en el futuro, envía también una falsa señal a los políticos, a la industria y a los consumidores, sin olvidar a los medios de comunicación.
El reporte nos gustó porque implica un sólido llamado al mundo para tomar medidas de ahorro y racionalidad en el consumo, a la mayor brevedad posible, a fin de evitar los más desagradables aspectos de su futuro agotamiento en 20 o 30 años, y se produce cuando, excepto el estadunidense, todos los gobiernos del planeta acaban de reconocer la urgencia de aplicar medidas para detener el calentamiento climático causado por el uso excesivo de combustibles fósiles, el petróleo entre los más destacados, como emisor de gases de efecto invernadero.
Igualmente, era de apreciarse su crítica a la postura complaciente de la AIE, que representa los intereses de una veintena de países, que son los más desarrollados los mayores derrochadores de energía y las economías más contaminantes del medio ambiente.
Nos agradó también que el estudio del EWG se basase en cifras de producción y no en las de reservas que, como hemos visto, se prestan más a manipulación.
De inicio, no nos gustaba este reporte por su aire dramático, alarmista en exceso y porque ese tono iba a justificar muchas cosas como la especulación desenfrenada en el mercado –y los especuladores no necesitan mucho para hacer de la preocupación y la inquietud del público un gran negocio–.
Por otra parte, nos hizo recordar aquella declaración de los ideólogos del neoliberalismo y del capitalismo globalizado: Estados Unidos se reserva el derecho de acceso a las fuentes de energía en caso de riesgo a su seguridad nacional, y esto también se justificaba, auque fuera de forma involuntaria.
Unos días después leímos algunos análisis en medios de prensa estadunidenses y europeos en los que aparecía en diversos tonos esta idea: ante el panorama de decreciente oferta de petróleo, lo irracional y absurdo de la política exterior de George W. Bush, se torna coherente.
Es decir, se halla comprensible la aparente desesperación de Bush por atacar a países petroleros y sólo se le critica por no ser lo suficientemente eficiente al hacerlo.
No importa que ello se haga al precio de miles de vidas y la destrucción de economías enteras y la violación de la propiedad de los recursos energéticos de otros.
Bush y sus falsos críticos amagan con defender así lo indefendible: la preservación de un estilo de vida que demanda un enorme e inagotable suministro de energía barata (25-30 dólares el barril, cuando mucho, los existentes hasta antes de 2003).
Además es evidente que la naturaleza ya dijo no a esa opción, aunque ello cause un shock sicológico en el norteamericano y europeo medio y también de otros países.
Unos sabían de todo esto
El vicepresidente Dick Cheney, en un discurso de 1999, cuando aún era vicepresidente de Halliburton, dijo: “Algunas estimaciones indican que habrá un crecimiento anual promedio de 2 por ciento en la demanda global de petróleo en los años venideros a la par de, conservadoramente, una declinación de 3 por ciento de las reservas existentes. Esto significa que para 2010 necesitaremos unos 50 millones de barriles diarios adicionales”, según cita publicada por medios de prensa europeos difundidos por internet.
La estimación de Cheney se sustentaba por los cálculos de numerosos científicos y políticos que creen que la producción global de petróleo hará pico y entrará en declinación en los próximos cinco años, de acuerdo con esta fuente, y añade:
Algunos geólogos suponen que 2005 fue el último año de la bonanza de petróleo barato, mientras que las estimaciones provenientes de los círculos íntimos del petróleo indican “una brecha aparentemente infranqueable entre la oferta y demanda comenzando en 2007” que dará lugar a faltantes importantes de combustible y fallas de energía crecientes comenzando alrededor de 2008-2012.
Otros, como el exsecretario de Estado estadunidense James Baker III, en su “Estrategia para lidiar con los desafíos energéticos en el siglo XXI”, presentada en abril de 2001, propuso un drástico rediseño de la política de Estados Unidos respecto a Irak, entonces su sexto proveedor con 800 mil barriles diarios.
Las medidas debían ser tan fuertes que barrieran con todos los obstáculos para suavizar y facilitar las leyes de inversión en la industria petrolera de ese país.
Y ésa es la verdadera misión cumplida por las tropas invasoras en Irak en 2003, aunque luego la resistencia iraquí complicó las cosas.
Otra de las figuras públicas que se refirió hace rato ya a otro ángulo clave de la energía petrolera fue el parlamentario británico Colin Campbell, quien en 1999, ante la Cámara de los Comunes, pronosticó el pico inminente de la producción por la disminución de los hallazgos de nuevos yacimientos petroleros.
“Los descubrimientos llegaron a su ‘pico’ en 1960. Ahora hallamos un barril por cada cuatro que consumimos… y en un periodo de tiempo, la curva del descubrimiento controla la curva de la producción.”
Los Bush, padre e hijo, sus amigos sauditas y europeos sabían de esta situación de inminente declive en los suministros, pero no hicieron ni hacen nada para implantar una política de ahorro en el consumo de combustibles minerales.
Más hondo y amargo
La era de los yacimientos gigantes, relativamente cercanos a la superficie, y con crudos ligeros y dulces, que son los ideales para producir gasolina, virtualmente ha terminado.
Hoy los nuevos hallazgos de mantos hidrocarburíferos –gigantes, medianos o pequeños– tendrán que hacerse en zonas hasta ahora no suficientemente exploradas, o desdeñadas por sus bajas probabilidades petroleras.
Sin embargo, los descubrimientos, en su gran mayoría, tendrán que hacerse con perforaciones más profundas. Debe esperarse también que los petróleos hallados serán más densos y con alto contenido de azufre.
Esto dejará a este metaloide como un subproducto de la extracción. Los costos en todos los casos serán mayores que los actuales y esto empujará los precios hacia arriba.
Claro, la técnica para abaratar la explotación de las arenas bituminosas de Athabasca, en Canadá, y de la Faja petrolífera del Orinoco en Venezuela, recibirá nuevo impulso.
Los crudos de Alaska, los rumores sobre las zonas potencialmente hidrocarburíferas en los alrededores de Las Malvinas, Vietnam, así como las plataformas caribeña, brasileña y angolana, están entre las que el EWG concede todavía perspectivas de desarrollo.
Todos estos lugares y muchos otros serán objeto de renovado interés.
Sólo unas semanas después de la aparición del reporte del EWG, Brasil anunció el descubrimiento del enorme yacimiento Tupi, a unos siete kilómetros frente a las costas de Sao Paulo, a unos siete kilómetros bajo el lecho marítimo, pero con entre 5 y 8 mil millones de barriles de crudo, el cual requerirá una inversión de unos 100 mil millones de dólares, pero que convertirá al gigante sudamericano en un exportador de hidrocarburos.
Se podrá estar de acuerdo o no con el reporte del grupo alemán, pero sería un error subestimarlo por algunos de sus planteamientos.
La realidad apunta a una cercana declinación de los suministros, salvo que lo refute una cadena de hallazgos de grandes yacimientos en los siguientes 5-10 años.
Al gobierno de Estados Unidos, el país con sólo el 3 por ciento de los recursos petroleros del mundo, pero que consume el 28 por ciento de ellos por año, únicamente se le ha ocurrido la extraña idea de echar mano de alimentos como el maíz, el trigo, la caña de azúcar y otros como materia prima para la producción de etanol, que mezclado con gasolina, puede aumentar el volumen de suministros energéticos.
Con este plan, a los millones de personas que no tienen automóvil, ni aire acondicionado, ni electricidad, ni gas, incluso, ni agua corriente, ahora se les amenaza con quitarles o encarecerles, que es lo mismo, su ya magra dieta básica, para que los que tienen todos esos bienes y servicios reciban un poquito más de combustible para su carro.
El presidente Bush dice que su país reducirá su “adicción al petróleo en 20 por ciento en los próximos 10 años en parte con la adopción del etanol-leo”.
El secretario general de la OPEP, Abdalla El Badri, expresó en junio último que ese giro a los biocombustibles podría hacer que miembros de esa organización dejen de invertir en exploración de nuevos mantos de hidrocarburos o reduzcan la actual.
Reducir la inversión en exploraciones para hallar nuevo petróleo sólo podría hacer que los precios de los hidrocarburos sigan subiendo más allá de los techos históricos ya alcanzados.
Ya en junio de 2006, la FAO, en su estudio Perspectivas Alimentarias, expresó que si Estados Unidos quería cubrir el 10 por ciento de sus necesidades de energía con etanol, tendría que usar el 30 por ciento de sus tierras agrícolas sólo a cultivos destinados a la fabricación de ese combustible.
La Unión Europea, para cubrir igual porcentaje de consumo energético con biocombustibles, tendría que usar el 70 por ciento de sus tierras.
El Badri advirtió que la producción de biocombustibles puede volverse insostenible en el mediano plazo, puesto que compite con la de alimentos.
Y sentenció: “Así se quedarán sin petróleo nuevo y sin etanol”.
*Periodista de la Redacción Económica de Prensa Latina
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