¡Nada hay más reaccionario, cobarde y traidor que la pretensión de querer maquillar el pasado, borrar los abusos sangrientos, las exacciones forzadas y pretender que en nombre de una cultura de “paz e integración” y con la complicidad de sucesivos gobiernos, el pueblo peruano borre, aniquile y pulverice de su memoria colectiva, es decir de su historia, lo acontecido a partir del 5 de abril de 1879 cuando Chile inicia una guerra de invasión contra Perú y que culmina en el infame y traidor Tratado de Ancón de 1883. La amnesia colectiva, así embutida desde lo alto y por los que hacen negocios pingues, sólo conduce a las reiteraciones brutales y ningún pueblo del mundo construye su futuro sobre la premisa de olvidarse de cuanto aconteció. Aquí, desde hace buen tiempo, la administración episódica hoy en el gobierno, viene pasando por alto fechas célebres de imprescindible recordación. Pregunté el sábado último en el programa Fuego Cruzado: ¿harán lo mismo con el 7 de junio próximo, día en que se recuerda la Batalla de Arica, a los valetudinarios con la capitanía de Bolognesi y a todos los héroes anónimos del pueblo combatiente?
El reto está planteado. El silencio sólo es cobardía.
Por vez primera, desde hace larguísimos años, un espacio televisivo, Fuego Cruzado, bajo la conducción acertada de Mariella Patriau y Alamo Pérez Luna, reunió una constelación de opinantes que enriqueció sin duda alguna el tema: la difícil vecindad con Chile. Participaron Juan Velit, Ricardo Letts, Juan Ramírez, María Elsa Pons Muzzo y descendientes de los peruanos expulsados de Tarapacá y Arica, cuyo nombre, y pido disculpas, no he podido rescatar puntualmente. Según comentarios escuchados a posteriori, fueron no pocas las cosas aprendidas en el curso del entretenido diálogo.
Pese a las groserías de baja estofa provenientes del sur, es interesante reivindicar que en ningún momento se contestó a éstas con el calibre subalterno usado por chilenos exaltados. Cuesta creer que en un país donde se hace, real o fantasiosa, exaltación de la cultura, se culpe a los peruanos de hablar bien el castellano y de buscar horizontes de trabajo. ¿Saben aquellos que aquí entre 1870-1876 (nótese las fechas), más de 20 mil obreros chilenos llegaron al Perú de la mano de Henry Meiggs? ¿quiénes vinieron primero? ¿quiénes fueron después? ¿cuántos espías nos sembraron en aquella época de gobiernos permisivos, de compadres presidentes y primos y parientes en la cosa pública?
¿Y así quieren hacer olvidar la historia, los traidores y apóstatas cuyos negocios necesitan también de “estabilidad” y amnesia?
¿A quiénes conviene el “olvido” de su paso bestial de violencia injustificada y odio gratuito?
Escribí hace muy pocos días en:
“¿Amnesia de cuerdas separadas?
Ayer 21, aniversario del Combate Naval de Iquique, no hubo, ni por asomo, expresión oficial celebratoria sobre la efemérides, una de las pocas victorias en la guerra de agresión declarada por Chile en 1879 al Perú. Por lo menos, la Agencia Andina no consigna ¡absolutamente nada! sobre ese particular hecho de armas y, en cambio, sí cita lo dicho por la presidenta Bachelet que no encuentra fundamento ni razón al texto litigioso peruano en La Haya y pareciera que este tema se inscribe en una postura de amnesia de cuerdas separadas.
¿Es insólita la ocurrencia? ¡De ninguna manera! El 27 de noviembre del 2007, cuando desempeñaba el ministerio de Defensa, Allan Wagner Tizón, ese portafolio, también “olvidó” la fecha conmemorativa de Tarapacá. En aquél no extraña porque fue precisamente ese diplomático, el que en noviembre de 1985, firmó un acta, cuando titular de Torre Tagle, con su par chileno, Jaime del Valle Alliende, en su Punto III sobre Revisión de Textos de Historia, el siguiente párrafo:
“Los ministros estuvieron de acuerdo en poner en práctica, en el más corto plazo posible, un procedimiento que permita en sus respectivos países efectuar una revisión de los textos de historia, a nivel de la enseñanza primaria y secundaria, con miras a darles un sentido de paz e integración”.
¿Está impulsando el gobierno del señor García Pérez la erradicación letal de Clío y perpetrando la inadvertencia de la historia, ese ministerio grave y civil, examen de conciencia que gustaba recordar como parte insustituible de la conciencia nacional, el maestro Alfonso Benavides Correa? ¿en nombre de qué y para qué fines? ¿o hay que ser más papistas que el papa y cuando se trata del sur, sólo hay manteles y cabezas gachas y si es el altiplano, la típica pose de patanes ensoberbecidos y citadinos?”
En otro texto, muy consonante con el actual, precisé, bajo el título:
“¿Olvidarán (también) el 7 de junio?
Por la vía de los hechos, la administración actual viene impulsando la inadvertencia de fechas que conmemoran hechos cúspides, esencialmente referidos a la guerra de invasión que impulsó Chile contra Perú entre 1879-1883. En noviembre del 2007, un vendepatria desde Defensa, “olvidó” la conmemoración de la Batalla de Tarapacá y los actos alusivos, y acontecieron, idénticos como reprobables sucesos, con el Combate de Iquique el 21 de los corrientes y la Batalla de Tacna el 26. No se puede ser profeta del pasado ni cambiar los resultados harto conocidos, pero tampoco se debe asesinar a Clío aherrojando la memoria colectiva del pueblo peruano al tacho como si no fuera éste un pueblo con miles de años, pasado imperial y destino rector en América Latina. ¿O, no es así?”
De manera más sintética, el tirano tiempo en televisión es implacable, reiteré tales conceptos en Fuego Cruzado y hay que ser tercos, combativamente fieles a la memoria de los mártires, en la pregunta: ¿olvidará el gobierno, el Establo, Defensa y en pro del olvido, el próximo 7 de junio?
El reto está planteado. El silencio sólo es cobardía.
¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará al Perú!
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