No negaré, Sr. Presidente Rafael Correa, que voté por su programa de gobierno y porque deseaba el fin de la partidocracia corrupta. Tampoco voy a negar que me he alegrado cuando usted les ha puesto en su sitio a pelucones, momias cocteleras, separatistas regionalistas de la elite guayaquileña y hasta a Álvaro Uribe Vélez, en lo de la violación a nuestra soberanía.
Permítame, Sr. Presidente, recordarle algunos pensamientos del escritor ambateño Juan Montalvo: “El soberbio que anda con el cuello erguido, en la convicción de que un título sin valor real, o una usurpada e inmerecida preponderancia lo eleva sobre los otros, no pertenece al pueblo”.
He seguido con interés su cadena de los sábados, pero últimamente he dejado de hacerlo, pues aquella se ha tornado en un recuento de sus viajes, de la comida que se ha servido, de los lugares que ha visitado, de ciertas promesas de campaña que todavía no ha cumplido. Su soberbia se revela cuando alguien disiente de usted, sabedor de que las encuestas lo favorecen. Aquello me hace recordar otra frase de Montalvo: “El gobernante que no permite hablar ni escribir es tirano, el pueblo que no puede ni lo uno ni lo otro, esclavo”; y esta otra: “Ya os veo, tiranos, cuando se os acabe el poder, porque la conciencia os ladra y grita que el enemigo del género humano, ha de temer al género humano.”
¿Por qué amenaza con dejar el cargo para el cual lo elegimos, cuando alguien no está de acuerdo con sus designios? ¿Por qué excluir y minimizar a quienes lo ayudaron a llegar a la presidencia como es el caso del movimiento indígena, sin tomar en cuenta sus propuestas en la Asamblea Nacional Constituyente? ¿Es que a su soberbia ha agregado también la ingratitud?
Concuerdo con Montalvo cuando escribe: “El que me prohibe no me convence, y lo que yo quisiese es que me convenciesen, los más inteligentes, los más sabios”. Me ha dolido sobremanera la forma en que trató a un compatriota inmigrante en España. Tal vez no considere que esos idiotas, como Usted lo llamó, son los que sostienen la economía del país. Yo también hace tiempo estuve en esa condición y fui víctima de la explotación laboral y sentí el dolor de ausencia de tener lejos a la familia. No es que dude de su inteligencia y su capacidad, Sr. Presidente, suficientemente han quedado demostradas en los foros internacionales, pero es que a veces olvida que ostenta la primera magistratura de este país.
No deseo darle normas de urbanidad y buenas maneras a lo Carreño, pero lo que en verdad quisiera es verlo como estadista en cada momento, porque, en palabras de Montalvo: “El que oprime, el que maltrata, el que desdeña a sus hermanos, teniendo para sí que es más que ellos, no pertenece al pueblo”.
Para decirle la plena, el pueblo está cansado de verlo soberbio, vanidoso, autosuficiente y seguidor de Maquiavelo que en sus consejos al Príncipe le decía: “Cuando el pueblo te pida pan, dale circo”. A propósito del pan, el alto costo de la vida también ya es de todos? ¿Dónde está el control de los intendentes? ¿Dónde esta una política de control de precios? Le cuento que he tenido que limitar mi ración a una aguita de hierba luisa en la mañana y una mazamorra al mediodía.
Lamento que ciertos personajes adulones de la partidocracia se hayan colado en su gobierno. Cuídese de ellos, Sr. Presidente, ellos son sus verdaderos enemigos y no el pueblo, porque, como anota Montalvo: “El hombre de talento, si quiere hacer algo, tiene que ser revolucionario, ya que sólo es dado a los tontos el subir suavemente y sin peligro”.
Para finalizar, apuntaré una última cita del referido escritor: “Revolución que tiene la mira puesta al progreso y la cultura de los pueblos, colocará la imagen de la libertad en las elecciones.”
¡Qué así sea. por el bien de nuestro amado Ecuador!
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