La historia no admite fantasías, las cosas son como son. El sistema capitalista expresa los síntomas de su última etapa de desarrollo, ha entrado en una profunda crisis, de la cual ya no le es tan sencillo salir. La anarquía sobre la que basa su producción es su peor enemigo, así como el verdugo que él mismo parió: los trabajadores del mundo.
Lo que sucede actualmente con las economías de los países más industrializados no solo tiene que ver con errores de control o funcionamiento del mercado financiero, y quienes dirigen la economía del planeta: el denominado “Grupo de los 8”, lo saben. Es obvio que tratarán de encontrar soluciones parches para evitar que las cosas empeoren, pero la cruda realidad sigue siendo la misma: el sentido que mueve al capitalista es la acumulación por sobre todas las cosas, la depredación de los recursos naturales, las guerras de agresión, y ello lo lleva inevitablemente a su destrucción.
Y estos hechos son importantes de analizar en la coyuntura política actual de nuestro país, en la que enfrentamos una lucha ideológica contra las viejas ideas capitalistas, una lucha política inclaudicable contra su poder. En la que pugnamos por construir una Patria Nueva.
En estos últimos días de campaña hemos visto a los oligarcas, viejos y reencauchados, defender su idea de democracia, de libertad y de progreso. Sus argumentos se han caído con el peso de la evidencia: si lo que se vive actualmente en los países imperialistas es la idea que tienen de hacia dónde debe ir nuestro país, es obvio que están fuera de foco. Lo que la mayoría de los ecuatorianos queremos es soberanía, solidaridad, participación, defensa de la vida, tanto de los seres humanos como de la naturaleza, derechos colectivos, económicos, sociales y políticos. Queremos caminar por un rumbo diametralmente opuesto al egoísmo, la envidia, la criminalidad, la guerra rapaz, la anarquía, la destrucción del planeta que significa el sistema capitalista.
Y no estamos solos en ese camino, los pueblos del mundo, y particularmente de América Latina nos acompañan. La pelea es difícil, así se ha demostrado en estos últimos días en Bolivia, pero si tenemos el horizonte claro, si confiamos en las capacidades y energía de los de abajo, si vemos a la sociedad desde el ángulo de la ciencia, la historia será nuestra.
La cosa es sencilla, más que colocar un simple voto en el ánfora, con un SÍ o con un NO, estamos tomando parte de la lucha por escalar un peldaño más en la conquista de una Patria para los trabajadores. Estamos expresando nuestro compromiso de no ser únicamente observadores, sino actores de ese proceso.
Este 28 de septiembre está planteado para nosotros, los que generamos la riqueza de este país, los que somos mayoría, el reto de derrotar nuevamente a la oligarquía, de asestarle un nuevo y contundente golpe. No podemos rehuir a esta responsabilidad, no podemos ser responsables del regreso a ese pasado oprobioso, de corrupción, entreguismo y atraso. Tenemos que decirle SÍ al cambio.
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