Pocos días atrás reapareció el procurador de Fujimori José Ugaz de manera pública. La fábrica de ídolos falsos es una constante republicana mucho antes de Internet, audios y vídeos. La mentira como forma peruana de actuar y de “consagrar” a pobres diablos como “íconos” es otra situación recurrente que la prensa no critica (no pocos de sus ídolos son parte de este cuadro) y los “analistas” declinan aludir porque pierden tribunas, micrófonos o columnas en que pronuncian, dicen o escriben las monsergas a que han acostumbrado a la opinión pública para recalar en océanos de mediocridad inmensa.
Por encargo de la empresita Lima Airport Partners, LAP, concesionaria del Aeropuerto Jorge Chávez, el bufete de abogados de José Ugaz, ha denunciado al suscrito en dos juicios penales por difamación agravada (según ellos) y por las denuncias puestas en blanco y negro en el libro ¡Estafa al Perú! ¡Cómo robarse aeropuertos y vivir sin problemas! publicado en el 2007.
Con la excepción de César Hildebrandt en Radio San Borja, entonces, y de la pluma de Manuel Jesús Orbegozo en La Razón, el resto de la prensa limeña y nacional se esforzó muy mucho en ignorar el manual de que damos cuenta y que nos ha producido el justo homenaje tramposo de los juicios aludidos. ¿Hasta cuándo seguirá esa neumática? Nadie lo sabe. En Perú nada se sabe. Los únicos que calculan bien, son los delincuentes que saben cómo demoran las comisiones en establecer claros indicios y de solicitar las puniciones correspondientes. Pero los abogángsteres saben bien su trabajo y de eso viven.
Leamos una crónica temprana y sobre un servidor de la dictadura delincuencial de Kenya Fujimori.
¡A la cárcel todo Cristo!
28-4-2003
Si el ex-procurador José Ugaz no tiene temores de que se le investigue prolijamente, como a cualquier hijo de vecina, ¿por causa de qué arma tanto alboroto y hasta pretende que el presidente Toledo abogue por él? Además ¿de qué se trata toda esta payasada de ridícula solidaridad que están demostrando varios congresistas, ejecutivos de ONGs e integrantes de la izquierda caviar?
Tengo la impresión que reducir, como hace Ugaz, el tema a que los fujimoristas, esos delincuentes cuyo jefe mayor le nombró procurador, robaron más y que los 29 mil dólares que él mal recibió es de mínima importancia deviene en un cinismo atrabiliario. Aquí no puede haber gente con corona y poderosa influencia mediática. No olvidemos que los vasos comunicantes de quienes ven en peligro su influencia, actúan de manera rápida y con dólares contantes y sonantes.
Por ejemplo, individualizar a José Ugaz como el símbolo de la lucha anti-corrupción constituye una ridiculez más que grotesca. ¿Quién nombró a Ugaz? ¿no fue acaso Kenya Fujimori? Por tanto, su origen, amén de sus actividades pasadas, estrechamente lastradas por su trabazón con la dictadura, son pasibles, por lo menos de una crítica directa y condenatoria.
En el Perú tenemos una clase política y judicial absolutamente podrida. Lo mediocre lo convierte en sublime y “constructivo”. Como el Congreso se dio cuenta que un referéndum es su mejor camino al precipicio, pretendieron invalidarlo con piedras en el camino que ya fueron despejadas. Torre Tagle, esa cancillería que no arregla nada y que se gasta decenas de miles de dólares, haciendo turismo en la persona de sus embajadores, es un baldón desde hace décadas para el Perú. Los periodistas, los pocos honestos que aún quedan y que están libres de cualquier sospecha, son silenciados casi siempre y en la televisión aparecen centenas de “analistas, politólogos, estrategas” y adefesieros por el estilo. En suma, se vive una ola de profundísima mediocridad institucional.
En un clima así, Ugaz, el procurador de Fujimori, aparenta ser un demócrata que lucha contra la corrupción cuando pareciera, según documentos no desmentidos, que siempre ha medrado con casos espectaculares de ingente producción dolarística y al lado de cacos. ¿Es con esa persona con quien muestran adhesión todos esos estridentes bullangueros que hacen marchas, cartitas y manifiestos?
Si Ugaz demuestra limpieza y la investigación no logra probarle nada, entonces habrá ganado ante la opinión pública. Y nadie podrá apostrofarle inconductas de las que ahora es sospechoso. Entonces ¿a qué tanto brinco si el suelo está parejo?
Si un ciudadano común y corriente comete una falta, tiene que rendir cuenta de sus actos y ser castigado si la comisión de la impostura se tipifica como delito. Pero, tiene que pasar por el escrutinio policial o judicial. ¿Como así que Ugaz nos quiere hacer creer que es un dechado de moralidad si trata con desesperación de impedir que lo revisen meticulosamente?
Alguna vez, un virrey quiso violar su propia ordenanza de no circular por las calles luego de cierta hora y el sereno de entonces, le espetó por toda convicción: ¡A la cárcel, todo Cristo!
Señor Ugaz: usted es uno más, así que ¡déjese de majaderías!
¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
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