El libro de Luis Pacheco Mandujano, “Sofía y Teodoro: diálogo en torno a la prueba lógica y ontológica de la existencia de Dios”, es un libro curioso. Un rara avis en nuestro medio editorial e intelectual, porque se trata, pese a su brevedad, de un libro teorizante de profundas doctrinas y filosofía pura. Rara avis, además, porque está pulcramente escrito. Me atrevería a decir, el libro de filosofía más original y concienzudo de las letras regionales y aún nacionales.
El vehículo que nos conduce sosegadamente a estas sesudas excavaciones en el pensamiento humano es casi un anecdotario: Sofía y Teodoro se encuentran una tarde fría y de cielo nublado, opaco y triste para conversar. Hace algún tiempo que no se ven y Teodoro tiene una pregunta que hacerle: ¿Es verdad que Sofía tuvo una polémica con un magistrado ideológicamente invencible sobre la forma cómo debe probarse la existencia de Dios? Más aún: ¿Es verdad que salió airosa y demostró que la lógica es más poderosa que la doctrina tomista? Ella le responde que todo es cierto. Teodoro le pide que le cuente cómo se suscitaron las cosas y entonces ella echa mano de su inteligente locuacidad y le relata lo acontecido. A lo largo de 34 hermosas páginas, y en dos jornadas, Sofía expone su teoría filosófica de cómo probar la existencia de Dios desde nuevas ópticas más lógicas y contemporáneas. De ese modo va desechando teorías antiguas, corrientes provectas, escuelas caducas, y la muestra de conocimiento que tiene bajo la manga se hace verdaderamente deslumbrante. Ante las ávidas preguntas de Teodoro, esta –queremos imaginarnos– hermosa filósofa desecha una a una las teorías tomistas y, haciendo gala de todos los niveles de la argumentación, consigue no sólo subyugar a su interlocutor (y a nosotros con él), sino que además logra su cometido gnoseológico: convencer sino persuadir sobre tan espinoso tema.
La estructura que el libro adopta es la misma que usaron muchos filósofos clásicos para hacer más digerible, más didáctica y comprensible, la información que pretenden transmitirnos. Desde los Diálogos de Platón hasta Así habló Zaratrustra de Nietzche, pasando por el Bhagavad Gita, y por otros libros cismáticos, fue la estructura más eficiente y usada por los escritores filosóficos.
El pensamiento que rezuma el libro se encuentra lindante con la filosofía socrática, pues al igual que el sabio griego, las entrelíneas del libro nos dicen que el deber del filósofo es provocar que la gente piense por sí misma, en vez de enseñarle algo que no sepa.
Los diálogos de Teodoro y Sofía tienen una finalidad: refutar elegantemente las verdades de Tomás de Aquino, es decir el tomismo, muchas teorías de Aristóteles y otras neoplatónicas, pues ella piensa que esas ideas se han revejido, o siempre han sido falaces.
Hay que saludar no sólo la buena complexión del libro, la excelente redacción, el inmejorable material filosófico que incluye, sino, además, el buen sentido social que ha tenido Luis Pacheco Mandujano al recuperar la figura de la mujer en la filosofía. Y es que no recuerdo a más filósofas que Aspasia de Mileto, Hipatia de Alejandría, quizás nuestra luchadora Flora Tristán, Simone de Beauvoir y la española María Zambrano.
Pues con Sofía, esta lúcida maestra de la filosofía que se me antoja la versión juvenil de la simpática niña protagonista de la novela El mundo de Sofía de Jostein Gaarder, tenemos los huancaínos y los peruanos a la mejor de todas.
Correo 2-6-2007 http://www.correoperu.com.pe/prov_columnistas.php?id=411&ed=6)
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