Estar más de treinta años sin intervalos en el maravilloso mundo del teatro, es sin duda para Roberto Casale la oportunidad de tomar un buen vino celebrando todo lo que pasa por su vida junto a su esposa Ana María y sus tres hijos, Julieta, Flora y Leandro.
Este destacado director remarca que el teatro moviliza a la gente y que en nuestros barrios es muy necesario. “Te enseña a pensar y a tener una disciplina. Los chicos del barrio hoy podrían estar ocupando tantos espacios de danza, teatro, baile, canto. Que algo los movilice y no en la esquina sin hacer nada.”
“Yo sigo con bronca. Cómo es posible que un municipio como el de Malvinas Argentinas, que tiene casi trescientos mil habitantes, no tenga un espacio donde producir cosas, no tenga un teatro. Esto es muy preocupante. Hay mucha gente que tiene esa necesidad”, enfatiza.
Casale se formó como actor con Marcelo Vernengo, Agustín Alesso y Víctor Mayol. Dirige desde 1978, y hasta 1990 integró el grupo que se llamó Teatro Estudio Los Polvorines (T.E.L.P). Después se fue a vivir a la provincia de Córdoba donde dirigió el elenco municipal de Capilla del Monte, La Falda y la Cumbre.
Como actor trabajo en el elenco de “Cyrano de Bergerac” junto a Juan Leyrado, Inés Estévez y Eduardo Blanco, bajo la dirección de Norma Aleandro, que recorrió todo el país.
En 2007 participó como actor en un documental ficcionado realizado por Liliana Mazzure.”1973 Un grito de corazón”. Actualmente lo hace en la obra “Venecia”.
– ¿Cómo fueron tus comienzos?
– En 1976 empecé a estudiar teatro en Villa de Mayo, en la calle Cochabamba, aprovechando la casa de una compañera que estaba construyendo. Ahí se armó el primer grupo dirigido por Marcelo Vernengo, que en ese entonces venía de recorrer América Latina. Me acuerdo que era difícil conseguir chicas para el elenco. Finalmente, a fines de 1977 estrenamos en el club del barrio Unión Vecinal de Villa de Mayo una obra que se llamaba “Un mundo al revés” de Boris del Río.
Después fui a estudiar teatro a la Capital. Eran tiempos difíciles, me acuerdo que en Retiro me pararon muchas veces los militares y me revisaban el bolso. A veces tenía suerte y llegaba dos minutos después de que estos tipos se habían ido. Una vez, hasta me tiraron las cosas que llevaba, que era la ropa para el ensayo. Otra cosa era que si perdía el último tren, el otro recién salía a las 4:20 de la mañana.
En aquellos años un actor que me marcó mucho fue Miguel Ángel Solá, alguien que siempre estuvo comprometido con la vida, tanto arriba como abajo del escenario. También aprendí mucho con una obra de teatro, “El Loro Calabrés” con Pepe Soriano. La vi como 8 veces.
– ¿Por esos años comienza Teatro Estudio Los Polvorines?
– En 1978 inicio mi primer grupo de teatro en Pablo Nogués. Después nos vamos al Círculo de Ajedrez ensayando “Los indios estaban cabreros”, una obra de Agustín Cuzzani que aún hoy me quedó en el tintero ya que nunca la pudimos estrenar.
– ¿Qué personajes te interesan cuando elegís una obra?
– Que haya un personaje que podamos identificarlo en nuestro barrio, algo así como que el tipo viva en la esquina de mi casa. O que haga decir el espectador: yo me parezco a él. Las obras deben estar bien escritas. Y esto tiene que ver con una que estoy trabajando actualmente. Se llama “Venecia” y es de Jorge Accame, que tiene mucha imaginación.
En la puesta, los rasgos de solidaridad, compañerismo y amistad motivan al espectador. Lo estoy haciendo con un grupo maravilloso de actores donde están Diego Cacopardo, Gabriel Papalardo, Flora Casale, Gabriela López Casanova, Imelde Di Tulio y María Inés Villadeval. Estamos recorriendo colegios. En la Media Uno de Los Polvorines la vieron casi 900 alumnos.
– ¿Qué recibís del público?
– El aplauso, que es el reconocimiento al trabajo. “Venecia” tuvo cinco meses de ensayo con muchísimo esfuerzo. Hacer teatro independiente tiene sus complicaciones. Es difícil conseguir un escenario, las luces. Después llega el estreno, los aplausos, los silencios, las risas. Yo observo todo. Empieza la obra y yo no tengo nada que hacer. Lo hacen mis actores. Desde el fondo de la sala veo la reacción de la gente. Es maravilloso. A mis actores les digo que vivan cada función como algo irrepetible, dejando un mensaje arriba del escenario, dejando un mensaje movilizador, que se diviertan, QUE SEAN FELICES.
– ¿Tu familia te acompaña?
– Si, mi esposa Ana María estudia filosofía. Y mis hijas Julieta y Flora salieron teatreras. Julieta estudia en Andamio 90 con “ la Boero ” (Alejandra). Y Flora en la Universidad de General Sarmiento, y también enseña junto a Juan Ricciardi a niños, adolescentes y adultos en la Biblioteca Popular de Los Polvorines.
– ¿Cómo ves los medios de comunicación zonales?
– Veo que el Teatro no es negocio para ellos, por eso no estamos. Tengo muchos años aquí y hay mucha gente que hace cosas todos los días y nunca aparece en los diarios ni los escucho en la radio del barrio. Creo que el canal local TELERED puede ser un medio interesante bien aprovechado, pero no se que pasa.
– ¿Qué opinas que aparezca un nuevo medio de comunicación reflejando lo que ustedes hacen por la sociedad?
– Es muy importante que tenga trascendencia el trabajo que hacemos. Porque es un reconocimiento. Y el reconocimiento es el premio más grande que puede tener una persona por su trabajo, por su esfuerzo. Creo que es bueno que haya un medio que le de espacio a la gente que labura, no sólo artistas, sino también a los vecinos que desde una sociedad de fomento luchan por mejorar su barrio.
– ¿Cómo es tu relación con el Estado municipal?
– Los conozco desde siempre, pero tengo mucha bronca porque pese a que tienen todas las herramientas, el gobierno elegido no genera los espacios necesarios para la cultura. Vivo aquí desde siempre y he visto muchos valores que han surgido, y seguramente hay muchos otros que pocos conocen. Y que un municipio como Malvinas Argentina no tenga un teatro es muy preocupante. No sólo por los pibes, sino también por los adultos.
Siempre hay gente que está enseñando algo. Porque juntarse para aprender folklore, formar un coro o crear un equipo de trabajo es muy importante. Es una forma de salir del individualismo caníbal que estamos viviendo día a día. Te vas haciendo importante en la sociedad que estás, que sabe un tema, lo trabaja e intenta mostrarlo. Y esto lleva a que una persona pueda animarse a entrar donde haya un cartelito, y empezar a crecer para darse una oportunidad.
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