A Oscar Villarruel se lo puede definir como un hombre de la cultura. Y su extenso currículum vitae lo corrobora. Director de teatro, actor, titiritero y docente son las distintas cartas de presentación que pude mostrar a quienes no lo conocen. “A través de la cultura podemos ir enseñando a otros pueblos a liberarse de su problemática”, enfatiza este hombre lleno de convicciones sobre las actividades que se pueden desarrollar desde los barrios.
Con casi 30 años en sus espaldas de permanente capacitación, recuerda que de chico quería ser actor y que se inspiraba mirando “Alta Comedia” y los unitarios de Narciso Ibáñez Menta. “Era otra televisión”, recuerda con un dejo de añoranza.
Su vocación artística comenzó a desarrollarse en plena adolescencia. Con poco más de 15 años abandona el tercer año del colegio industrial para vincularse con un grupo en San Telmo, en el antiguo teatro La Cortada , siendo su maestro Adolfo de Sagastizabal. El primer trabajo como actor llegó con “Fuenteovejuna” un clásico de Lope de Vega. “Todavía recuerdo parte de aquellos diálogos, una prosa hermosa.”
Decidido en su camino, en forma paralela estudia foniatría, canto, vocalización y expresión corporal, “lo que me ayudaron a mejorar.”
Reconoce que estudiar Mimo con el maestro Igón Lerchundi, y pantomima con Ángel Elizondo, “me nutrieron de conocimiento para la actuación”. Lo convocan para integrar el elenco estable de Pantomima en el Teatro General San Martín. Después viaja a Colombia a la Escuela Panamericana con el grupo La Tarima.
“La pantomima es una especie de narración donde se cuentan historias con sonidos, música, con diferentes caracterizaciones, con maquillaje y vestuario. Así es como me convertí en profesor de Mimo”, detalla.
Actualmente recorre colegios realizando con títeres Pinocho, la obra escrita en 1882 que dio fama a una marioneta de madera.
También es director de teatro y trabaja en Teatro en Acción que enseña teatro y periodismo. Aquí hay un colectivo de gente abocados a un fin psicopedagógico con chicos de 13 a 18 años.
– Tu experiencia es enorme…
– Y de enorme satisfacción. Y no te conté lo del teatro callejero durante 13 años en la plaza de San Isidro. Pero rescato la importancia del Mimo, que dio un vuelco en mi carrera. Para enseñar teatro, el Mimo es una base muy importante. Dirigí una obra de los Hermanos Pelay “Dos señores atorrantes” y de Stephen King “Misery” que hice la adaptación para teatro con un año de trabajo.
– ¿Qué experiencia te dejó trabajar en cárceles y hospitales?
– Es muy fuerte, pero compartir el tiempo con internos, en mi caso en la unidad 27 del hospital Moyano, fue muy valioso. Yo era muy jovencito y las internas te abrazaban, entonces nos ganábamos la confianza para que ellas puedan dar lo mejor de sí. La idea era como movilizarlas, con que temas trabajar. Los cuentos y los escritos de ellas dieron resultado.
En la cárcel me tocó la Unidad uno de Caseros. En un piso superior estaba el cine-teatro. Subíamos con ascensor piso por piso, con una lista de internos que venían al taller. Se hicieron obras escritas por los internos respetando los códigos del teatro. Fue muy satisfactorio. Pero debo reconocer que Alberto Sava, psicólogo social, me enseñó técnicas de psicología teatral.
– Los hermanos Lowandi tienen un circo. ¿Que hacías allí?
– Fue en un viaje a Olavarría. Llegué y no había nadie esperándome. Me pregunte ¿ahora que hago? Decidí ir a Azul. Allí estaba el circo. Impactante. Lo primero que me preguntaron es que sabía hacer. Les dije que era actor, que hacía locución. Me dieron trabajo de clow, para estar con la gente en los intervalos. Y la gente tenía que participar, por lo tanto había que improvisar, llevarlos a la pista. Fue una experiencia muy importante. Fue breve mi estadía, pero me sirvió para juntar dinero y pegar la vuelta.
– Hace tiempo cuando te hice un reportaje para la radio me hablaste mucho de Federico García Lorca.
– Lorca es mi pasión. Descubrí en él la raíz del teatro. Él habla del teatro como nuestro propio mundo. El teatro tiene ciertas cosas que nos hacen aprender de lo social, de la vida. Federico dice: “Un mundo que no genera su propio teatro es que está muerto o moribundo.” Esta frase la incorporo como propia.
Siempre estoy investigando. Me gusta mucho el teatro español. Para mi fue una experiencia maravillosa armar el telón, el cuadrante, los títeres, las escenografía. Lo más grande fue “La zapatera prodigiosa” de Lorca. La música que me gustó mucho para esta adaptación es de Miguel de Molina, y fui mechando algunas frases de esa gran poeta español Antonio Machado.
Un gran dolor que llevo como hombre de teatro sigue siendo el fusilamiento de Federico por el franquismo, a los pocos días de comenzar la guerra civil española. Por eso mí homenaje. Hay una obra que lo describe a Federico: “Donde madura el limonero”, de José María Vilches sobre textos de Machado. La estoy estudiando. Si lo trasladas a nuestra época, es lo que sucedía con los militares de la dictadura.
– ¿Cómo es tu relación de titiritero y actor con los chicos?
– Los chicos se compenetran tanto con los títeres y hay escenas de buenos y malos, donde el malo va triunfando. Estuve haciendo “Caperucita y el Lobo en el bosque”, es el cuento original más otros personajes que yo le agrego, y cuando Caperucita va a llegar a la casa y la espera el Lobo, los pibes empiezan a gritar que no entre, patean sillas, quieren pegarle.
Yo lo vivo como actor y como titiritero. Cuando soy actor veo al público. Cuando manejo los títeres percibís al público. Yo estoy detrás del telón por que estoy trabajando con las dos manos en alto.
– ¿Cuánto tiempo te lleva preparar una obra de títeres?
– Cada obra que preparo me lleva entre 3 y 4 meses. Está el armado de los títeres, el armado de la escenográfa, la música, el ensayo, la coordinación. Hay que preparar en que momento entra el sonido.
– ¿Qué cosas te preocupan como artista, pero ante todo como ser humano?
– Lo que más me preocupa en la zona en que vivimos es el poco interés que se tiene por la cultura. Hay gente que hace cosas con sus manos, hay cultura indígena, yo hago marionetas y títeres. No hay lugar donde nuestros hijos puedan ejercer una actividad cultural. No hay talleres de música. Eso me preocupa. Y estamos en Los Polvorines, a 35 kilómetros del Obelisco. ¿Cómo hacían teatro los romanos? En un semicírculo, se puede hacer teatro en cualquier lugar.
– ¿Cómo ves la prensa alternativa?
– Nosotros los artistas no contamos con los medios para llegar a la gente. Por eso es importante el medio de ustedes, porque a través de una entrevista llegas a que otro periodista pueda interesarse. Así se difunde la cultura. Y a través de la cultura podemos ir enseñando a otros pueblos a liberarse de su problemática.
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