Se trató de Ileana Ross Lehtinen, Lincoln Diaz Balart y Mario Diaz Balart, estos dos últimos hijos de un funcionario al servicio de Fulgencio Batista y ahijado del exdictador cubano el primero de ellos.

Son congresistas del Partido Republicano, vinculados a la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por siglas en inglés) e integrantes del clan terrorista encabezado por Luis Posada Carriles y otros.

Hollaron Tegucigalpa para apoyar al gobierno de facto de Roberto Micheletti y proclamar el regreso a la era reaccionaria del gran hermano del Norte.

Como se recuerda, el 6 de octubre de 1976, terroristas contrarrevolucionarios cubanos vinculados a la CIA y la Dirección de los Servicios de Inteligencia y Prevención (DISIP, de Venezuela) atentaron con dos explosivos C4, colocados en el interior de un avión Douglas DC4 del vuelo 455 de Cubana de Aviación. La aeronave, que llevaba, además de la tripulación a 57 ciudadanos cubanos, 24 de ellos integrantes del equipo juvenil de esgrima, cinco norcoreanos y tres barbadenses, explotó cuando cubría la ruta Barbados-Kingston en dirección a La Habana.

En su momento fueron sindicados como autores intelectuales y materiales del hecho los terroristas cubano-estadunidenses Luis Posada Carriles y Orlando Bosch, así como los cómplices venezolanos Freddy Lugo y Hernán Ricardo Lozano.

En 2005, a través de material desclasificado en Estados Unidos, se corroboró que la CIA conocía de antemano la puesta en marcha del atentado.

Vaivenes sin fin

La provocación constante del establishment estadunidense contra el pueblo de Honduras no se detiene.

Muertos, secuestrados, heridos, detenidos, medios de información silenciados, manifestaciones reprimidas y el aval a las marchas y contramarchas que la dictadura cívico-militar catracha títere lleva a cabo para llegar incólume a las elecciones de noviembre son ya parte del accionar oculto de los dueños de Estados Unidos contra el sufrido país centroamericano.

Para que no queden dudas, hace pocos días el propio Micheletti se encargó de difundir un encuentro “secreto”, llevado a cabo entre el secretario de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza, y él, en la base militar estadunidense de Soto-Cano, ubicada en Palmerola. Todo un símbolo.

Ahora, cuando ya se halla en el país una delegación de cancilleres de la OEA para insistir con propuestas que la dictadura rechaza una vez más y seguirá rechazando, han arribado a Honduras, en el contexto del atentado terrorista de 1976, la Ross Lethinen y los Diaz Balart.

Ellos son representantes del lobby cubano-estadunidense de Miami, del bushismo y sus auspiciantes empresariales, militares y de los servicios de inteligencia, para apoyar la “democracia” de Micheletti y llamar a observadores de todo el mundo a llegarse hasta allí para legalizar las elecciones de noviembre.

Están vinculados a las conspiraciones contrarrevolucionarias anticubanas, a los negocios energéticos estadunidenses, al submundo de la narcomafia del estado de La Florida y a los emprendimientos del complejo militar industrial local.

Esos visitantes forman parte de la tragicomedia hondureña, donde un gobierno faccioso e impune reprime cuanto quiere, se burla de toda la comunidad internacional y persiste en avanzar en la reinstalación de la política del “buen vecino” estadunidense, basada fundamentalmente en la acción bélica, aunque Obama y su entorno traten de desmentirlo.

Cortina de humo

La irrupción de los facciosos cívico-militares en Honduras, que ya lleva mas de 100 días, ha servido, entre otras cosas, para minimizar en la agenda noticiosa algunos otros hechos de relevancia vinculados al accionar regional del imperio y sus órganos ejecutores en el plano económico y militar. Así, el conflicto hondureño distrae a la opinión pública, en connivencia con los propietarios de medios de información regionales y mundiales, en relación con otros hechos.

Por una parte está la reinstalación de bases militares estadunidense en Panamá, erigidas en el tapón del Darién, cercano a la frontera colombiana, y Punta Coca, departamento de Veraguas, localidades situadas en la costa del Pacífico.

Estas instalaciones, cuyo convenio será firmado antes del 30 de octubre por Ricardo Martinelli, presidente panameño y sostenedor de Micheletti, y la inefable Hillary Clinton, se erigirán para “combatir al narcotráfico”.

Eso se ejecuta en el marco del Plan Mérida, remedo de las ayudas estadunidenses a Colombia y Perú, mediante el cual Panamá ya recibió 3.8 millones de dólares y recibirá el año entrante 7 millones más.

Paralelamente ocurre la irrupción del Fondo Monetario Internacional en la vida económico-financiera hondureña, vinculada hasta el 28 de junio a la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba) que, entre otras cosas, ha impulsado, junto a Brasil, Argentina y otros países, el Banco del Sur, creado para neutralizar justamente la influencia de organismos como el Fondo Monetario, el Banco Mundial y otros.

Asimismo se dan pasos para la casi segura futura ruptura de Honduras con la Alba, si Micheletti logra seguir encaramado en el poder hasta que se realicen las elecciones amañadas por su gobierno fáctico, de las cuales surgirán personajes iguales o peores que el actual dictador.

Crisis y patio trasero

La crisis mundial capitalista estallada en Estados Unidos con la quiebra de grandes bancos, las deudas hipotecarias impagas, la inutilidad del dólar como moneda mundial que no cuenta con el respaldo de riqueza alguna y la recesión mundial como efecto de ella y causa a la vez de su profundización, pretende ser neutralizada, como siempre, a través de la recreación del complejo-militar industrial.

El keynesianismo militar –que tiene como mercado cautivo al Estado estadunidense en su papel de consumidor de armas y vituallas de guerra y permite la reproducción ampliada del capital evitando mayores desastres económico financieros– sigue siendo el modelo estadunidense de sostenimiento del sistema.

Así, sólo en 2008, Estados Unidos contó con un presupuesto de defensa de 711 mil millones de dólares, equivalente al 48 por ciento del gasto mundial en armamentos.

Este año, los ingresos de Estados Unidos por venta de armas a más de 200 países y organizaciones desconocidas –equivalentes al 75 por ciento de lo exportado mundialmente– ya superaron los 40 mil millones de dólares.

Para 2010, se estima que el presupuesto militar estadunidense rondará los 800 mil millones de dólares, de los cuales 10 mil millones se gastarán para equipar a fuerzas armadas extranjeras, para gastos en operaciones y en equipos técnicos y mantenimiento de bases militares externas.

El presidente Barack Obama, por su parte, sigue adelante con el programa de incremento de armas nucleares iniciado por George W. Bush.

El emprendimiento denominado Complex Modernition (Modernización Compleja) ampliará dos emplazamientos nucleares ya existentes para producir bombas: uno vinculado con la extracción de plutonio en Los Álamos, Nuevo México, y otro relacionado con la producción de uranio enriquecido en las instalaciones Y-12, ubicadas en Oag Ridge, Tennessee.

De esta forma, Estados Unidos pretende remedar la crisis que, entre otras cosas, ya ha causado 15 millones de desempleados y 40 millones de pobres, los que aumentan día a día a través de cierres de empresas como General Motors, que eliminará 13 mil puestos de trabajo cerrando su filial Saturn, o de las fusiones-adquisiciones.

Y ante la rebelión actual de su “patio trasero” latinoamericano, recurre a Roberto Micheletti y su pandilla institucional, mediática, empresarial y armada hondureña para patear el tablero “democrático”.

Con esa acción apuesta a la desintegración subcontinental, a la fractura de los organismos regionales, a la remoción de los gobiernos que la hacen posible y a la acariciada idea de liquidar a la Revolución Cubana a través de la ampliación del bloqueo, tal como lo ha dispuesto hace pocos días el presidente estadunidense.

Los visitantes de las tinieblas son parte de la apuesta del “buen vecino”, aunque el pueblo hondureño, movilizado, hace luz en las calles.

Fuente
Prensa Latina (Cuba)